'Tránsito', o el infierno en el exilio

Madrid

31 / 05 / 2021 - José María MARCO - Tiempo de lectura: 3 min

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Tránsito real Pablo García López junto a María Miró © Naves Matadero / Jesús UGALDE
Tránsito real Javier Franco y Isaac Galán, frente a Anna Brull en 'Tránsito' © Naves Matadero / Jesús UGALDE
Tránsito real Imagen de todos los cantantes del montaje © Naves Matadero / Jesús UGALDE

Teatro Real

Jesús Torres: TRÁNSITO

Estreno absoluto

Isaac Galán, María Miró, Anna Brull, Javier Franco, Pablo García López. Solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real. Dirección musical: Jordi Francés. Dirección de escena: Eduardo Vasco. Naves Matadero del Teatro Español, 29 de mayo de 2021.

Desde hace muchos años, Jesús Torres, compositor conocido y de bien ganado prestigio, venía dándole vueltas a la composición de una ópera. Por fin le ha llegado la oportunidad, de la mano del Teatro Real, promotor de la nueva obra, y con la inspiración de una breve pieza teatral de Max Aub escrita en México en 1944. Aub escribió mucho sobre el exilio republicano de posguerra, y Tránsito es una de sus obras más concisas y acabadas, resumen perfecto de una situación infernal.

"El barítono Javier Franco, que supo dar vida con una voz empastada y de hermoso color a un personaje roto, y el tenor Pablo García López, muy justo en su breve y crucial papel"

Durante una noche de insomnio el público asiste al diálogo onírico que mantiene Emilio, el protagonista, con Cruz, la esposa que ha dejado en España, siendo también testigo de su relación con Tránsito, su amante de ultramar, insatisfactoria y claustrofóbica, y de una breve e intensa escena («instantes», los llama Torres, siguiendo a Max Aub) con otro exiliado a punto de volverse a España, descorazonado por la falta de perspectivas del exilio. En otro «instante», casi el último, aparece Pedro, hijo de Emilio, que sigue luchando en el maquis y del que no se sabe si ha caído o sigue en la brecha. Jesús Torres, evidentemente fascinado por este microdrama de extrema concentración emocional y evocadora, ha escrito una música extraordinaria cuyo gran protagonista es una orquesta de cámara de 18 instrumentos, entre ellos tres percusionistas, saxofón, acordeón y piano.

La plantilla reducida permite una gran transparencia, muy camerística, pero también aires nada impostados de sinfonismo, tanto en los números puramente orquestales (preludio y final, además de cuatro interludios muy hermosos), como en las escenas cantadas, por ejemplo, en el alucinante tempo de la discusión ente Emilio y Alfredo, el compatriota a punto de tirar la toalla. La partitura, de una extraordinaria riqueza tímbrica, toma pie de una tonalidad abierta para desarrollar modos que no llegan nunca a la atonalidad completa y oscilan con absoluta libertad y, al tiempo, con consistencia expresiva y dramatúrgica. Muy bien lograda la línea vocal, que permite una inteligibilidad completa.

En una puesta en escena funcional, en blanco y negro, pero muy efectiva y con un excelente juego de actores –todo a cargo de Eduardo Vasco– cumplieron con su cometido los cinco cantantes. El barítono Isaac Galán, elegante y contenido, con alguna difícil subida al agudo; la mezzosoprano Anna Brull (Tránsito), con un papel ingrato; la soprano María Miró, que pudo lucir belleza tímbrica, amplitud de registro y expresividad como Cruz, la esposa española; el también barítono Javier Franco, que supo dar vida con una voz empastada y de hermoso color a un personaje roto, y el tenor Pablo García López, muy justo en su breve y crucial papel.

Fabulosos los maestros de la Orquesta Titular del Teatro Real, a los que se le pedía un sonido transparente a veces y otras casi expresionista, todos bajo la dirección sin fallos, meticulosa e inspirada de Jordi Francés.