Strauss: SALOME

Hasta en ocho ocasiones Salome le pide a Herodes la cabeza del profeta: “Gib’ mir den Kopf des Jokanaan”. “Quiero la cabeza de Juan”… Y, en boca de Asmik Grigorian, ninguna de ellas suena igual que la anterior. La soprano lituana firma un debut sobresaliente al meterse en la piel de uno de los roles estrella de Richard Strauss en este montaje grabado en el Festival de Salzburgo en julio de 2018. Grigorian se estrena en la piel de Salomé por la puerta grande, con una voz electrizante y poderosa, en consonancia con el resto del elenco: John Daszak, por ejemplo, se convierte en un Herodes de timbre firme y patriarcal mientras que Anna Maria Chiuri encarna a una Herodías apremiante, casi al borde de la histeria.

A un cast vocal prácticamente sin fisuras se suma una escenografía excepcional que llega de la mano de Romeo Castellucci. El reputado artista se encarga, además, de iluminación y vestuario en un montaje casi críptico: un universo intrigante en el que Salomé viste de un blanco inmaculado y el resto de su mundo va envuelto en abrigos negros, sombreros de ala corta y la mitad inferior de la cara pintada de un brillante rojo sangre. Castellucci crea un mundo que arrincona contra un gran muro de piedra, escenario natural del propio Festival, igual que el profeta encadenado–impecable interpretación de Gábor Brezt– y juega a la omisión con el espectador: le oculta el rostro de Jokanaan al público cuando Salomé le ruega un beso y sustituye la Danza de los Siete Velos por una atrevida propuesta (mejor evitar spoilers).

Si al potente elenco vocal y la elegante propuesta escénica se suma el magnífico conjunto orquestal, dirigido por Franz Welser-Möst, el resultado es un producto del que Wilde y Strauss, sin duda, estarían muy orgullosos.