Frankfurt: El amor cruel de La Fura

La actualización de la trama se sustenta en el vestuario urbano de Lluc Castells y en la versátil escenografía de Alfons Flores (una estación anónima, un club de bailarinas de pole dance donde Manon es la estrella que desciende de las alturas, unas celdas claustrofóbicas, paso previo a la deportación). Pero la presencia constante de unas letras gigantes proclamando Love son un recordatorio que el camino crítico que quiere seguir Ollé y el melodramático que marca la música de Puccini no siempre son coincidentes. Hasta el cuarto acto, en el cual, aparcado el comentario social, la desnudez absoluta de la escena acompaña la tragedia de Manon y Des Grieux, una tragedia sobre la que se cierne, como un sarcasmo cruel, el giro lento e ineluctable de este gran Love como telón de fondo.

El impacto del final de la ópera también se debe a la dirección detallista de un Lorenzo Viotti atento a la riqueza de gradaciones dinámicas y texturas orquestales de la partitura pucciniana. La coordinación entre foso y escena fue mejorando a medida que avanzaba la representación, pero más discutible fue la elasticidad extrema de los tiempos, con una batuta que se recreaba en exceso en los momentos más emotivos de la música en detrimento del impulso del discurso dramático, un riesgo siempre presente en Puccini y en el que Viotti no es ni el primero ni el último en caer. En todo caso, la notable orquesta de Frankfurt siguió sus indicaciones con efectividad.