Reportajes

El hijo pródigo vuelve a casa: el flamante Festival Wagner 22 de Leipzig

Nace en la ciudad natal del compositor el Festival Wagner 22, que entre el 20 de junio y el 14 de julio ofrece la totalidad de las óperas del compositor alemán

01 / 06 / 2022 - Lluc SOLÉS - Tiempo de lectura: 2 min

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lohengrin-leipzig-operaactual 'Lohengrin' en Leipzig, en la producción de Patrick Bialdyga, con Klaus Florian Vogt y Gabriela Scherer © Oper Leipzig / Kirsten NIJHOF

Nace en Leipzig el Festival Wagner 22, que entre el 20 de junio y el 14 de julio ofrece la totalidad de las óperas del compositor alemán, incluyendo una nueva producción de Tannhäuser de Calixto Bieito.

En 1834, Richard Wagner acababa de terminar el manuscrito de su opus 1, Die Feen. 600 páginas de una especie de ópera-monstruo que había de ser la culminación definitiva de la ópera romántica alemana, esa que capitaneaba Carl Maria von Weber. Satisfecho con el resultado, un ilusionado Wagner se presentó ante la dirección de la Ópera de Leipzig –la de la ciudad en la que había nacido en mayo de 1813– con la intención de vender la nueva obra y asegurar así su estreno. Pero sus expectativas se revelaron demasiado altas: el director la rechazó sin pensárselo dos veces, alegando la imposibilidad de llevar a escena una obra de semejantes dimensiones.

El fallido proyecto de Die Feen en Leipzig tuvo consecuencias. Parece que Wagner, hinchado de narcisismo desde muy joven, se tomó el asunto de la peor manera, ya que su primer intento de afirmarse como el genio que siempre creyó ser había fracasado. Quizás a raíz de todo ello, y aunque en vida se dejó ver a menudo por su ciudad natal, la relación de Leipzig con la obra de su hijo pródigo ha sido siempre complicada. Así lo cree Ulf Schirmer, actual director de la Ópera de Leipzig y principal artífice del intento más ambicioso jamás acometido de hacer las paces con el bardo sajón: el Festival Wagner 22, que llevará a escena, entre el 20 de junio y el 14 de julio, la totalidad de las óperas de Wagner. Una detrás de la otra.

© Oper Leipzig / Tom SCHULZE

Una escena de la nueva producción de 'Tannhäuser' de Calixto Bieito

Detrás de este enorme esfuerzo artístico de producción y de programación, se esconde la convicción de que hay que corregir un déficit. Algo así como un miedo a enfrentarse a la obra de Wagner ha caracterizado a la Ópera de Leipzig durante toda su historia moderna. En el teatro no ha cuajado la costumbre, por ejemplo, bien arraigada en la mayoría de escenarios alemanes, de ir actualizando el Ring periódicamente. Faltaba, así lo expresa Ulf Schirmer a ÓPERA ACTUAL, “una cierta sensibilidad al respecto”. A su llegada a la compañía, en 2013, Schirmer se puso manos a la obra “para llenar este vacío con el estreno del primer Rheingold producido en Leizpig desde los años ochenta”. Götterdämmerung cerró el ciclo en 2016 y, paulatinamente, durante los últimos años, fueron llegando todos los títulos wagnerianos que faltaban en el repertorio del teatro. En 2022 no se celebra, pues, ningún aniversario, sino el hecho de contar con la totalidad de la obra operística de Wagner. La presentación de los 13 títulos en solo tres semanas –incluyendo un nuevo Tannhäuser encargado a Calixto Bieito– es la culminación de un largo esfuerzo de reconciliación.

Wagner no lo hubiera aprobado

No es del todo cierto, sin embargo, que el Festival Wagner 22 no tenga nada que ver con una efeméride. La aventura emprendida por Schirmer en Leizpig empezó en 2013 “con la celebración de los 200 años del nacimiento del compositor”. En la Stadthalle se estrenaron aquel año sus tres óperas tempranas, Das Liebesverbot, Die Feen y Rienzi, una opción muy poco convencional. Muy pocos se atreven a programar estos tres experimentos de juventud y el mismo Wagner prohibió explícitamente su interpretación en el templo de Bayreuth. Lo que parece evidente es que el compositor no quería correr el riesgo de dilucidar el tortuoso recorrido inicial ante un público ya convencido. Esto hace todavía más interesante el gesto valiente de llevar a escena estos pecados de juventud. Con la mencionada Die Feen, seguida de un Liebesverbot concebido desde su parentesco evidente con la commedia dell’arte y lejos de cualquier idea metafísica, empezará en Leipzig un recorrido que Wagner no hubiera aprobado jamás. El espectador que esté en las 13 representaciones seguirá de cerca el desarrollo del genio, desde la naÏveté culpable de un Romanticismo en decadencia a la certeza de haber reconciliado el arte con la religión.

© Oper Leipzig / Kirsten NIHOF

Una escena de 'Die Feen' en el Festival Wagner

La dimensión histórica del Wagner 22 tiene una relevancia especial. No es la primera vez que Leizpig acoge un evento de estas características. En 1927, el por aquel entonces director de la Ópera, Gustav Brecher, ampliamente conocido y admirado en los países de habla germana, empezó a planificar la interpretación consecutiva de todas las óperas de Wagner. El año que se había marcado para realizarlo era 1933, el de la subida al poder de Hitler. El gobierno nacionalsocialista no tardó en despedir de su puesto a Brecher por ser judío, quien se acabó suicidando en Ostende en 1940, junto a su madre, camino al exilio. Quizás lo más perverso de todo es que su estrategia no pasó desapercibida para el festival, ni mucho menos. Los nazis se la apropiaron y la realizaron al detalle en 1938, obviamente ignorando el nombre de su artífice.

© Oper Leipzig / Tom SCHULZE

Una escena de 'Parsifal' en el Festival Wagner

Pero parece que Leipzig también ha olvidado el nombre de Brecher. No hay en la ciudad ninguna calle dedicada a él, ningún teatro le rinde homenaje. Pero esto cambiará en junio. Desde la conciencia de que la música es, al fin y al cabo, inseparable de la historia y la política, el Wagner 22 quiere contribuir a restablecer la memoria de Gustav Brecher. A expensas de la Ópera de Leipzig, un relieve de bronce será colocado en lo alto de la sala de ensayos, que llevará el nombre del gestor. Además, una placa de piedra (Stolpersteine)será colocada en la entrada de su antigua casa, en el barrio de Markkleeberg. Repartidas por todo el territorio alemán, las famosas Stolpersteine –literalmente, “piedras para tropezarse”– son losas conmemorativas estratégicamente colocadas casi siempre en zonas de paso para que la gente tropiece con ellas. Igual a como uno se tropieza, una y otra vez, con la memoria de lo indescriptible. Que los 13 monumentos de Wagner sean también Stolpersteinen para el recuerdo de Brecher y de todos los que compartieron su suerte.– ÓA