Reportajes

Vincenzo Bellini, a 185 años de su muerte

Tan solo un puñado de las diez óperas que escribió fueron suficientes para transformar su música en fundamental

01 / 09 / 2020 - Pablo MELÉNDEZ-HADDAD - Tiempo de lectura: 3 min

Print Friendly, PDF & Email
'La Sonnambula' en la temporada de Las Palmas de Gran canaria con Jessica Pratt en el rol protagonista © ACO / Nacho GONZÁLEZ
'I Puritani' de Bellini, en un montaje del Teatro Real estrenado en el Municipal de Santiago de Chile © Teatro Real / Javier DEL REAL
La 'Norma' futurista de Carlus Padrissa en el Odeón Herodes Ático © Festival de Atenas / Dimitris SAKALAKIS
Noches estreno 'Il Pirata' en la puesta en escena de Emilio Sagi coproducida con La Scala de Milán © Teatro alla Scala / Brescia & Amisano

Murió prematuramente. El inmortal universo que creó este genio de la melodía y que dio alas al talento de figuras clave de la ópera como Giuditta Pasta, Lily Pons o Maria Callas, quedó truncado con su muerte ocurrida antes de cumplir 34 años. Pero un puñado de las diez óperas que escribió fueron suficientes para transformar su música en fundamental.

El genio de Vincenzo Bellini (1801-35) se apagó demasiado rápido. El creador de las embriagadoras melodías que dan vida a Norma, I Puritani o La Sonnambula comenzaba a construir un catálogo que prometía cuando la muerte le sorprendió. Su obra lo distingue como uno de los primeros compositores que logran imponer credibilidad a su teatro musical al hacer creíble el canto como vehículo de expresión. En sus obras la voz expresa aquello que siente el personaje y que no puede oírse en el teatro de prosa, adelantándose incluso a la revolución wagneriana. El lirismo de las partituras de Bellini contribuye a que esta expresión pueda hacerse convincente, postulando un tiempo y un espacio determinados, únicos, que forman parte de una eternidad suspendida en alguna dimensión.

Vincenzo Bellini

Bellini logró en sus partituras aquello que en Rossini y en el primer Donizetti –los otros dos grandes nombres del belcantismo romántico– solo se insinúa: consiguió cargar de intención teatral sus eternas melodías, su coloratura, sus trinos. Él unificó la mirada psicológica de un personaje con el ornamento vocal que imponía desde la partitura y en esto radica uno de sus grandes aportes; cada aria contribuye a la descripción del personaje y de la acción, algo que no siempre se aprecia en obras de ese período, bastante apegado al clasicismo.
Aunque recurrente, la comparación entre los tres compositores belcantistas es fundamental, considerados padres de la ópera italiana moderna. Bellini compuso en su breve vida solo diez óperas y nunca se interesó por el género bufo en una época en la que representaba un espléndido negocio. Sus contemporáneos, además, trabajaban más rápido. Mientras Rossini escribió (o reescribió) 39 óperas en 20 años, Donizetti hizo más de 70 en 28 años y Giovanni Pacini alcanzó el récord de 100 en cuatro décadas. Bellini, en cambio, compuso más o menos una por año.

"Una relación íntima con su compañero de estudios Francesco Florimo, cimentada en una generosa correspondencia, dejó un legado que permite descubrir a un Bellini diferente"

Su primera formación musical provino de su abuelo en su Catania natal, para después continuar en Nápoles. El sopranista Girolamo Crescentini, profesor de canto de Isabella Colbran –primera esposa de Rossini–, le tomó como discípulo. Tras una agitada vida estudiantil en la que también se interesó por la política –militó en el movimiento libertario de los carbonari, antiborbón–, en 1822 conoció a quien entonces era su ídolo, Donizetti. Una relación íntima con su compañero de estudios Francesco Florimo, cimentada en una generosa correspondencia, dejó un legado que permite descubrir a un Bellini diferente y en el que quedó reflejado cómo veía a Donizetti. Después de ser presentados, Bellini confesó que consideraba al maestro no solo un gran talento, sino, además “grande, atractivo, noble y dulce, que inspira afecto y respeto”. Pero esta admiración no sería para siempre. Su posterior actitud ante el genio bergamasco, competitiva y vindicativa, provocó los más enardecidos pasajes en la correspondencia con Florimo expresando su envidia ante los triunfos de Donizetti y también de Pacini, llegando a asegurar que “es imposible que dos hombres que hacen lo mismo puedan ser verdaderos amigos”.
La relación que estableció con Rossini, en cambio, parece haber sido más amable. Cuando escuchó Semiramide por primera vez, Bellini quedó tan afectado que pensó que nunca escribiría “música de esa calidad”, según escribió. Muchos de los compositores de la época se convirtieron en seguidores del maestro de Pésaro, pero Bellini trató de consolidar un lenguaje propio. A nivel músico-dramático, la vertiente belcantista que impuso en sus obras se relaciona más con una suerte de misticismo hedonista que con la carnalidad rossiniana. Bellini se decanta más por reflejar una sensibilidad íntima, describiendo a sus personajes con ojo clínico gracias a su escritura musical. Su estilo es refinado, su armonía sensible y su línea melódica expresiva.

Rey de la melodía

Verdi se refería al estilo de Bellini como eminentemente melódico: “Sus obras poseen melodías extremadamente largas, como nadie las había concebido anteriormente”. Melodías equilibradas, simétricas, perfectas y con variedad de recursos técnicos compositivos –aunque sencillos y sutiles– para lograr determinadas atmósferas, como abundancia de cadencias armónicas durante largos períodos. El romanticismo de Bellini aparece siempre reflejado en su éxtasis sonoro; sus elegantes melodías ganan en intensidad a medida que se desarrollan. Berlioz, Wagner y Verdi, tres de los más grandes innovadores del teatro musical del siglo XIX, se interesaron en la obra belliniana y analizaron sus óperas. En la construcción rítmica de las líneas vocales de los personajes bellinianos, como hizo Donizetti o el primer Verdi, hay una inclinación por isorritmos, en los que la primera frase de la melodía se mantiene hasta el final, lo que puede apreciarse en esas “melodie lunghe, lunghe, lunghe”, como las describía Verdi. Su estilo armónico, su delicado tratamiento de la disonancia es también una de sus características definitorias.

El canto belliniano exige un perfecto equilibrio entre bel canto y tensión dramática; si solo se insiste en el aspecto lírico o delicado, se está falseando el espíritu de la partitura. El lujoso sonido conseguido por Bellini, sin embargo, posee una gran economía de recursos, manteniendo, en general, el concepto de escena a la italiana; las arias y conjuntos están muy subdivididos, aunque más que ningún otro compositor de su época minimizó la diferencia entre aria y recitativo, estos últimos siempre con un carácter cantabile, casi como si fueran un pasaje de un aria.

El compositor ya estaba consagrado cuando murió semanas antes de cumplir los 34 años, en Puteaux, Francia. Aunque nunca se llegaron a aclarar los rumores que decían que había sido envenenado estando en París, al parecer la causa fue una infección intestinal aguda. El propio Rossini fue quien se encargó de sus funerales, e incluso ordenó una autopsia del cadáver. A sus óperas se unen cinco sinfonías, obra instrumental, de cámara y, sobre todo, música vocal, mucha de ella hoy prácticamente olvidada.– ÓA