Reportajes

Tres reyes víctimas de la pandemia

Hace ahora un año la Scala tenía previsto reponer 'L’amore dei tre re', ópera de Montemezzi estrenada en el teatro milanés en 1913

01 / 05 / 2021 - Roger ALIER - Tiempo de lectura: 6 min

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TRE rei La ópera de Montemezzi en el Festival Opera Holland Park, en 2015 © Opera Holland Park / Robert WORKMAN

Hace ahora un año, en mayo de 2020, la Scala tenía previsto reponer L’amore dei tre re, ópera de Montemezzi estrenada en el teatro milanés en 1913. Con ella se cierran las puertas al verismo e introduce un nuevo concepto dramático que influiría a los compositores de los albores del siglo XX, cuyas obras son hoy consideradas como postveristas.

En mayo del infausto 2020, La Scala de Milán tenía prevista la reposición de la curiosa ópera de Italo Montemezzi (1875-1952) L’amore dei tre re, estrenada en ese mismo teatro el 10 de abril de 1913 bajo la batuta de Tullio Serafin, y que puede ser considerada como la primera ópera que cierra las puertas del verismo e introduce un nuevo concepto dramático y musical al que se apuntarían luego Mascagni, Giordano y otros compositores ya inmersos en el siglo XX. A falta de mejor calificativo, a las óperas que aparecieron después se las considera postveristas.

L’amore dei tre re está basada en un libreto del dramaturgo toscano Sem Benelli (1877-1949), que la estrenó en 1910 como obra teatral y cuyo texto pasó casi sin cambio alguno a la partitura de Montemezzi. El éxito de la ópera fue inmediato desde su estreno milanés; en el reparto figuraban Luisa Villani (Fiora); Carlo Galeffi (Manfredo) y Nazzareno De Angelis (Archibaldo). Muy pronto cruzó el Atlántico y llegó al Metropolitan de Nueva York el 2 de enero de 1914, dirigida por el mítico Arturo Toscanini, con la célebre soprano valenciana Lucrezia Bori en el papel de Fiora y De Angelis repitiendo como Archibaldo. Unas semanas más tarde se dio también en Boston, con la Bori y el bajo Pavel Ludikar. Ese mismo año fue recibida en el Covent Garden de Londres con Adam Didur y Louise Edvina; se dieron solo tres funciones, pero si no hubiese sido por el estallido de la Primera Guerra Mundial, el paso de L’amore dei tre re por los principales escenarios operísticos del mundo hubiese sido inmediato. Sin embargo sí se pudo estrenar en el Teatro Colón de Buenos Aires en 1914 y en el Teatro Real de Madrid –capital de un país neutral como era España– al año siguiente. A pesar del mal ambiente, también ese mismo año subió al escenario del Théâtre des Champs-Élysées de París.

“La ópera de Italo Montemezzi cierra las puertas al verismo e introduce un nuevo concepto dramático y musical”

No dejó de aparecer este título en la postguerra, y en 1926 volvió a Nueva York con Rosa Ponselle, Beniamino Gigli y siempre con Adam Didur; dirigía Tullio Serafin, el padrino de la obra, y en los años de entreguerras también se estrenaría en francés, alemán y esloveno. El día de Navidad de 1930 se estrenó en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, pero se ofrecieron únicamente dos funciones. Menos afortunado fue su regreso al Liceu más de medio siglo más tarde, en 1973, montada de cualquier modo y con un discreto Pedro Lavirgen en el papel de Manfredo. El bajo Dimiter Petkov cantó el papel de Archibaldo y Attilio D’Orazi fue un Manfredo poco inspirado. De todos modos, es curioso que este título regresara a Barcelona en una época en la que la ópera era casi desconocida, incluyendo al crítico Xavier Montsalvatge, quien no dudó en reconocerlo en una nota publicada en el periódico La Vanguardia.

Esquemas postveristas

Los esquemas musicales y vocales del post­verismo son bastante parecidos a los del verismo, pero su enfoque argumental suele ser mucho más dramático, con contenidos pasionales violentos. En gran parte la nueva tendencia surgió por influencia de la dramaturgia de Gabriele D’Annunzio, que tendría fuertes conexiones con la ideología fascista que en los años siguientes se consolidaría en la vida musical italiana de la época mussoliniana.

Por otra parte, sorprende que, al analizar la lista de las tres grabaciones de esta ópera en CD, se descubra entre los intérpretes –de la última de ellas– a Plácido Domingo en el papel de Manfredo; se trata de la más reciente, realizada en 1966. El primer registro, de 1941, tiene el interés indudable de contar con el propio compositor a la batuta, con Ezio Pinza y Grace Moore, y en la segunda, de 1951, al justamente famoso barítono Sesto Bruscantini adaptándose con inmensa eficacia al tremendo rol de Archibaldo con una profesionalidad admirable.

Los reyes Archivaldo, Manfredo y Avito

La acción de la ópera se desarrolla en el siglo VI, en una zona montañosa del norte de Italia que lleva el nombre de Altura. La invasión de los bárbaros se ha situado en una zona más llana, donde se instala el jefe invasor, Archibaldo, que se ha proclamado rey, y que con los años no ha perdido su fortaleza pero sí la vista. Deambula por el gran castillo en el que reside ayudado por su lazarillo, el joven ítalo Flaminio; el anciano está secretamente enamorado de su nuera Fiora, una princesa de Altura que los nativos, para salvarse, entregaron al hijo de Archibaldo, Manfredo, que la ama con pasión. Manfredo fue educado en el cristianismo por el propio Archibaldo y se mantiene fiel a Fiora, pero ella mantiene una relación amorosa con Avito, que los habitantes de Altura reconocen como rey. Por las noches, Avito llega en secreto al castillo de Archibaldo, donde siempre le espera Flora. Flaminio mantiene distraído al viejo Archibaldo para que no note nada, aunque este sospecha, quien un día reaparece con sus pasos pesantes que la cuerda de la orquesta hacen oír claramente. Avito huye, pero el viejo nota la presencia de Fiora en la terraza. Se oyen trompetas que anuncian la llegada de Manfredo, que regresa al castillo para ver a su mujer. El ciego obliga a Fiora a fingir que dormía y despide el primer acto lamentando que, aunque no ve, intuye que la muchacha es infiel.

En el segundo acto, Manfredo se despide cariñosamente de Fiora y le pide que desde la torre del castillo le diga adiós con un velo. Ella obedece y mientras Manfredo galopa alejándose le saluda con el velo, pero de pronto viene a encontrarla Avito, quien ha estado oculto en el castillo. Fiora deja caer el velo y aunque ha quedado prendada de Manfredo pronto recupera su pasión por Avito. Se oyen los siniestros pasos de Archibaldo y Avito se escapa a tiempo, pero el terrible anciano ahora tiene la seguridad de que Fiora miente y, llevado por su pasión, estrangula a la muchacha. Mientras tanto Manfredo, al ver que Fiora ya no le saluda con el velo, imagina que puede haber caído y regresa rápidamente (su subida a la torre se oye en la orquesta). Allí Archibaldo le confiesa que ha matado a Fiora, porque era “impura como la noche” y tomando el cuerpo de la muchacha sobre sus hombros le dice a Manfredo que con sus pasos lo guíe para bajar al castillo, pues no quiere que vea las huellas de sus “dedos paternos” en el cuello de la víctima.

En el último acto aparece un coro de gente del pueblo que comenta en voz baja lo sucedido: la difunta Fiora está vestida de blanco y rodeada de flores. Las mujeres del coro atribuyen su muerte al viejo Archibaldo y rezan por ella. Avito se presenta entonces y, después de quedarse solo con la difunta, expresa su dolor y acaba besándole en la boca. Pocos instantes después empieza a sentir una extraña afección. Entra Manfredo, que reconoce a Avito, y le confiesa que el tremendo anciano ha colocado un potente veneno en la boca de la difunta. Avito se sorprende por esta añagaza, y Manfredo le confiesa que ha sido obra del viejo Archibaldo. Avito se siente morir, pero Manfredo quiere saber si realmente Fiora le amaba. Avito se lo confirma y le dice que si quiere vengarse que lo haga rápidamente. Manfredo no se ve capaz de odiar a su rival, y ante la pérdida de su amada, se acerca a la difunta y también le besa la boca, cuyo veneno empieza a actuar. Por la escalera baja Archibaldo que exclama triunfante que ya ha cazado al traidor, pero encuentra a Manfredo moribundo quien, tristemente, lo desengaña. El anciano se desespera por haberse quedado inmerso en la oscuridad después de haber causado la muerte de su propio hijo. –ÓA