Reportajes
Mario Lanza, el tenor del cine
A 100 años de su nacimiento
Pocos cantantes han conseguido la influencia y la repercusión del tenor Mario Lanza, que, con escasos roles interpretados en teatros líricos durante su carrera, cautivó a millones de espectadores con sus apariciones en el cine de Hollywood. Fallecido prematuramente a los 38 años de edad, su carisma despertó el amor por la ópera de artistas como Plácido Domingo o Josep Carreras.
Alfredo Arnold Cocozza, nombre original de Mario Lanza (Filadelfia, 1921-Roma, 1959), destacó desde pequeño por sus dotes como cantante: con tan solo 16 años captó la atención del director de la Sinfónica de Boston Serge Koussevitzky, quien le proporcionó una educación musical en el centro de Tanglewood, Massachusetts. Allí, con 21 años, ya bajo el nombre artístico de Mario Lanza (en referencia a su madre, Maria Lanza, cantante lírica frustrada que nunca llegaría a hacer carrera), empezó a representar roles operísticos como el de Roldofo de La Bohème, sorprendiendo a la crítica por la belleza de su voz de tenor lírico spinto y la vivacidad de su caracterización dramática.
Ahora bien, su aplaudida recepción en el panorama musical, que deseaba verle pronto actuar en el Metropolitan neoyorkino, quedó interrumpida por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue reclutado por los Servicios Especiales de la armada estadounidense para combatir en Europa. Ganada la guerra, reanudó su meteórica carrera musical y, en 1947, protagonizó una gira por Estados Unidos, Canadá y México acompañado por el bajo George London y la soprano Frances Yeend, cosechando de nuevo grandes éxitos y elogios de la prensa especializada, que resaltaba su enorme capacidad para conectar con la multitud. Durante el viaje, en una actuación en un teatro de Hollywood, el tenor asombró al millonario director de la Metro-Goldwyn-Mayer, Louis B. Mayer, quien rápidamente le fichó para su estudio.
Así pues, Lanza cambió el calor de los escenarios por la magia de la pantalla, que no hizo más que acrecentar su fama, convirtiéndole en uno de los rostros más célebres del Star System de la década de los cuarenta y cincuenta. Y es que, con la calidad de su voz y su dominio de la escena, el tenor consiguió seducir a través de la cámara a millones de espectadores, en un momento en que la cara visible de los estudios era literalmente la de los actores y actrices de las películas, que acaparaban los focos, muy por delante de los directores y aún más de los guionistas. El “Clark Gable cantante”, le llamaban…
Un Caruso de película
Tras varias películas y discos llegaría su primer gran éxito en pantalla, The Great Caruso (1951), film biográfico altamente ficcionado sobre el mítico cantante italiano Enrico Caruso, admirado por Lanza y que justamente murió el día en que él nació. La película fue dirigida por Richard Thorpe, un fijo de la Metro especialista en films musicales que años más tardé dirigió El Rock de la cárcel (1957) con Elvis Presley –también fan declarado de Lanza–; y supuso un gran éxito comercial y de crítica.

Póster de su aclamada película sobre Enrico Caruso de 1951
Efectivamente, todos coincidían en que el joven intérprete conseguía captar y rememorar a la perfección las mejores dotes del inmortal cantante italiano y, es más, 40 años después del estreno, Enrico Caruso Jr. remarcó que Lanza era el único artista capaz de protagonizar a su padre. Además, el éxito del film también contribuyó indudablemente a que jóvenes espectadores de todo el mundo se interesaran y descubrieran la ópera, algunos de ellos futuras estrellas.
Es el caso, por ejemplo, de Plácido Domingo y Josep Carreras, quienes siempre han reconocido la fascinación por el género lírico que les despertó ver de pequeños a Mario Lanza en pantalla. “Si soy cantante de ópera es gracias a Mario Lanza”, declaró Carreras en una entrevista de 1994; y Domingo, por su parte, ha expresado su pasión por el timbre y la pasión del tenor: “Debo mi amor por la ópera a un chico de Filadelfia”, certificaba. Luciano Pavarotti, Roberto Alagna o Joseph Calleja son otros cantantes que crecieron admirando las películas del intérprete, e incluso el citado Elvis Presley, quien, un año después de la muerte del cantante, grabó una versión inglesa del O sole mio que había popularizado Lanza.
Fama, alcohol y muerte
Aunque sus pocas actuaciones en los grandes teatros de ópera no le sitúan entre los mejores cantantes del siglo XX, es incuestionable que Mario Lanza posee la ascendencia y la repercusión de los intérpretes cumbres del género.
Su segundo gran triunfo cinematográfico, aunque menor que el de su Caruso, fue Serenade (1956) –en España, Dos pasiones y un amor– del reconocido director Anthony Mann. La película, protagonizada por un reparto de primera categoría que completaban Joan Fontaine, Sara Montiel y Vincent Price, narra la historia de un humilde trabajador que aspira a convertirse en tenor profesional. Un melodrama con final feliz en que Lanza interpreta a un joven aspirante que lucha por su sueño y vive una encrucijada amorosa entre los personajes de Fontaine y Montiel. El film está lleno de números musicales cantados por Lanza, desde temas compuestos expresamente para la película, como la Serenade con la que seduce a la Montiel, o fragmentos de óperas como Otello o Der Rosenkavalier.
Durante los primeros años de su contrato con la Metro Lanza siguió cantando ópera en teatros, destacando con su Pinkerton de Madamma Butterfly y su Alfredo de La Traviata en la Ópera de Nueva Orleans. Sin embargo, su primer gran éxito en pantalla lo alejó progresivamente de los escenarios y ya nunca volvió a formar parte de una producción operística, aunque se especuló que antes de su muerte estaba trabajando para el cine en Italia y que volvería a las tablas como Canio de Pagliacci en la Ópera de Roma.
Lo cierto es que la fama de Hollywood, además de proveerle de reconocimiento y popularidad, también le abocó a una vida llena de conflictos, adicciones y excesos, que le obligaban, por ejemplo, a adelgazar de forma neurótica antes de los rodajes para adecuarse al papel. Unas dificultades que acentuaron irremediablemente su delicado estado de salud, que marcó unos últimos años de carrera con múltiples cancelaciones por enfermedad. Finalmente, el 7 de octubre de 1959, en Roma, Mario Lanza falleció a los 38 años de edad; una muerte prematura pero anunciada que conmovió a sus admiradores por su injusta precocidad y por la dimensión del ídolo que se despedía. -ÓA

Mario Lanza junto a Sara Montiel en una escena de 'Serenade', protagonizada también por Joan Fontaine y dirigida por Anthony Mann