Reportajes

Maria Callas inspira una nueva ópera

01 / 03 / 2021 - Juan Antonio MUÑOZ - Tiempo de lectura: 8 min

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Maria Callas ayudó a acuñar el concepto de 'celebrity'. En la imagen, en su visita a Bilbao en 1959 © ABAO Bilbao Opera

El compositor tinerfeño Alberto Roque Santana terminó, después de 20 años, de componer La Diva, uno ópera inspirada en la legendaria Maria Callas con libreto de la soprano húngara Sylvia Sass. Aquí toda la historia…

Los aficionados a la ópera tienen un nuevo título que conocer, y tal vez, que adorar. Género que avanza por la historia desde fines del siglo XVI, la ópera convoca música, poesía, canto y artes visuales, y suma a eso la experiencia del público y de los artistas que la interpretan. Todos esos elementos están reunidos en una nueva partitura, La Diva, concebida como un homenaje a la gran soprano estadounidense de origen griego Maria Callas. El libreto lo ha escrito la soprano húngara Sylvia Sass, estrella de la ópera de los años setenta y ochenta del pasado siglo que conoció a Callas gracias a un encuentro que posibilitó Leonard Bernstein. La gran diva recibió a Sass en París poco antes de morir. Allí, una Callas algo distante e imperativa ordenó a la joven húngara hacer determinadas cosas con la voz. Sass se sintió algo incómoda y le dijo que era mejor para su seguridad que dejaran todo hasta ahí. Y entonces Maria Callas se desarmó, dándole todo tipo de consejos y guiándola hacia la concepción de que «el arte es sagrado». Este resulta ser el punto central de La Diva.

Convertida en estrella de la ópera después de una famosa Traviata en Aix-en-Provence, el nombre de Sylvia Sass se adhirió al de Maria Callas. El empresario de ópera británico Alan Sievewright, quien produjo el filme docu­men­­tal Maria, comenta así los hechos: «Tildaron a la Sass como la nueva Callas. Fue un truco promocional. Los medios de comunicación suelen estar muy aburridos… Le hicieron lo mismo a Elena Suliotis». Como Callas, Sass parecía poder cantarlo todo, incorporando a su repertorio personajes que eran dominio absoluto de la griega: Lady Macbeth, Violetta, Medea, Tosca y Norma, entre ellos.

 

La idea de la ópera comenzó a gestarse en el año 2000, cuando Sass ya había terminado su carrera. Entonces decidió hacer un homenaje a la Callas escribiendo un libreto de ópera: «Como cantante lírica, viví en el ambiente del teatro, escudriñando de cerca este mundo mágico que a veces puede adquirir tonalidades trágicas», comenta a ÓPERA ACTUAL desde Budapest. «Tuve la fortuna y el privilegio de conocer personalmente a Maria Callas. Admiro su arte, único e irrepetible. Ella revolucionó la interpretación, por lo que la creación de sus personajes todavía hoy puede considerarse moderna. La trama de la ópera La Diva es una historia que le puede ocurrir a todos los grandes artistas. Por eso creé un personaje que revelara su fragilidad y también su grandeza: es esta sensibilidad superior, casi excesiva, la que permite crear en un escenario roles como Medea o Norma. No quise que la trama se limitara a contar la historia de su vida, sino que el personaje de Maria se convirtiera en una figura simbólica, una heroína teatral como Adriana Lecouvreur. El entorno del teatro está envuelto en un gran misterio, hay focos y aplausos, pero también está la otra cara, oscura y secreta, en la cual se esconden celos y sacrificios, todo al servicio de este arte sublime llamado ópera«.

Para elaborar la partitura, Sass escogió como colaborador al compositor tinerfeño Alberto Roque Santana (San Cristóbal de La Laguna, 1961): «Buscaba a alguien que fuera capaz de encontrar la clave musical para representar el alma compleja de la protagonista, demostrar su grandeza, su devoción al arte, su fragilidad y su trágico final. Conocía algunas composiciones vocales e instrumentales de Alberto, que es español y que vive en Budapest, y le sugerí leer el libreto. Era consciente de la diversidad de expresiones, colores y personajes necesarios para este trabajo; y también sabía que habría un clímax, una escena final con la protagonista y el coro que requería de mucha agilidad en el ritmo. Estaba convencida de que él sería el compositor ideal para dar vida a La Diva«.

La obra de Santana está escrita para gran orquesta y coro, consta de ocho escenas en dos actos y tiene una duración de dos horas y media. Son seis personajes: Maria (soprano dramática), Romano (su novio, que la abandona por otra, tenor), Annetta (su camarera, mezzosoprano), el Director (un viejo amigo de Maria, barítono), Barnaba (temido crítico de ópera, bajo-barítono) y Floria (joven cantante que visita a Maria, soprano). Como se ve, hay referencias a la vida de Callas, pero también al mundo de la ópera: Romano se identifica con Aristoteles Onassis, amor de la artista griega que la abandonó por Jacqueline Kennedy; el Director podría representar a Leonard Bernstein; Barnaba es el nombre del malvado personaje de La Gioconda y Floria se llama la protagonista de Tosca, que tanto Callas como Sass cantaron innumerables veces.

«La ópera está escrita enteramente con notación tradicional» apunta el compositor Alberto Roque Santana. «No he incluido ningún instrumento ajeno a la orquesta sinfónica convencional, ni tampoco uso elementos electroacústicos en mis obras. La ópera comienza con Maria cantando al fondo del escenario hacia un público colocado también al fondo, en un teatro imaginario. Al terminar su aria, recibe una tremenda ovación. Maria saluda y se retira, saliendo entre bastidores y quedando ante el público verdadero. En el escenario le espera un coro eufórico que da vida a fotógrafos, admiradores y periodistas. Lo que cantaba el personaje es justamente el aria final de La Diva. Esto fue idea mía: jugar con los tiempos presagiando y anunciando el drama final desde el comienzo».

Sylvia Sass: “No quise que la trama se limitara a contar la vida de Callas, sino que el personaje se convirtiera en un símbolo”

ÓA: ¿El personaje de Callas surge de manera clara o es una alusión más bien a lo que ella significó y sufrió?

Alberto Roque Santana: Aunque en un principio la idea era reflejar lo que ella significó y sufrió, al igual que tantas otras grandes estrellas de la escena, el personaje de Maria Callas surge de manera inevitable. Especialmente porque hay una escena en la ópera, en la que se muestra el encuentro de la jovencísima Sylvia Sass y Leonard Bernstein con Maria Callas en el apartamento de esta última en París, en 1976.

ÓA: El mundo de los músicos contemporáneos suele aborrecer lo que suene a línea vocal, melodía, etc… En sus trabajos la melodía existe y también es claro que le apasionan las polirritmias. ¿Cómo será en este caso?

A. R. S.: En Europa la melodía fue evitada, condenada y aborrecida por muchos compositores durante varios decenios. Su uso era casi un pecado capital. Hoy día se vuelve a ella, aunque con cautela. En Estados Unidos y en el continente americano en general, sí que se siguió usando. El proceso fue muy diferente. Creo que, durante el proceso de creación, lo esencial es ser honesto, ser crítico con uno mismo. Batallar con las ideas sin descanso y trabajar con constancia y disciplina. Solo así encontrarás tu propio camino –estilo–, intentando ser tú mismo, dando forma a aquello en lo que verdaderamente crees y dejando de lado todo tipo de superficialidades y recursos aditivos banales e innecesarios según tu propio criterio. Sí, efectivamente, uso la melodía. Y uso también polirritmias en determinados pasajes de la obra, como bien apunta.

ÓA: Usted ha trabajado antes con textos de Quevedo, Lorca, Verlaine, Boito, Pessoa… Y ahora con uno de Sylvia Sass. ¿Cuál cree que es la mayor riqueza del libreto que ella escribió?

A. R. S.: Su nobleza, sin duda. La devoción, cariño, comprensión y respeto que refleja hacia la memoria de Maria Callas en sus dos facetas: la artística y especialmente la humana. He de mencionar aquí que, junto a Sylvia Sass, han colaborado otras dos personas en la elaboración del libreto, y que realizaron un trabajo espléndido: el escritor húngaro Mihály Kal Pintér, y el traductor Leonardo Boldrini, autor de la versión italiana que he usado.

ÓA: El coro también tiene una participación importante en la obra.

A. R. S.: Sí, muy importante. En el primer acto hay un coro de periodistas, paparazzi y admiradores felicitando a Maria por su grandioso éxito. En el segundo, el coro actúa como el subconsciente de María, apareciendo en escena como figuras irreales y grotescas en sus pesadillas, gritándole palabras y comentarios ásperos y crueles, riéndose de su terrible sufrimiento. Las escenas con los coros son musicalmente muy rítmicas, vivas e intensas.

ÓA: Comenzó a escribir esta ópera en el año 2000. ¿Cómo fue el proceso? Seguramente usted mismo evolucionó como artista en todo este tiempo.

A. R. S.: Sí, me llevó unos veinte años componer La Diva. Fue un largo proceso. Pero esto no quiere decir que estuviese todo ese tiempo dedicado a ella exclusivamente. En este período seguí dirigiendo, grabando, viajando… Compuse otra ópera, un oratorio, varios conciertos para instrumento solista y orquesta, un ciclo completo de 26 canciones para voz y piano, numerosas obras corales y mucha música de cámara: dúos, tríos, cuartetos. Cuando me enfrenté a este reto que me propuso Sylvia Sass, caí sumergido en un mar de dudas de todo tipo. Nunca antes había escrito una ópera. Era una responsabilidad muy grande porque, por un lado estaba Sylvia, no solo una maravillosa cantante sino además un músico extraordinario, y por otro lado, se trataba de dar vida en el escenario y homenajear nada menos que a la memoria de Maria Callas, con el tremendo peso que eso conlleva. Pasé por un primer período de unos dos años sin escribir nada, un período en el que simplemente estudiaba a fondo el libreto, analizando cada personaje e imaginando, visualizando mentalmente la escena. Como no tenía un plazo para entregar la partitura ni había fecha alguna para un posible estreno, iba tranquilo y sin prisas, hasta que sentí el momento de escribir aquellos primeros compases. En realidad, ya la tenía prácticamente toda en la cabeza. Y sí, rechacé y modifiqué muchas cosas durante todo este tiempo. Defecto o virtud, en mis composiciones soy muy exigente conmigo mismo. Suelo volver mil veces sobre lo escrito, a analizarlo, comprobarlo, cambiarlo si es necesario, o tirarlo a la basura si me surge un simple segundo de duda en alguna parte de la partitura. Y entonces rehacerlo, lo reescribo mentalmente o en papel.

ÓA: En sus inicios usted tuvo gran cercanía con Leonard Bernstein y Georg Solti. ¿De qué manera le marcaron?

A. R. S.: Imagino que de la misma forma que marcaría a un joven pintor sentarse junto a Picasso y aprender de su discurso, de su trabajo.

ÓA: Alguna vez dijo usted que se aprendía más en un ensayo con Solti que durante cinco años en cualquier conservatorio.

A. R. S.: Es cierto. Ante todo, respeto riguroso y absoluto a la partitura y a la intención del compositor. Este es el Primer Mandamiento. Cómo articular un ensayo, cómo construir una frase musical, cómo mantener el tempo, cómo trabajar con solistas y cantantes… Y luego hay aspectos técnicos de la dirección de orquesta, desde conseguir que todos los instrumentos entren juntos en un mismo acorde, con absoluta precisión, hasta el equilibrio sonoro de las secciones, la intensidad, cómo mantener la tensión, cómo trabajar las secciones rítmicas de la partitura o el acompañamiento de un tema, de una melodía. Era impresionante comprobar cómo Solti mantenía la absoluta concentración de toda una orquesta de 80 o 90 instrumentistas durante un ensayo de tres horas con una intensidad y profundidad inauditas y con aquella energía inagotable tan suya. Los tenía a todos en un puño, apenas se atrevían a respirar. Y siempre tratándolos con absoluto respeto, eso sí. Me quedó muy grabada aquella simpática frase suya cuando hablaba del nivel de las diferentes orquestas: «Yo dirijo de una manera. Si veo que no funciona, dirijo de otra manera. Y si veo que tampoco funciona, entonces ya sé que no es culpa mía».

ÓA: ¿Cuál es su opinión respecto de la música contemporánea? El público no consigue conectarse con experimentos que ya llevan casi un siglo…

A. R. S.: En mi opinión, en los últimos 40 o 50 años, el público se ha sentido –en general– incómodo con las obras catalogadas como contemporáneas. Se ha visto saturado con anti-músicas: obras vacías que pretendían una impresión pseudointelectual, o que abrazaban la antinaturalidad y a la antibelleza como único objetivo, posiblemente intentando provocar el shock inmediato en la audiencia. Obras, en opinión del público, sin pies ni cabeza, o malas, hirientes, malsonantes, irritantes, cuando no excesivamente largas y terriblemente aburridas. Creo firmemente en el derecho de los compositores a escribir libremente lo que deseen, y de la misma manera, creo en el derecho del público a elegir. Y parece que el público, en general, ha manifestado su elección a lo largo de estos años.

Alberto Roque Santana: “En los últimos 40 o 50 años, el público se ha sentido incómodo con las obras llamadas contemporáneas”

ÓA: En las artes en general, pareciera ser que la gran falla es expresiva y que la conexión no se produce, de partida, porque la obra no llega a las emociones, como si estas fueran algo peligroso.

A. R. S.: El público, en general, no siempre ha comprendido lo diferente, lo nuevo, lo último. Lo que ha visto o escuchado no solo no le ha gustado, sino que además le ha escandalizado. Y encima, le ha costado tiempo y dinero. Por tanto, no habrá una próxima vez. No volverá a comprar una entrada. En mi opinión, sin embargo, no podemos asistir a un concierto de música contemporánea con la misma mentalidad con la que asistimos a un programa con obras de Mozart, Schubert o Brahms. Hemos de ir sin prejuicios, con humildad y tolerancia, flexibles, con una mente abierta dispuesta a captar sensaciones y aprender algo nuevo, intentando descubrir nuevos colores, nuevos aromas, nuevas ideas.

ÓA: Además de La Diva, tiene otra ópera en su catálogo…

A. R. S.: Sí, María Liberata, una ópera en dos actos sobre una historia real ocurrida en La Palma (Canarias) a principios del siglo XIX. La compuse entre 2014 y 2018. Trata sobre una mujer terrible, de alta cuna, muy rica, prácticamente la dueña del pueblo, a la que todos temían y odiaban por sus continuos abusos e intransigencia. Al morir, depositaron su ataúd abierto en la cripta de la iglesia y tapiaron la entrada. Años más tarde, tiraron abajo aquella pared y encontraron su esqueleto fuera del ataúd, con un ladrillo en la mano, con el que había golpeado las paredes pidiendo auxilio. La habían emparedado viva. Le pedí al dramaturgo canario Antonio Tabares que escribiese el libreto. Hizo un trabajo magnífico. Esta ópera ya está en manos de un productor, que está intentando organizar el estreno, posiblemente para finales de 2023, si la pandemia lo permite, y buscando alternativas de coproducción con varios teatros y festivales de ópera en España.

ÓA: ¿Hay algún plan para estrenar La Diva?

A. R. S.: De momento no hay fecha. La pandemia lo ha paralizado todo, pero confiamos en que pronto se pueda comenzar a planificar con cierta seguridad y garantías para poder estrenarla en un futuro lo más cercano posible. ÓA