Reportajes

Ludwig van Beethoven: El genio fundamental

Finaliza el 250º aniversario del nacimiento del compositor

01 / 12 / 2020 - Verónica MAYNÉS - Tiempo de lectura: 6 min

Print Friendly, PDF & Email
Beethoven Retrato de Beethoven con el manuscrito de la 'Missa solemnis' (1820), de Joseph Karl Stieler © Beethoven-Haus Bonn

Su influencia sigue marcando la creación musical. A 250 años de su nacimiento, Beethoven continúa asombrando e inspirando. Con su obra, fundamental en la historia de la música, y con solo una ópera, construiría un puente entre el clasicismo y el romanticismo. Más allá de su inmortal Fidelio, el compositor también exploró el lied e incorporó de manera revolucionaria la voz cantada en el género de la sinfonía y hasta en la forma. concierto. 

Aunque escribió solamente una ópera, Ludwig van Beethoven (Bonn, 1770-Viena, 1827) fijó con su inmortal Fidelio las bases del Romanticismo germánico al utilizar en esta obra maestra una concepción sinfónica que impulsa el desarrollo dramático de la trama. Como se puede constatar en el reportaje de las páginas siguientes, su única ópera le daría al compositor muchos dolores de cabeza. Su primer acercamiento al género lírico fue en 1803 con Vestas FeuerEl fuego de Vesta–, ópera inacabada con libreto de Schikaneder, parte de cuya música reutilizó para la composición de Fidelio. El genio de Bonn parecía más interesado en la música instrumental: solo un argumento próximo a su espíritu revolucionario podía atraer su interés hacia el teatro musical, como sucedió finalmente. La obra se suma a un corpus que sienta las bases del Romanticismo germánico; en su ópera trata a la orquesta como parte del desarrollo dramático y a los cantantes como un grupo instrumental, concepción que adoptarían Wagner y Richard Strauss.

Beethoven no supera a Wagner en cuanto a la literatura que ha inspirado, pero es uno de los compositores más analizados de la historia

Autor fundamental de música de cámara y sinfónica, Beethoven fue pianista, intérprete de sus propias composiciones, también director de orquesta y maestro de piano, siendo considerado como uno de los primeros músicos profesionales independientes, que vivía de su música sin adscribirse a una corte o a una entidad religiosa en concreto. Su legado es inmenso y su aporte una piedra fundamental de la historia de la música, punto de encuentro del Clasicismo vienés y del Romanticismo. Sus populares nueve sinfonías son tan trascendentales como sus 32 sonatas para piano, sus cinco conciertos para ese instrumento, la música incidental que compuso para obras de teatro o su importantísimo legado camerístico, incluyendo sus cuartetos.

La música era para Beethoven un instrumento para educar a la sociedad. Las ideas de la ilustración habían calado hondo en él y su obra le servía como método propagandístico del espíritu ilustrado ante la ignorancia, la superstición y la tiranía. Tal empeño lo logró musicalizando poemas de los escritores que más admiraba y que incluyó, por ejemplo, en su popular Novena sinfonía, en la Fantasía coral o en algunos de sus Lieder. Si bien fue en la música instrumental donde su genio produjo las más osadas innovaciones, Beethoven reservó también para la voz una producción privilegiada.

Los 'Lieder'

La voz era uno de los instrumentos predilectos de Beethoven. Entre sus primeras obras se encuentran varias canciones, sus 8 Lieder, Opus 52, escritas entre 1790 y 1792 –último año antes de dejar Bonn–, reagrupadas para su publicación en 1805. No existe entre ellas coherencia literaria ni musical, y dos son de carácter cómico. El viaje de Urian por el mundo, con texto de Matthias Claudius, lo protagoniza Urian, alter ego del diablo que viaja por la tierra para llegar a la conclusión de que el mundo está loco. Marmota, con texto de Goethe, presenta a un personaje que viaja con su marmota, y según anota Beethoven, se debe cantar de modo cómico. El acompañamiento pianístico reproduce el sonido de la gaita del protagonista. En 1795 verá la luz Gegenliebe (Amor recíproco), un himno cuyo visionario motivo temático aparecerá en la Fantasía Coral, y levemente transformado al final de la Novena sinfonía. Poco después, Beethoven pierde audición en el oído izquierdo y sufre tinitus, ruidos constantes de carácter interno; desesperado por el miedo a perder este sentido para él fundamental, crea su primera obra maestra vocal, Adelaide, compuesta en 1796 con texto de Friedrich Matthisson. Es posible que la inspiradora de la pieza fuera su primera intérprete, la cantante Magdalena Willmann, amiga del compositor. La obra, rica en sutilezas expresivas, evoca a la amada inspirándose en la naturaleza y prefigura la profundidad psicológica de los futuros Lieder de Schubert, gran admirador de esta pieza. Matthisson, en la edición de sus poemas de 1815, incluirá el siguiente texto: «Varios maestros han querido dar vida musical a esta pequeña fantasía lírica; pero ninguno le ha dado tanta profundidad como el genial Beethoven».

“La voz era uno de los 'instrumentos0 predilectos de Beethoven y reservó para la voz una producción privilegiada”

Las seis canciones del Opus 48 destacan por su intensa emotividad, y fueron concebidas en 1803. En esa época el compositor ya no oía las conversaciones y había confesado a su médico y amigo Franz Gerhard Wegeler el miedo a que su sordera fuera descubierta. Beethoven recibió curas ineficaces –como la aplicación de corrientes eléctricas–, y era incapaz de escuchar las notas agudas de voces e instrumentos. La joya del Opus 48 es Vom Tode (Sobre la muerte), una dolorosa reflexión de acongojante sonoridad, gestada un año después de la redacción del conocido como Testamento de Heiligenstadt, conmovedora confesión a sus hermanos y al mundo del drama que lo atormenta: la sordera.

Máscara mortuoria de Beethoven

Otro Lied a destacar, In questa tomba oscura, nació en 1807 a partir de un concurso público en el que se invitaba a diferentes compositores para musicalizar un poema de Giuseppe Carpani. Beethoven venció a los más de 60 aspirantes, logrando una pieza de delicada expresión sentimental. En 1814 se produce la última actuación pública de Beethoven como pianista debido al agravamiento de su sordera. En ese tiempo empieza a gestar su ciclo liederístico más ambicioso, An die ferne Geliebte, Opus 98 (A la amada lejana), publicado dos años después. Los poemas, de un escritor aficionado y estudiante de medicina llamado Aloys Jetteles, reflejan el anhelo por una mujer amada e inalcanzable, cuyo recuerdo doloroso se intensifica mediante la contemplación de la naturaleza. Las seis canciones constituyen diferentes episodios musicales, unificados por un mismo sentimiento poético: la invocación del amor perdido mediante el canto como confesión interiorizada. Beethoven crea por primera vez una fórmula cíclica y simétrica –nacida por el amor del músico a una persona no identificada–, que será imitada por Schubert, Schumann, Brahms o Mahler, entre otros.

El compositor logra una unidad en la que cada canción conduce a la que le sigue, con melodías de inspiración popular. Las piezas se ligan entre sí mediante interludios pianísticos, creando la ilusión de formar un todo del que ningún poema se puede separar. En el último el poeta dedica sus canciones a la amada y suena nuevamente la melodía que abre el ciclo. El piano conecta los diferentes poemas y actúa como confidente del amante, reproduciendo sus claroscuros sentimentales y consolándolo en su congoja.

Otras de las contribuciones importantes de Beethoven al Lied son sus siete colecciones de canciones populares, en su mayoría arreglos de piezas conocidas –y otras propias– que incluyen melodías irlandesas, escocesas, galesas, españolas, polacas, portuguesas, rusas, suizas, húngaras y venecianas. Algunas de ellas son absolutamente deliciosas, como las 25 canciones irlandesas (25 Irische Lieder) incluidas en el WoO –obras sin número de opus– 152, compuestas entre 1810 y 1812. Fueron un encargo del editor escocés George Thompson y cuentan con la curiosidad de que Beethoven escribió algunas de ellas a partir de melodías populares incluso antes de recibir los textos y sin tenerlos en cuenta.

La revolución

La mayor innovación en el terreno de la música vocal de Beethoven llegó con la Fantasía coral y la Novena sinfonía, en ambas por la novedad del formato. Perplejos se quedaron sus contemporáneos cuando, por primera vez, una obra para piano y orquesta y una sinfonía incluían solistas vocales y coro, abriendo una vía que haría tambalear las estructuras tradicionales. Las coincidencias entre ambas obras son importantes. Un mismo motivo temático –anunciado en el Lied Gegenliebe de 1795– suena en la Fantasía y la Novena.

“Su mayor innovación en la música vocal llegó con la 'Fantasía coral' y la 'Novena Sinfonía'”

Beethoven pidió a su amigo el poeta Christoph Kuffner, que le escribiera un texto para añadir una parte coral a una fantasía para piano. En el programa del estreno se anunciaba como Fantasía para piano que termina gradualmente con la intervención de la orquesta y, en el finale, del coro. La antigua canción de 1795 se transformaba con variaciones que finalizaban con la intervención de un coro mixto. En el texto, una exaltación a la belleza, la armonía, la fuerza de los sonidos y el amor, abundan las referencias masónicas. Tras una larga introducción del piano de estilo dramático, la orquesta y el coro se incorporan de forma progresiva para acabar de forma monumental, grandiosa y exaltada.

Un procedimiento similar aparece en su popular Novena Sinfonía (ver despiece más abajo), considerada como la mayor revolución estética musical de su tiempo. Su trascendencia ha hecho que el continente europeo adaptara parte de esta obra colosal como el Himno de la Unión Europea.– ÓA


 

Una sinfonía revolucionaria

La Novena Sinfonía en Re menor, Op. 125, Coral (1824), la última obra de esta forma concebida por Beethoven, es considerada como la mayor revolución estética musical de su tiempo. Su concepción fue lenta y se produjo cuando el compositor presentaba una sordera total. Mucho antes, con poco más de 20 años, Beethoven quiso poner música a An die Freude, la oda que Schiller había publicado en 1786. Pero los problemas del texto con la censura abortaron el proyecto hasta que, en 1822, la Philharmonic Society de Londres le encargó una obra sinfónica. El recuperado interés por la obra de Schiller y su mensaje humanitario, dio nuevas esperanzas al genio de Bonn, quien dio rienda suelta a sus audacias creativas absolutamente revolucionarias que desembocaron en el sinfonismo romántico que recogerían las siguientes generaciones. Aunque en ese momento un Beethoven completamente sordo se comunica a través de sus cuadernos de conversaciones, consigue un perfecto equilibrio entre voces y orquesta, un conjunto de proporciones grandiosas que exalta la fraternidad humana de forma jamás vista anteriormente. La Novena, pese a conservar en parte las estructuras sinfónicas tradicionales, se despide del pasado con su revolucionario último movimiento: Beethoven supera todos los conflictos existenciales sobre la forma y el contenido de la obra artística –presentes en su obra instrumental–, sobre el papel del artista y la relación con su tiempo y sobre el mensaje último de la obra de arte en sí misma: la belleza absoluta como símbolo, consuelo y última esperanza de la fraternidad humana.  * V. M.