Reportajes

Los festivales españoles sacan pecho

Los miembros de FestClásica se reunieron en Peralada y Torroella de Montgrí para coordinar ayudas y protocolos

01 / 06 / 2021 - Aniol COSTA-PAU - Tiempo de lectura: 6 min

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Turandot peralada 'Turandot' en la edición 2016 del Festival Castell de Peralda © Festival Castell de Peralada

Optimismo precavido. Esta es la sensación dominante entre los directores de los festivales de verano españoles, que afrontan sus respectivas ediciones como un primer paso adelante respecto al fatídico curso anterior, con el regreso de la ópera escenificada y con público presencial.

Para debatir y compartir experiencias en esta compleja situación actual, los directores de festivales líricos nacionales se reunieron el 6 y 7 de mayo en Peralada y Torroella de Montgrí (Girona), en el marco de la asamblea general de primavera de FestClásica, la Asociación Española de Festivales de Música Clásica. Con el Festival de Torroella y el Festival Castell de Peralada como anfitriones, los 41 miembros de la entidad abordaron la inmediata necesidad «de marcar los pasos de la reconexión con el público y la consolidación de la recuperación de la cultura como bien esencial», en palabras de Oriol Aguilà, director del Festival de Peralada y presidente de la asociación.

Ahora bien, a pesar de confiar en el creciente ritmo de vacunación, los índices de contagios a la baja y el progresivo relajamiento de las medidas de contención, los programadores españoles alertan también de que la famosa nueva normalidad todavía difiere demasiado de la antigua, que no ha vuelto, pero auguran que está por venir.

Oriol Aguilà, presidente de FestClásica: “La unión hace la fuerza y ahora debemos cuidarnos unos a otros”

Ciertamente, FestClásica, como foro dinamizador de intercambio entre festivales, ya cobraba sentido antes de la pandemia, pero las urgencias de la presente crisis global no han hecho más que resaltar la esencia solidaria y fraternal de la asociación. Así pues, aparte del enriquecimiento artístico que genera en el patrimonio musical nacional, FestClásica se ha convertido también en una plataforma de encuentros casi semanales entre sus miembros para compartir preocupaciones, medidas sanitarias, protocolos de cancelación, agenda de artistas… «La unión hace la fuerza y ahora debemos cuidarnos unos a otros», certifica el presidente.

Después de haber superado de manera heroica las ediciones del verano de 2020, marcado por la hecatombe repentina de la Covid-19 que obligó a improvisar desde el desconocimiento y la novedad, la mayoría de directores coinciden en la importancia del bagaje adquirido. En efecto, el aprendizaje exprés del verano pasado, completado por el trabajo ejemplar que han demostrado los teatros españoles durante toda la temporada, suma una experiencia necesaria para enfrentarse al reto de programar lírica en plena pandemia.

© Festival Castell de Peralada

Los directores de festivales españoles en la reunión de FestClásica en Peralada, conectados virtualmente con los miembros que no pudieron asistir presencialmente

En relación con este conocimiento conjunto y compartido, Manuel Ferrand, director del Festival de Música Española de Cádiz –previsto para noviembre–, reconoce que, «desde la distancia del otoño, seguiremos teniendo como modelo y pauta los eventos de verano para aplicar y contemplar sus problemas y soluciones a nuestro formato». Y no solo entre los representantes españoles se comparten y se imitan los medios para ofrecer música y ópera pese a las restricciones, porque España se ha convertido en un faro y referente para todo el mundo en la reanudación segura de la actividad cultural. Así lo certificó Lukas Crepaz, director ejecutivo del Festival de Salzburgo, que, en su participación virtual en la reunión de FestClásica, admitió que recurría a los protocolos de teatros españoles como el Liceu o el Teatro Real para ofrecer ejemplos de la viabilidad sanitaria de la ópera en sus reuniones con las autoridades alemanas.

Límites cambiantes de aforo

Efectivamente, el Festival de Salzburgo fue uno de los grandes eventos musicales del pasado verano más madrugadores; sin embargo, el certamen que a nivel global inauguró cronológicamente la reapertura cultural postconfinamiento fue el Festival Internacional de Música y Danza de Granada.

Pese acumular un año de práctica, Antonio Moral, director del festival granadino, mitiga el optimismo asentado en otros representantes españoles e incluso afirma que «esta edición será peor que la anterior». Y lo justifica afirmando que, en la primera ola de la pandemia, las directrices, que provenían del Gobierno central, podían ser más severas, pero eran fijas y estables. Ahora, en cambio, bajo el mando de la Junta de Andalucía, las restricciones fluctúan, por ejemplo, del 60 al 30 por cien de aforo según la evolución concreta de la pandemia y «esta inestabilidad dificulta muchísimo la organización». Principalmente porque resulta imposible calcular los ingresos de taquilla, de los cuales depende un tercio de los 3 millones de euros de presupuesto del festival, que repercute en la contratación de los artistas. «Por eso hemos apurado hasta el final la publicación de la programación y la fecha de venta de entradas, teniendo el porcentaje final de aforo todavía incierto», concluye el gestor.

“El Festival de Salzburgo pone a los teatros españoles como ejemplo de cultura segura”

Una situación parecida vive la Quincena Musical Donostiarra, que vio como los ingresos por taquilla disminuían de 850.000 euros en 2019 a poco más de 100.000 en 2020. Actualmente, el festival trabaja con una progresiva venta de entradas hasta el 50 por ciento del aforo con un máximo de 600 butacas en el Auditorio Kursaal de San Sebastián, sala que supera los 1.800 espectadores de capacidad. Además, su director, Patrick Alfaya, añade que, aunque en los próximos meses las autoridades vascas flexibilicen las restricciones, difícilmente ampliarán su proporción, puesto que, «además de los problemas de organización puedes encontrarte con el rechazo de parte del público que ha comprado sus entradas bajo otras condiciones».

Para solventar la ausencia de público presencial en las salas, algunos teatros y festivales han optado durante este tiempo por la opción alternativa del streaming. A pesar de que, evidentemente, no sustituye la experiencia estética en vivo, responsables como Montse Faura, directora del Festival de Torroella, valoran muy positivamente la alternativa virtual porque, en todos estos meses, les ha permitido «ampliar la base y la proyección llegando a hogares y países que de otra manera sería imposible», reconoce.

Ópera barroca, la solución

Aforos aparte, otro obstáculo para los festivales es la organización de representaciones operísticas escenificadas, ya que inevitablemente involucran grupos de trabajo multitudinarios. Entre los que se aventuran a ofrecer ópera representada se encuentra el Festival de Granada o el de Peralada, que optan por títulos barrocos como The Fairy Queen u Orlando respectivamente, ya que posibilitan una orquesta reducida, sin coro y con un número asequible de solistas. Asimismo, con un plantel aún más mayoritario pero sin la interacción de la escena, el evento ampurdanés se atreverá también con Tosca, aunque en versión de concierto. «A diferencia de un recital o un concierto de cámara, los conjuntos numerosos de la ópera suponen la preocupación acentuada de planificar una disposición de ensayos con protocolos más estrictos, como el aislamiento de los grupos burbuja o los cribados periódicos», explica Oriol Aguilà.

Además de la hazaña operística, otro quebradero de cabeza son las visitas de orquestas o compañías extranjeras, que requieren cuarentenas, visados, permisos o pasaportes sanitarios. Sin embargo, en este sentido, se extiende entre los festivales la confianza de que, al menos, la mayor parte de músicos dispongan ya de un certificado de vacunación puesto que, por ejemplo, el Land austríaco de Salzburgo, en su mentalidad de considerar la cultura como bien esencial, ha incluido a los músicos dentro del régimen prioritario de vacunación.

© Fesival de Torroella de Montgrí / Martí ARTALEJO

Fotografía de familia de los miembros de FestClásica, la Asociación Española de Festivales de Música Clásica

Antonio Moral: “En este 'work in progress' constante, cualquier orquesta o compañía internacional puede caer en un instante”

El Festival de Granada ya ha experimentado de primera mano la incertidumbre en cuanto a los desplazamientos porque, un día después de cerrar la programación, el Ballet de Hamburgo comunicó que, como no disponía de un teatro abierto para ensayar en Alemania, no podía reponer la producción de El sueño de una noche de verano de Mendelssohn que debía volar hacia Andalucía. Afortunadamente la cancelación pudo ser suplida por el montaje de los Ballet de Monte-Carlo sobre la misma obra, obligando, eso sí, a restructurar las fechas del calendario. En el momento de esta conversación, Antonio Moral lamentaba que «en el work in progress constante de esta edición, lo mismo nos puede pasar con la Philarmonia Orchestra de Londres, que todavía no sabe seguro si podrá viajar por las nuevas normas del Brexit». Y, paradigmáticamente, al cierre de este reportaje, ya ha sido sustituida por la Mahler Chamber Orchestra…

Preguntados por si disponen de opciones alternativas para suplir las eventuales cancelaciones internacionales, los directores responden sonrientes que sus actuales programaciones ya son en sí mismas «un plan B». Y es que muchos directores, orquestas y montajes que tenían apalabrados finalmente no han entrado en el cartel 2021; y, además, algunos de los proyectos aplazados del año anterior, teóricamente, debían trasladarse a la presente edición, y ahora han quedado pospuestos al tintero sine die.

Ante los impedimentos de contratar artistas internacionales, el talento español se ha erigido y reivindicado como una alternativa de nivel incuestionable. Ahora bien, tal y como declara Raquel Andueza, soprano y directora de la Semana de Música Antigua de Estella, «la necesidad, anterior a la pandemia, de apoyar el talento local no significa cerrar fronteras, sino construir un equilibro justo para fomentar el intercambio recíproco entre músicos del país y del extranjero».

Resistir y resurgir

Por lo tanto, frente a este complejo panorama, todos los directores coinciden en el trabajo ingente realizado hasta la fecha que les ha permitido sacar adelante una oferta musical ambiciosísima para que el público disfrute sintiéndose seguro de la lírica y la música en verano. Y, después de dos ediciones de absoluto desgaste, confían y desean que la tercera suponga ya la recuperación definitiva. Así lo demuestran sus previsiones a largo plazo, que no cesan pese al futuro incierto; títulos como, quizá, una Atlántida de Manuel de Falla que podría verse por primera vez en Cádiz o La peste de Robert Gerhard dirigida por Calixto Bieito que Patrick Alfaya sueña con ofrecer en San Sebastián. O la mítica Sinfonía Nº 2, Resurrección, de Gustav Mahler, que ya vaticinan como futura obra simbólica: programarla significaría situar una multitud de músicos sobre el escenario, certificando así el paso de la resistencia de los festivales a su anhelada resurrección.– ÓA