Reportajes

Las óperas de José Nebra

01 / 09 / 2021 - Luis Antonio GONZÁLEZ MARÍN - Tiempo de lectura: 3 min

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Los-Musicos-de-su-Alteza-operaactual Los Músicos de su Alteza en el estreno en Madrid de la ópera de 'Nebra Venus y Adonis' (2018) © Los Músicos de su Alteza

Afortunadamente, en el patrimonio musical histórico español, José de Nebra ya no es un desconocido. Los trabajos musicológicos que se le han ido dedicando y los esfuerzos de recuperación de algunas de sus obras le han convertido en un autor apreciado dentro y fuera de España. Y cada nuevo descubrimiento convence más del enorme valor de su contribución a la música universal.

José de Nebra (1702-1768) creó música para diversos ámbitos. De su actividad como organista no han quedado composiciones salvo en fuentes tardías, lejanas y dudosas. Sí hay un interesante corpus de piezas de tecla para cámara conservadas en un manuscrito autógrafo. Nebra fue, por necesidad, un prolífico compositor de música litúrgica, pues figuró entre los encargados, junto con Torres, Corselli y otros, de crear un nuevo repertorio para la Real Capilla tras el trágico incendio del Alcázar madrileño en 1734, que arrasó el archivo musical. De hecho, gracias a una obra litúrgica, el Oficio y Misa de Difuntos que compuso para los funerales de la reina María Bárbara (1758), se mantuvo viva la memoria de Nebra hasta entrado el siglo XX, pues dicha composición llegó a convertirse en música oficial de difuntos en la Real Capilla y circuló en una edición parcial preparada por Hilarión Eslava. Se conserva asimismo una interesantísima producción paralitúrgica (villancicos, cantadas), que posiblemente Nebra componía por encargo y para la exportación, como demuestra la abundancia de fuentes de este género en archivos americanos. Pero quizá lo que hoy más llama la atención de su obra conservada es la producción para la escena, que le proporcionó grandes éxitos y beneficios económicos.

Dos óperas

Su participación como compositor para espectáculos teatrales está documentada desde 1723 hasta 1761 con unos 80 títulos de todo género. Hoy se conocen poco más de una docena de obras: tres autos sacramentales, una comedia, cuatro zarzuelas, cuatro conjuntos de piezas para teatro breve y dos óperas o melodramas. Justamente las dos óperas –de las que hay fuentes musicales más o menos completas–, son sus obras más tempranas en el ámbito del teatro que se conservan, en todo caso, ambas incompletas. La primera es el primer acto de Amor aumenta el valor, ideada para festejar los esponsales del Príncipe de Asturias, luego Fernando VI, con la infanta de Portugal, María Bárbara. Se estrenó en Lisboa el 18 de enero de 1728 en casa del Marqués de los Balbases, embajador español en la corte portuguesa, y no hay noticia de reposiciones. Es una obra en tres jornadas, al modo de las comedias, precedida de una loa. Con libreto de José de Cañizares, la música la firman Nebra, Jaime Facco –violinista de la Real Capilla y maestro de música del Príncipe de Asturias, autor de la loa y de uno de los actos– y Felipe Falconi, maestro de la Real Capilla junto a José de Torres. La única fuente conservada en partitura con las partes vocales e instrumentales contiene la loa de Facco y el acto de Nebra.

© Los Músicos de su Alteza

Portada de la ópera 'Venus y Adonis'

El otro de sus melodramas que ha sobrevivido es Venus y Adonis, en un acto –“ópera chiquita” la llama uno de los personajes en el libreto– estrenada el 12 de noviembre de 1729 en el Teatro del Príncipe de Madrid formando parte, como segunda jornada, de un largo espectáculo titulado La Melodramma, o las tres comedias en una, también con libreto de Cañizares.

Al parecer, un mes después se repuso en el Teatro de la Cruz con el título de Venus y Adonis, independizada de las otras dos jornadas. Se conserva una fuente musical con todas las partes vocales y un esqueleto orquestal con el continuo y el primer violín. Si Amor aumenta el valor está incompleta en sentido horizontal, Venus y Adonis lo está en vertical, pues faltan las líneas instrumentales de la partitura aunque en la fuente se apuntan los instrumentos requeridos.

Pero estas lagunas no impiden estudiarlas y disfrutarlas, aunque para ello, en el caso de Venus y Adonis, haya sido preciso reconstruir algunas partes instrumentales. Esto ha sido posible tras un riguroso análisis de los procedimientos compositivos de Nebra a través de otras fuentes suyas de música teatral, especialmente de sus zarzuelas, que, a pesar de alternar secciones cantadas con otras habladas o representadas, como se decía entonces, están formadas por escenas típicamente operísticas, con recitados, accompagnati, arias, dúos, concertantes, etc.

Intérpretes y virtuosas

Las óperas de Nebra se acogen a la tradición del teatro musical español; habitualmente todos los personajes cantados, masculinos y femeninos, se encomiendan a mujeres, las músicas, que reinaban en los tablados. La exigencia de las partes vocales revela que hubo de contar con cantantes capaces de solventar toda clase de dificultades virtuosísticas sin demérito de su garra dramática. Rosa Rodríguez la Gallega, Francisca y María Antonia de Castro, Catalina Pacheco Catuja, María Hidalgo o Isabel Camacho figuran en la nómina de las grandes intérpretes españolas de la primera mitad del siglo XVIII para quienes Nebra escribió algunos de sus personajes.

“La calidad indiscutible de sus creaciones musicales justifica cuantos esfuerzos se han hecho y se deben seguir haciendo para recuperar sus obras”

En cuanto al orgánico instrumental, Nebra utiliza una paleta que comprende la cuerda completa (violines primeros y segundos, violas, violón o violones y contrabajos), maderas (oboes, flautas, fagot), metales (no los hay en Amor aumenta el valor, pero sí en Venus y Adonis y en las zarzuelas: trompas y clarín) y continuo (clave y guitarra), formando una orquesta que, en número y proporciones, es perfectamente adecuada a las características acústicas de un teatro de medianas dimensiones.

Nebra se sirve en sus óperas –y en su música dramática en general– de un idioma musical internacional, una réunion des goûts que domina plenamente, aunque no renuncia ocasionalmente a utilizar algunos elementos de cierta raigambre tradicional o popular hispánica (fandangos, seguidillas…), sobre todo en los papeles de los graciosos, que no pueden faltar en ninguna representación de su tiempo. La calidad indiscutible de sus creaciones musicales justifica sobradamente cuantos esfuerzos se han hecho y se deben seguir haciendo para recuperar sus obras y conseguir integrarlas en el repertorio habitual, no solo en festivales especializados en música antigua, sino en la programación común de auditorios y de coliseos líricos.  ÓA