Reportajes
La ópera 'Griselda', 'solemne barbaridad'
A 300 años del mayor éxito de Scarlatti
Este mes de enero se cumplen 300 años del estreno de Griselda en el Teatro Capranica de Roma, la penúltima de las 115 óperas compuestas por Alessandro Scarlatti –padre de Domenico Scarlatti, afincado por años en la corte española– y la última de las que hasta el momento se han dado a conocer.
Alessandro Scarlatti nació en 1660 en el por entonces reino español de Sicilia, pasando con solo 12 años a Roma como niño de coro. Allí destacó rápidamente por sus dotes artísticas y estrenó su primera ópera en 1679, Gli equivoci nel sembiante, ganándose así el favor de la reina Cristina de Suecia, que vivía en Roma tras convertirse al catolicismo. De hecho, Scarlatti llegó a ser maestro de capilla de la monarca sueca, lo que dio a conocer su talento entre la nobleza en general. No en vano, en 1684 abandonó Roma para entrar al servicio del virrey de Nápoles también como maestro, ciudad esta última en la que compuso la mayor parte de sus óperas. Scarlatti se mantuvo allí hasta 1702, cuando la Guerra de Sucesión Española endureció sus condiciones vitales y esto le llevó a buscar trabajo en Florencia con Ferdinando de Medici, pero no fue aceptado, regresando a Roma como maestro de la basílica de Santa María la Mayor. En la Ciudad Eterna recibió encargos musicales de distintos nobles y comenzó a servir al cardenal Pietro Ottoboni, un verdadero mecenas del arte musical que se rodeó también de otros compositores como Corelli o Händel. Sin embargo, Scarlatti volvió a ser víctima de la inestabilidad política europea y la exigüidad de sus ingresos le hizo buscar mejoras laborales, las que halló en 1708, nuevamente como maestro del virrey de Nápoles, tras el paso de este territorio al Habsburgo Carlos III. Allí se mantuvo hasta su muerte, acaecida en 1725.
Griselda, estrenada en enero de 1721, está basada en la última de las cien historias que componen el Decameron de Giovanni Bocaccio de mediados del siglo XIV, con libreto en tres actos de 1701 de Apostolo Zeno, posiblemente adaptado por el mecenas a quien Scarlatti dedica la ópera: Francesco Maria Ruspoli. Tal y como se recoge en el Decameron, es la historia de “una solemne barbaridad, aunque fuese con buen fin”. En ella, según el libreto operístico, el rey de Sicilia, Gualtiero, contrae matrimonio con una humilde pastora, llamada Griselda, lo que no es bien visto en la corte. Entonces, Gualtiero decide actuar probando la paciencia y el amor de su mujer simulando que ha mandado asesinar a la hija de ambos, Constanza, aunque en realidad la envía con el príncipe Conrado. Además, para contener una revuelta y probar nuevamente la virtud y tolerancia de su esposa, el rey la separa de su lado y la devuelve a su austera vida de pastora, haciendo creer a todos que va a contraer matrimonio con una nueva mujer, Constanza, su propia hija, de quien ni siquiera Griselda conoce la verdadera identidad.
Evidentemente la simulación del enlace provoca el sufrimiento de Griselda, pero también la desesperación de Constanza, ya que esta se halla enamorada de Roberto, el hermano de su tutor Conrado. No obstante, la situación favorece a uno de los nobles sicilianos, Ottone, instigador de las revueltas contra el rey por, entre otras razones, estar enamorado de Griselda. De hecho, consigue el beneplácito del rey para alcanzar su amor, aunque esta rechaza las pretensiones de Ottone. Ante ello, el noble intenta incluso secuestrarla, pero Gualtiero frustra el intento y permite a su esposa regresar a la corte, aunque como sirvienta de Constanza. Por último, el rey confiesa todas las mentiras y que el sufrimiento infligido a Griselda no había sido más que una prueba de la virtud de esta, tras lo que es reconocida por todos como la persona digna del reinado consorte, triunfando con ello la fidelidad y el amor, lo que se evidencia también con el enlace entre Constanza y Roberto.

Primera escena del primer acto de la penúltima ópera de Alessandro Scarlatti, 'Griselda' (1721). Manuscrito del propio compositor
Carácter heroico
Este argumento de carácter heroico era propio de la llamada opera seria en el Barroco, el género del cual Alessandro Scarlatti fue pionero y que también se caracterizaba por la utilización de recitativos para presentar la acción, de arias para concentrar la mayor expresión y emotividad en la escena o la participación de castrados que desplegaban su virtuosismo en la interpretación de los papeles principales. Así, Griselda presenta en el siglo XVIII el tema de la dicotomía del gobernante despiadado y astuto políticamente en la esfera pública frente al más humano en el ámbito privado y, por supuesto, que la verdadera prueba de la realeza es la virtud más que el linaje.
La obra comienza con una sinfonía u obertura con las tres secciones características del estilo italiano, rápida-lenta-rápida, a la que suceden tres extensos actos, con una plantilla instrumental de cuerdas y continuo con clave, más flautas, oboes, trompas y trompetas. De los recitativos destaca el hecho de que Scarlatti, el precursor de los acompañados por varios instrumentos, emplee los de estilo seco o de un solo instrumento polifónico a excepción de unas pocas escenas. Sin embargo, mantiene la utilización continua de las arias da capo, es decir, con una primera sección que se repite después en una segunda distinta o con variaciones, estructura que lleva a todos los números menos a los escasísimos coros.
Además, el volumen de arias asignadas a cada personaje varía, pero no así los requerimientos técnicos para su interpretación. De hecho, los papeles vocales protagonistas fueron asumidos en el estreno por importantes intérpretes del momento, todos ellos castrados a excepción de un tenor, ya que en Roma estaba prohibido por orden papal que las mujeres participasen en representaciones. En definitiva, Griselda es una de las óperas más relevantes de Alessandro Scarlatti, para muchos el culmen de su amplísima producción operística, donde se desarrolla un refinamiento del final del estilo barroco o, quizás, el presagio del futuro preclasicismo y que, sin embargo, actualmente es raramente representada en los principales espacios escénicos. -ÓA