Reportajes
La magia melódica de García Abril. In Memoriam
En su 90º aniversario
Con su Defensa de la melodía, el compositor de la ópera Divinas palabras sentó los principios de su larga trayectoria musical. Su enorme producción para canto y piano, omnipresente en el repertorio de innumerables intérpretes, bebe de ese legado. García Abril, fallecido en marzo de 2021, habría cumplido 90 años el 19 de mayo.
La Defensa de la melodía fue toda una declaración de intenciones. Antón García Abril (1933-2021) propuso una auténtica apología de la melodía como tema de su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes, el 4 diciembre 1983, un texto que recupera y traslada a la composición actual la argumentación de Rousseau sobre la búsqueda de la naturalidad en la música, la proximidad al canto popular y la preeminencia de la melodía.
En Defensa de la melodía García Abril se declara continuador de unos principios artísticos heredados de la generación precedente. El valor de la sencillez “como elemento estético y moral” es, en gran medida, el principio que propugna tanto en su cátedra como en su propia obra: “El compositor de hoy debe tener un dominio pleno de la técnica, sin renunciar a ningún procedimiento que lo facilite. Solo cuando esto se logre podrá desprenderse de todo lo que no considere válido para expresar su idea musical. La técnica más perfeccionista y avanzada es la que nos permite despojarnos de lo innecesario”. Esta reflexión es la que impregna en gran medida su obra para voz y piano, un género de formato íntimo por el que García Abril transita a lo largo de toda su carrera y en el que da expresión al modo en que el texto deviene melodía.

Antón García Abril junto al pianista Rubén Fernández Aguirre
Desde el mismo aliento que inspira la canción en Granados, Falla o Mompou, el género aspira de nuevo aquí a sublimar la entonación popular. Tal como se evidencia en las Tres canciones españolas o en las Cuatro canciones sobre textos gallegos, las sencillas melodías en forma de arco se combinan con material de origen folclórico y se aderezan con acordes de tinte impresionista y ocasional sonoridad modal. Esta voz popular es premisa en la composición de García Abril: “El folklore y la música culta se hermanan en una simbiosis permanente en la cual lo culto se proyecta hacia lo popular y en sentido inverso la música de creación toma la substancia de lo étnico a través de rasgos, melismas y caracteres muy reconocibles. El espíritu, el sentimiento de un pueblo aparece reflejado en ambos casos”.
Música y emoción
La importancia de la melodía en música se debe, precisamente, a que esta constituye el elemento capaz de vincular la creación artística a la expresión espontánea de la emoción: “La identidad musical de un pueblo nos la revelan sus melodías. Los pueblos cuando se agrupan para expresar sus sentimientos colectivos de alegría, tristeza o dolor, cantan. La melodía acompaña al hombre en todas sus manifestaciones”. Es también el poema el que determina la estructura de la canción, a la vez que la prosodia de sus versos es la que dibuja el perfil de la frase. Los breves compases introductorios en el piano anticipan el carácter de cada pieza y, surgiendo momentáneamente de su sencillo acompañamiento, el piano canta enlazando la melodía de la voz entre los versos. Nótese también el carácter descriptivo de la escritura de las Canciones infantiles: el acompañamiento del piano sugiere las olas en la “Canción de las dos noches”, el carácter incisivo de los acordes resalta el significado del texto en “Pala y pico”, y el diálogo entre registros sugiere el reflejo de la estrella “En el agua del arroyo”.
Voz singular y ambigua
El contacto con las vanguardias musicales europeas y la convivencia con la gran evolución estética que vivieron las artes durante la segunda mitad del siglo no impidieron a García Abril mantener una voz singular que, ambigua en la valoración de estos dos mundos (“Estoy en desacuerdo con aquellos que deseando hacer una música rabiosamente de vanguardia desdeñan el pasado, así como con los que solo se identifican con los compositores del ayer, cerrando los oídos ante el arte musical de nuestros días”) y criticaba abiertamente el sacrificio de la melodía en la composición contemporánea: “El abandono de la melodía sistemáticamente puede provocar la desaparición de la música como lenguaje de comunicación”. La capacidad expresiva de la melodía es el rasgo que la diferencia de la mera “sucesión interválica” que, para García Abril, desatiende el fin último de la música, la transmisión del sentimiento: “Es la melodía la que determina la voluntad expresiva de los sentimientos a través de la música. […] El contenido musical debe ser ordenado desde la melodía, equivalencia de la palabra en el lenguaje hablado. El orden y contenido de los sonidos melódicos se define como el vehículo de comunicación sin el cual difícilmente el mensaje será inteligible”.
En definitiva, el discurso proclama una concepción de la obra como sistema “polimelódico” (si bien alejándose de la definición tradicional del término, que prescribe la interacción de líneas melódicas independientes que suenan simultáneamente) en el que cualquier otro parámetro –como la armonía o el ritmo– asume el componente de horizontalidad propio de la melodía, “sin el cual difícilmente el sentido de continuidad de la música podría desenvolverse”.
Los ciclos sobre textos árabes (Canciones del jardín secreto) o sobre poemas de Antonio Machado demuestran la capacidad de García Abril para, con una “melodía nueva que se valga de todas las aportaciones y logros incorporados al nuevo lenguaje”, infundir fuerza expresiva al pensamiento humano de cualquier época.
García Abril culminaba su intervención ante los académicos reclamando una nueva hegemonía melódica en la música de vanguardia. Así, su propuesta se aproxima a los principios estéticos de la melodía acompañada en la búsqueda de una emoción compartida que, en su legado, se asocia a la necesidad de “un lenguaje comprensivo para que nuestro pensamiento sea entendido”. Así lo han entendido intérpretes como Teresa Berganza, Isabel Rey, Joan Martin-Royo, Ainhoa Arteta, Gabriel Bermúdez, María Bayo, María Orán, José Bros, Nancy Fabiola Herrera, Ofelia Sala, José Manuel Zapata, Elena de la Merced, María José Montiel, José Ferrero, Ana Maria Sánchez, José Antonio López o tantos otros que han hecho suyas sus canciones.– ÓA