Reportajes

La histeria de la ópera VII: Músicos y enfermedades. Nervios, fobias y sífilis

Las dolencias que marcaron la vida (y la muerte) de Mozart, Haydn, Schubert, Rossini, Wagner y Schumann

01 / 05 / 2021 - Verónica MAYNÉS - Tiempo de lectura: 3 min

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Mozart Histeria Wolfgang Amadeus Mozart retratado en Venecia a los 13 años © Wikipedia
Robert Schumann Robert Schumann en un daguerrotipo de la época © Wikipedia

Increíble pero cierto. Nuestros admirados genios operísticos nunca fueron inmortales. Sí lo es su obra, pero en cuanto a enfermedades, sufrimientos y muerte, ninguno pudo escribir su propio lieto fine, tal y como se recoge en esta serie de La histeria de la ópera.

La personalidad de Wolfgang Amadeus Mozart (Salzburg, 1756-Viena, 1791) estuvo llena de contradicciones. La madurez demostrada en sus primeras composiciones contrasta con su comportamiento en la edad adulta, episodios que se atribuyen al posible padecimiento del síndrome de Tourette y que algunos descartan por formar parte de la personalidad bromista del músico. La coprolalia –verbalización de obscenidades, insultos y palabras subidas de tono– y los tics fueron descritos por sus allegados y también se aprecian en la correspondencia del compositor.

"Mozart no paraba quieto: las muecas extrañas, golpes, gestos repetitivos y movimientos corporales constantes refuerzan la idea de una enfermedad de tipo nervioso"

Según la familia, Mozart no paraba quieto ni aunque lo amordazaran atado al pianoforte: las muecas extrañas, golpes, gestos repetitivos y movimientos corporales constantes que se le asocian, refuerzan la idea de una enfermedad de tipo nervioso. En 1767 los Mozart se encontraban en Viena, ciudad invadida por una epidemia de viruela. La familia huyó a Checoslovaquia pero ya era demasiado tarde: el pequeño Wolfgang contrajo la enfermedad, que le dejaría varias cicatrices faciales. El músico padeció diferentes dolencias a lo largo de su corta existencia, aunque, según el acta de defunción, su muerte fue causada por una fiebre miliar; en otros documentos médicos se habla de fiebre reumática. La medicina actual sigue buscando otras causas, sin menospreciar las anteriormente expuestas.

También Beethoven y Haydn tuvieron la viruela, llevando ese estigma en el rostro. Franz Joseph Haydn (Rohrau, 1732-Viena, 1809) tenía además varios pólipos facia­les, incluyendo uno de enorme tamaño en su nariz que, como era habitual en la época, no aparece en ninguno de sus idealizados retratos. Las marcas de viruela y la protuberancia pinochera no fueron impedimento para que el maestro despertara pasiones entre las féminas… Harto de su esposa –a la que bautizó cariñosamente como «bestia infernal» –, el autor de Il mondo della luna buscaba consuelo allá donde se requiriese alguna toccata. El marido de una de sus conquistas, cirujano de profesión, ofreció extirparle el pólipo –nasal, no hay que ser mal pensado–, pero Haydn se negó; unos días después, se presentó el despechado con una navaja y un ayudante en casa del compositor, e intentaron inmovilizarlo atándole a una silla. Por suerte, el autor de La fedeltà premiata pudo escapar a tiempo.

Estigma social

Franz Schubert (Viena, 1797-1828) padeció varias dolencias en su también corta vida, siendo probablemente la sífilis la que le causó más problemas, y a falta de un diagnóstico seguro: hasta 1905 no se identificó la bacteria causante de la enfermedad. Muchos compositores la padecieron sin confesarlo debido al estigma social del contagio. En la Viena de Schubert, el padre llevaba a sus hijos varones a los prostíbulos como iniciación sexual a la vida adulta. El del compositor hizo lo propio con su retoño, a lo que se añadía la famosa promiscuidad natural del autor de Alfonso und Estrella. En 1823 contrae la enfermedad, que le provoca erupciones cutáneas y la caída de pelo debido al tratamiento con mercurio. Schubert esconde su calvicie bajo una peluca y es ingresado en el Hospital General de Viena, manifestando en las cartas a sus amigos la desesperación y el miedo a perder la vida: en esa época se gestarán Fierabras, Alfonso und Estrella y el dramático cuarteto de cámara La Muerte y la Doncella. La sífilis le dejará como secuelas dolores de cabeza recurrentes y vértigos. Las causas de la muerte, según documentos médicos de la época, siguen siendo un misterio: se habla desde una fiebre tifoidea hasta la ingestión de pescado en mal estado, todo ello a falta de una autopsia fiable.

© Wikipedia

Gioachino Rossini

Lo del pescado jamás le pasaría a Gioachino Rossini (Pésaro, 1792-París, 1868), famoso por su apetito, tan grande como prestigiosa era su cocina, a la altura de su talento musical. La obesidad y el tabaco le produjeron problemas vasculares, y tuvo gonorrea –por contagio con una prostituta–, lumbalgias, bronquitis e infecciones urinarias crónicas, síndrome maníaco-depresivo y un cáncer rectal del que fue operado. En cualquier caso, el último año de vida del autor de Il Barbiere di Siviglia debió ser una tortura, postrado en cama y con dolores y hemorragias constantes. Robert Schumann (Zwickau, 1810-Bonn, 1856), que compuso solo una ópera, Genoveva, iba para pianista virtuoso, pero una mala praxis en el estudio del instrumento –aplicaba un peso a una polea atada a los dedos de la mano para reforzarlos– acabó con su sueño: dos dedos le quedaron paralizados, y se dedicó exclusivamente a la composición, a la crítica y a la dirección orquestal. Hoy se considera que la causa de la parálisis podía ser una distonía focal, trastorno que provoca la pérdida del control motor de los dedos; también se ha estudiado la posibilidad de que fuera un pinzamiento de los nervios. En cualquier caso, Schumann intentó la curación con terapias de lo más rocambolescas, como introducir la mano en un animal muerto y en brandy durante horas, y aplicaciones de cataplasmas de hierbas.

El compositor padecía fobia a las alturas y a los objetos cortantes, cambios constantes de humor, episodios de afasia o incapacidad para comunicarse verbalmente y alucinaciones auditivas. En 1854, no pudiendo soportar más el tormento, Schumann se lanzó a las heladas aguas del Rin, siendo rescatado por unos pescadores e internado en un manicomio, en el que acabó sus días. El diagnóstico del médico que lo trató, Franz Richarz, fue muerte por una parálisis progresiva por exceso de trabajo. En la recta final de su vida, en todo caso, la locura sumiría al músico en las tinieblas.

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Richard Wagner

La hipersensibilidad de Richard Wagner (Leipzig, 1813-Venecia, 1883) se manifestaba en forma de dolencias varias: miedos y fobias a ruidos, colores y olores, o pesadillas recurrentes que alteraban su sueño. También padeció erisipela con brotes que le deformaban el rostro, además de otras alteraciones cutáneas de las que se intentaba aliviar vistiendo ricas sedas. Cual Amfortas, Wagner se bañaba en aguas terapéuticas hasta límites obsesivos, remedio que no alivió sus constantes dolores de cabeza, además de padecer problemas intestinales, hemorroides, descomposición y resfriados continuos. A partir de 1850 presentó trastornos cardíacos que le causaron más de un susto. El 13 de febrero de 1883, el autor de Tristan und Isolde murió de un infarto.– ÓA