Reportajes

Histeria de la ópera. Secretos inconfesables (II)

Villanos, cárcel y despilfarro

01 / 12 / 2021 - Verónica MAYNÉS - Tiempo de lectura: 4 min

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opera fest mozart El moderno cartel del primer Lima Ópera Fest dedicado a Mozart

Seis compositores de ópera y zarzuela protagonizan situaciones que superan la simple, llana y aburrida vulgaridad del resto de los mortales. Hasta en eso ellos eran diferentes. (Ver Histeria de la ópera. Secretos inconfesables I)

También Domenico Cimarosa (Aversa, 1749-Venecia, 1801) tuvo problemas con la justicia, siendo encarcelado en Nápoles tras componer un himno que ensalzaba a la República Partenopea en territorio ocupado por los borbones. Durante este período convulso y revolucionario, los reyes escaparon a Sicilia; cuando volvieron a Nápoles, Cimarosa fue condenado a prisión y el autor de la letra del himno murió ejecutado. El compositor se salvó por su prestigio artístico, pero escapó a Venecia falleciendo pocos días más tarde. Ante los rumores de que había sido envenenado por orden de los borbones, se le hizo la autopsia para demostrar lo contrario.

Aunque parezca increíble, Wolfgang Amadeus Mozart (Salzburgo, 1756-Viena, 1791) tenía grandes similitudes con Richard Wagner. Ambos estiraban más el brazo que la manga y fueron amantes del lujo y el despilfarro. Mucho se ha dicho sobre las penurias económicas de los Mozart y su supuesta pobreza, pero no todo fueron calamidades para el autor de Don Giovanni. Los primeros años estuvieron llenos de altibajos, siempre dependiendo de sus mecenas. Pero la situación cambió cuando se convirtió en un músico independiente, con poco más de 25 años.

A la ocasional miseria económica contribuían también las elevadas facturas de los facultativos que atendieron a los Mozart, incluyendo la enfermedad final del genio salzburgués, y la delicada salud de su mujer, Constanze"

La llegada a Viena en 1781, ciudad volcada en la música y muy diferente a la provinciana Salzburgo, supuso un giro decisivo para la carrera y la economía de Mozart. No es de extrañar, pues por tocar en público uno de sus conciertos para piano y orquesta recibía igual remuneración que trabajando medio año para el autoritario arzobispo de Salzburgo, Hyeronimus von Colloredo, quien además lo trató como un sirviente despidiéndole con una hoy mítica patada donde la espalda pierde su casto nombre. Entre las temporadas de conciertos, las clases y las publicaciones, Mozart recibió grandes sumas de dinero, que dilapidaba prestissimo. Los Mozart vivían a la altura de las circunstancias: cuando no había dinero se adaptaban a la pobreza; si lo había, duraba bien poco porque eran malos administradores, por no decir despilfarradores. Alquilaban carruajes de lujo con lacayo incluido, vestimentas que ya quisieran los nobles, servicio doméstico, y cambiaban constantemente de residencia, siempre en barrios céntricos. A la ocasional miseria económica contribuían también las elevadas facturas de los facultativos que atendieron a los Mozart, incluyendo la enfermedad final del genio salzburgués, y la delicada salud de su mujer, Constanze, quien visitaba constanzemente costosos balnearios. Según testimoniaron amigos de la pareja –entre ellos Lorenzo da Ponte–, las apuestas de juego contribuyeron no poco a la ruina. Mozart jugaba con frecuencia a las cartas y los bolos, apostando en ocasiones importantes sumas de dinero. En Salzburgo comenzó su afición por el billar, pues existían cafés con mesas para los parroquianos. En Viena se compró una mesa de billar para practicar a diario, afición que siguió desarrollando en los numerosos cafés que visitaba.

Carl Maria von Weber (Eutin, 1786-Londres, 1826) estuvo entre barrotes en 1810, arresto que aprovechó para finalizar su ópera Silvana. Cual cazador furtivo, Weber se apropió dinero de las arcas de la corte de Stuttgart cuando fue secretario del duque Ludwig von Württenberg, hermano del rey Friedrich I. Quería liquidar deudas suyas y de su padre y para devolver lo robado el compositor pidió un préstamo a un conocido a cambio de dar a su hijo un trabajo en la corte, evitando así el reclutamiento para la guerra. El intercambio no llegó a producirse y el joven murió en la contienda, denunciando el padre del malogrado la estafa. Los Weber fueron detenidos con diferentes cargos, pero por miedo a que se descubriera la corrupción de la corte –porque el duque también se beneficiaba económicamente con estos trueques–, se retiraron los cargos criminales, fueron excarcelados y se impuso el destierro de Württenberg. En pocos días, los Weber se instalaron en Mannheim.

De espías, revólveres y rateros

Bastante más divertida resultó ser la situación vivida por el compositor Camille Saint-Saëns (París, 1835-Argel, 1921) durante una de sus visitas a España. Viajero infatigable, el autor de Samson et Dalila siempre buscaba ciudades de climas cálidos, beneficiosas para sus enfermos pulmones. En Las Palmas de Gran Canaria habitó largas temporadas y en diferentes residencias, siendo una de ellas un hotel. En una ocasión salió de la habitación para descansar de una jornada de trabajo, dejando sus partituras desordenadas sobre la mesa. La doméstica entró a limpiar la estancia y, viendo numerosos papeles con signos sospechosos e indescifrables, avisó a la Guardia Civil que se presentó inmediatamente dispuesta a colocar al susodicho espía entre barrotes. Por suerte, el músico justificó la presencia de los papeles y todo quedó en un susto.

Lo del director y compositor de zarzuelas Guillermo Cereceda (Toledo, 1844-1919) no tiene desperdicio. Dirigía la orquesta con un revólver escondido, amenazando a sus músicos si la cosa no sonaba como esperaba. Lo de attacca con fuoco se lo tomaba en serio. Harto de tal violencia, en uno de los ensayos un músico le desafió a que disparara. El maestro Cereceda sacó la pistola pero no se atrevió a apretar el gatillo. La de cadáveres que habría en ciertas orquestas si se impusiera su método

Su coetáneo y también autor de zarzuelas, Federico Chueca (Madrid, 1846-1908), vivió una situación de lo más rocambolesca. En 1886 le robaron la cartera con 300 pesetas y su fotografía poco antes del estreno de La Gran Vía; la popular zarzuela tuvo un gran éxito, destacando la famosa Jota de los Ratas, protagonizada por tres ladronzuelos. Pocos días después de la desaparición de la cartera, Chueca la recibió intacta en su casa en un paquete que contenía una carta con las siguientes palabras: “Al saber por los periódicos que la cartera sustraída pertenecía al señor Chueca, el gremio acordó en junta general devolvérsela con los tres billetes que contenía y cinco duros más de gratificación como prueba de respeto y admiración”. La misiva iba firmada por el Rata Primero, Segundo y Tercero, quienes deseaban al maestro “mucha salud para que se ocupara nuevamente de ellos en el escenario”, y advertían de que devolvían el dinero pero de que se quedaban con su fotografía como recuerdo.  ÓA