Reportajes

Histeria de la ópera: Secretos inconfesables (I)

Juegos, deudas y estafas

01 / 10 / 2021 - Verónica MAYNÉS - Tiempo de lectura: 5 min

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Wagner / operaactual.com Richard Wagner © Wikipedia

Descubrir un secreto causa regocijo y es mayor cuanto más inconfesable es lo callado. Aquí se incluyen vicios, errores, desatinos y defectos de músicos que hacen suya la frase de que la realidad supera la ficción.

La novelesca vida de Alessandro Stradella (Bolonia, 1643-Génova, 1682) fue el argumento de varias óperas, destacando la que Friedrich von Flotow estrenó en 1844 con el nombre del protagonista. En 1676 Stradella escapó de Roma por malversación de fondos de la iglesia; poco después regresó, pero sus líos con señoras casadas y una amenaza de cárcel por acordar económicamente el matrimonio entre una mujer y un familiar del cardenal, provocaron la huida a Venecia. En la Serenissima fue contratado como profesor de la esposa de Alvise Contarini, miembro de una de las familias más poderosas de la República. Cuando Alvise descubrió que Alessandro lo enseñaba absolutamente todo a su mujer, compositor y alumna huyeron hacia Turín, donde seguirían aprendiendo bien juntitos. Meses después, dos sicarios enviados por el despechado marido intentaron asesinar al solicitado músico, hiriéndole de gravedad. Una vez recuperado del ataque, el especialista en tocatas, fugas y pasiones musicales escapó a Génova, donde pronto volvió a las andadas. En 1682 murió apuñalado por un asesino a sueldo, supuestamente pagado por un noble cuya mujer sucumbió a los múltiples encantos del boloñés. Al preguntar quién había sido, la mitad de los genoveses fueron detenidos por sospechosos… La otra mitad lo estaba celebrando.

La pinta y las cartas

El gran Ludwig van Beethoven (Bonn, 1770-Viena, 1827) estuvo en la cárcel un solo día, y por culpa de un sombrero. En 1821 paseaba por las afueras de Viena con el habitual aspecto desaliñado que testimonian las crónicas de la época. Todo vienés que se preciara no salía de casa sin sombrero, moda que el genio no siempre obedecía. En esta ocasión, vestía además un abrigo sucio y desgastado, además de ir vagando con aspecto sospechoso. Entre gritos y pataleos, Beethoven fue arrestado por unos policías que habían sido advertidos por varios vecinos de la presencia del mendigo, y que no creyeron que el personaje fuera quien juraba ser. El autor de Fidelio pidió que llamaran a un amigo director de orquesta que acudió a la cárcel para confirmar su identidad, lo llevó a su casa y le dio ropas adecuadas, incluyendo un sombrero.

Isabel Colbran (Madrid, 1784-Bolonia, 1845) mostró sus excelentes cualidades canoras desde muy joven. Con 16 años debuta en París, y a los 26 se traslada a Nápoles contratada por el empresario Domenico Barbaja. Ya conocida como Isabella, pronto inician una relación amorosa, y Domenico le contagia su afición por los naipes, enseñándole a barbajar las cartas apostando dinero. Después de conocer a Rossini, quien la desposaría en 1822,  se convirtió en su musa artística y sentimental. Cuando la ya legendaria cantante perdió sus facultades vocales creció su pasión por las cartas hasta que las cuantiosas pérdidas económicas producidas por las apuestas alarmaron a Rossini. El compositor la recluyó en Castenaso, para apartarla del juego y de los chismes.

Wagner huidizo

En todo caso, el vencedor en esta sección es, por unanimidad, Richard Wagner (Leipzig, 1813-Venecia, 1883). Las deudas por estirar más el brazo que la manga le convirtieron en un escapista cuyas dotes ya quisiera haber tenido el gran Houdini. Los acreedores hicieron de Wagner un plusmarquista en huidas, con varios récords memorables. La primera medalla se la llevó cuando escapó de Riga junto a su esposa Minna y un enorme perro terranova llamado Robber, llegando primero a Londres y después a París. Robber iba corriendo tras la diligencia, pero los viajeros se apiadaron de él y accedieron a que se acomodara en el interior, a saber cómo teniendo en cuenta su gran tamaño. En París, Wagner entrenó a Robber para que recogiese las monedas que más de un iluso lanzaba al Sena, acompañadas de un deseo por cumplir. Luego se animó con las fuentes. Las habilidades del terranova submarino provocaron los primeros desencuentros con la policía, que les prohibió la práctica (podrían haber argumentado que, por algo similar, Alberich sería condenado a la desgracia eterna)…

Cuando a los Wagner se les acabó el dinero –incluida la pensión de la madre del músico, perdida por una apuesta en el juego– la familia vendió sus regalos de boda, joyas y otras posesiones, y emprendieron una nueva huida. En 1848 el autor de Tristan und Isolde se hallaba en Dresde, donde conoció a Mijail Bakunin. La amistad inflamó los deseos revolucionarios de Wagner, quien repartió panfletos políticos incendiarios y participó en las barricadas de 1849. Pronto se emitió una orden de busca y captura, y el compositor huyó primero a Weimar –siendo escondido por su futuro suegro, Franz Liszt– y después a Zúrich, con un pasaporte falso. En la capital suiza vivirá un amor apasionado con Mathilde von Wesendonck, que inspirará las más bellas escenas de Tristan; el escándalo y posterior enfado del marido de Mathilde aconsejarán su traslado a Venecia, París y Viena. En la capital austriaca escapa del encarcelamiento por sus muchas deudas disfrazado de mujer, un suma y sigue que acaba en 1864, cuando conoce a Ludwig II de Baviera, quien pagará a sus acreedores y lo invitará a instalarse en Múnich a cuerpo de rey. Wagner se aprovecha de su joven y vulnerable admirador para exigir todo lujo imaginable; los constantes excesos y derroches wagnerianos convierten la situación en un asunto de estado, y el monarca es instado a elegir entre Wagner y el respeto de sus súbditos, escandalizados como estaban por el asunto. En diciembre de 1865 el músico recibe una invitación para dejar Baviera y los Wagner se instalan primero en Tribschen y después en Bayreuth. Hasta su muerte en Venecia, Wagner viajó por diferentes ciudades buscando la gloria y escondiendo más de un secreto inconfesable.

Continuará