Reportajes

Gaztambide en su bicentenario

01 / 02 / 2022 - Mario MUÑOZ - Tiempo de lectura: 1 min

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© Teatro de La Zarzuela

Adalid de la zarzuela romántica, defensor del género lírico nacional, lector del gusto del público y funambulista intachable de sonoridades europeas. Se cumplen 200 años del nacimiento de Joaquín Gaztambide, uno de los padres de la zarzuela grande y del gusto por el sinfonismo en España. “El mejor de nosotros”, como lo definió el maestro Barbieri. 

Con esta frase finalizaba su debut como crítico musical Joaquín Gaztambide (Tudela, Navarra, 7 de febrero de 1822-Madrid, 18 de marzo de 1870), en abril de 1843, y bien podría resumirse en ella toda su polifacética realidad: “No quisiéramos ofenderle, pero creemos que si moderase estos pequeños defectos, podía ser uno de los buenos contrabajos que han tocado en los teatros de Madrid”. Y es que el compositor y contrabajista navarro tuvo ocasión de participar en buena parte de los ámbitos vinculados con la música a uno y otro lado del telón. Su versatilidad por un lado, y la inestabilidad del tejido empresarial de los teatros de Madrid por otro, le obligaron a ejerced de crítico musical, intérprete, compositor, maestro de coro, docente, director de orquesta, empresario y dinamizador de la febril vida cultural madrileña.

Caricatura del compositor

El Madrid al que llega Gaztambide en 1842 con 20 años recién cumplidos es una ciudad bipolar, que por una parte aprovecha la estabilidad económica proporcionada por la monarquía de Isabel II y la nueva estructura social emergente para crear un mercado de ocio accesible para sus ciudadanos. Pero por otro, la ciudad se nutre de la volatilidad de la inexperiencia y de la falta de identidad propia, no sabiendo fijar los límites entre influencia y repetición de modelos foráneos. Tras sus años de formación en su Tudela natal y en Pamplona, Gaztambide se gana la vida en la capital como contrabajista de la Orquesta del Teatro del Circo, mientras amplía sus estudios de composición con Ramón Carnicer.

Su primer estreno lírico, Un alijo en Sevilla, llegaría pocos años después, en las Navidades de 1846, tras sumarse a la marejada cada vez más intensa de la recién nacida zarzuela romántica, con un éxito más que notable respaldado por la presencia en la sala de la reina. El intento de conformar un frente común con el que bosquejar una ópera española va a hacer que Gaztambide forme parte durante estos años de sociedades integradas por los referentes culturales de la época, como Arrieta, Saldoni y Guelbenzu.

Jugando con fuego

En 1849, tras la reforma de los teatros madrileños, el maestro navarro comienza a compartir sueño lírico con Barbieri, mientras trabaja como director de orquesta del Teatro Español (el antiguo Teatro Príncipe). Su estilo compositivo se va asentando, introduciendo un lenguaje musical más propio del otro lado de los Pirineos, una densidad orquestal muy acusada y un estudio detallado de los elementos musicales que trasladan cercanía a los espectadores. Mientras Barbieri escribe Gloria y peluca, Gaztambide sube la apuesta con La mensajera, ambas recibidas con entusiasmo como garantes de los estilos nacionalistas. Su siguiente éxito, A última hora (1850), profundiza en su catálogo de hispanidad con jácaras, seguidillas, coros de manolos, muñeiras gallegas y un largo etcétera de guiños regionalistas amparados en una sucesión de escenas sin argumento.

“Introduce un lenguaje más propio del otro lado de los Pirineos, una densidad orquestal muy acusada y un estudio detallado de los elementos musicales”

Son, en cualquier caso, años de traslados, asociaciones, éxitos, enemistades y nuevos roles. Gaztambide comienza a ejercer de empresario conjuntamente con Olona, Oudrid o Barbieri entre otros, mientras que el éxito de Jugar con fuego en octubre de 1851 hace comprender a todos que se hallan ante un nuevo tablero de juego cuyas reglas no parecen estar escritas. La efervescencia de aquel tiempo trae consigo las mejores obras del navarro, conjugando un melodismo extremadamente ágil con cierta trascendencia y mayor sentido dramático que sus colegas. Sueño de una noche de verano y El estreno de una artista (1852), Catalina (1854) o El sargento Federico (1855, con Barbieri) serán no solo grandes obras sino éxitos que se extenderán como la pólvora por Valencia, Bilbao, Sevilla o Granada, y acabarán por cruzar el charco. Pero también serán tiempos de incertidumbre, con modelos económicos insostenibles en los teatros y competencias encubiertas entre los miembros de las sociedades musicales.

© Teatro de La Zarzuela

Una escena de 'El Juramento', única zarzuela del compositor que se mantiene en el repertorio, en la producción de Emilio Sagi

En febrero de 1856 el solar de la calle Jovellanos comienza a cobrar un protagonismo inusitado en los periódicos madrileños: el futuro Teatro de La Zarzuela inicia su construcción y pone su primera piedra un 6 de marzo. Las paredes del coliseo madrileño verán estrenarse unas pocas obras maestras más de Gaztambide (El juramento entre otras), pero también verán crecer la enemistad con Barbieri, las deudas y las decepciones. La década de los sesenta avanzará con una presencia cada vez más anecdótica del Gaztambide compositor frente al empresario, aunque aún quedará empuje para promover actividad sinfónica en la capital, dirigiendo la orquesta de la Sociedad de Conciertos en sus ciclos. De su mano se escuchará, un verano de 1868, la obertura del Tannhäuser wagneriano. Huyendo de la crisis, emprenderá una gira por Cuba y México de la que volvió casi arruinado y enfermo, muriendo poco después en Madrid, tras varios días de agonía fielmente relatada por los periódicos.

Legado mermado

El legado de Joaquín Gaztambide hoy permanece mermado. En una época de resignificación del género lírico español, su obra parece circunscribirse a unos pocos guiños de repertorio y a un reconocimiento de trascendencia histórica. Pero algunas de sus obras como Catalina, El lancero o Los madgyares llegaron a formar parte del imaginario sentimental de generaciones que emigraron o volvieron, y sobre las que se construyó ese compendio de memoria y cercanía que es hoy día la zarzuela. Es un gran momento para reivindicarlas.  ÓA