Reportajes
Fedora Barbieri, voz y temperamento
Una panorámica de las mejores grabaciones por la carrera de la mítica cantante italiana
Arrasaba en escena con un temperamento tan impresionante como su poderosa voz, de suntuosos colores, con unos graves de extraordinario relieve y gran intensidad dramática. La mezzosoprano italiana dejaba al público sin aliento cuando encarnaba personajes como Azucena, Amneris o Ulrica, tres de los grandes papeles verdianos en los que sentó cátedra.
Han transcurrido casi siete décadas desde que la mezzosoprano triestina Fedora Barbieri grabara Il Trovatore con otras tres extraordinarias voces en el reparto –el tenor Jussi Björling, la soprano Zinka Milanov y el barítono Leonard Warren–, y la histórica versión, registrada por la RCA en el Manhattan Center de Nueva York en 1952, bajo la profesional dirección de Renato Cellini, aún sigue siendo la versión de referencia por su espectacular reparto. Giuseppe Verdi fue, sin duda, su compositor de cabecera, y Azucena, de la que fue probablemente la mejor intérprete de la historia, el personaje que la convirtió en una voz legendaria. Cuatro años más tarde de ese inigualable Trovatore, y gracias a la espléndida dirección de Herbert von Karajan al frente del coro y la orquesta del Teatro alla Scala de Milán, Barbieri se superaría a sí misma ofreciendo una caracterización del personaje de mayor variedad expresiva en los acentos, sin rebajar ni un ápice su fogoso temperamento verdiano: es otro clásico de la discografía verdiana, con Maria Callas, Giuseppe di Stefano y Rolando Panerai en el glorioso reparto.

Estas dos grabaciones con auténtica solera siempre han estado presentes en el mercado, reeditadas periódicamente y, en los últimos años, remasterizadas con éxito en busca de un mejor sonido. La primera versión hoy figura en los catálogos de Sony y Naxos, y la segunda forma parte del legado de Maria Callas que fue reprocesado digitalmente con admirable calidad técnica por Warner. Dos joyas verdianas que constituyen el punto de partida ideal para disfrutar de la voz y del temperamento de la Barbieri en disco. Se trata de una colosal mezzo, a la italiana, que forma parte de una rica tradición –Giuseppina Zinetti, Bruna Castagna, Ebe Stignani, Giulietta Simionato, Fiorenza Cossotto– hoy en horas bajas. No abundan en la actualidad voces de gran anchura, con poderío, riqueza de colores y acentos de alto voltaje dramático. Y dando vida a la gitana Azucena, los colores oscuros de Barbieri y su bravura vocal son un espectáculo único y, por fortuna, bien preservado por el disco. Hay más versiones, corsarias, de su Azucena, como la velada milanesa con Leyla Gencer, Mario del Monaco y Ettore Bastianini, dirigida por Fernando Previtalli (Arkadia) o el montaje romano dirigido por Oliviero di Fabritiis en 1961, con el sensacional Manrico de Franco Corelli.
Aprovechando el gran éxito de ventas del Trovatore, la RCA volvió a reunir al mismo equipo de estrellas verdianas –en esta ocasión las sesiones de grabación tuvieron lugar en la Ópera de Roma–, para una Aida que marcó época. Si Milanov es una Aida de medios vocales y dramáticos impresionantes, Björling un arrollador Radames y Warren un Amonasro de manual, Barbieri firma una Amneris portentosa, una fiera vocal que no deja frase sin la intención dramática más certera. Menuda versión, por cierto, con Boris Christoff y Plinio Clabassi completando el reparto bajo la brillante concertación de Jonel Perlea. En ese mismo año grabó otra versión de Aida para Emi, más irregular en su conjunto, con Callas, Richard Tucker y Tito Gobbi, y la siempre fiable dirección de Tullio Serafin.

Ulrica es otro papel oscuro de Verdi en el que la Barbieri dejó una huella imborrable. En 1943 participó en la primera versión de Un ballo in maschera grabada íntegramente en estudio con la orquesta y coro del Teatro de la Ópera de Roma dirigidas con pulso firme por Serafin. Barbieri tenía entonces 23 años –había debutado muy joven, en 1940, cantando Fidalma en Il matrimonio segreto, de Cimarosa– y ya deslumbraba al público por la rotundidad de sus medios y su nervio verdiano. La impecable línea de canto del gran Beniamino Gigli es la otra baza del registro (reeditado por Emi y otros sellos), en el que solo desentonan la manera verista de Maria Caniglia y Gino Bechi.
Sensacional vocal y teatralmente resulta su chispeante interpretación de Mistress Quickly en el glorioso Falstaff dirigido en 1956 por un Karajan (Emi) en estado de gracia. La histórica producción de Walter Legge, con la Philharmonia de Londres, es una de las joyas de la discografía verdiana, con un insuperado reparto en el que brillan Tito Gobbi, Elisabeth Schwarzkopf, Rolando Panerai, Anna Moffo, Luigi Alva y Nan Merriman. Para disfrutarla como merece, nada mejor que hacerse con la reedición digital en la serie Grandes grabaciones del siglo de Emi.

Una vigorosa Éboli grabada en vivo en Londres en 1958 bajo la inspirada dirección de Carlo Maria Giulini –al frente de un gran reparto, con Boris Christoff, Jon Vickers, Gré Brouwenstijn y Tito Gobbi (Myto)–, amplía una discografia verdiana que incluye una referencial Preziosilla de La forza del destino en la admirable lectura de Dimitri Mitropoulos (Foyer) grabada en vivo en el Maggio Musicale Fiorentino en 1953, con la gran Leonora de Renata Tebaldi, el espectacular Don Alvaro de Mario del Monaco y el magistral Padre Guardiano de Cesare Siepi. Tres años después, también en Florencia, fue una gran Preziosilla en una velada con Tebaldi, Di Stefano, Gian Giacomo Guelfi y Giulio Neri, dirigido por Gabriele Santini (Myto). Muy recomendable también su histórica grabación del Requiem verdiano bajo la precisa y admirable dirección de Arturo Toscanini (RCA), con Herva Nelli, Giuseppe di Stefano y Cesare Siepi.
Entre sus triunfos fuera del repertorio verdiano figuran grabaciones en vivo, editadas por diversos sellos, como Sansón y Dalila, de Camille Saint-Saëns, dirigida por Victor de Sabata en La Scala en 1952, un curioso Orfeo y Eurídice, de Christoph Willibald Gluck, dirigido por Wilhelm Furtwängler, Carmen, de Georges Bizet, con Mario del Monaco y Fritz Reiner en el foso, grabado en el Met en 1953 y, del mismo año, la famosa Medea, de Luigi Cherubini, con Maria Callas, dirigida por Vittorio Gui en el Maggio Musicale Fiorentino.

Hay curiosidades en su carrera discográfica, como el estreno de la ópera Il linguaggio dei fiori, de Renzo Rossellini en la Piccola Scala en 1963 y el rescate de Don Sebastiano, de Gaetano Donizetti, en Florencia en 1955, con Gianni Poggi, Enzo Mascherini, Neri y dirección de Giulini. De Donizetti dejaría también una notable grabación de La favorita, con los radiantes agudos de Gianni Raimondi y la buena dirección de Angelo Questa, una de sus grabaciones para Fonit Cetra, en cuyo fondo destaca la primera grabación de Callas de La gioconda, de Amilcare Ponchielli, registrada en Turín en 1952 bajo la dirección de Antonino Votto, con Poggi, Paolo Silveri y Neri, reeditada por Warner.
Su imponente Tia Princesa de Suor Angelica, de Giacomo Puccini grabada bajo la batuta de Serafin en 1957, con la gran Victoria de los Ángeles destaca en la edición del Tríptico editada por Emi, en la que aparece como Zita en el antológico Gianni Schicchi protagonizado por Gobbi. Por cierto, Barbieri aún cantaba ese papel en Torre del Lago en 1981 y, una década después, aún pisaba la escena como Mamma Lucia de Cavalleria rusticana, de Pietro Mascagni, en Florencia, ciudad en la que falleció en 2003.

En su muy escasa discografía en DVD destaca poderosamente la histórica filmación televisiva de Il Trovatore realizada por la RAI en 1957, editada por Hardy Classics: se trata de un documento de extraordinario interés que nos permite ver en acción a Barbieri en su más emblemática creación verdiana, Azucena, y acompañada en escena por la fabulosa Leonora de Leyla Gencer, el volcánico Manrico de Mario del Monaco junto al Conde de Luna de noble fraseo de Ettore Bastianini, sin olvidar a Plinio Clabassi.
Emociona verla en la piel de la vieja Madelon, en el montaje de Andrea Chénier, de Umberto Giordano, grabado en la Ópera de Viena en 1981, con Plácido Domingo, Gabriela Benackova y Piero Cappuccilli, bajo la sabia concertación de Nello Santi (DVD Deutsche Grammophon). También participó, encarnando a Mamma Lucia, en la célebre filmación de Cavalleria rusticana, dirigida escénicamente por Franco Zeffirelli y musicalmente por Georges Prêtre (Philips, DVD), con Plácido Domingo, Elena Obraztsova y Renato Bruson en los papeles estelares; y no hay que olvidar tampoco su graciosa caracterización como Giovanna, de Rigoletto, en el clásico filme de Jean-Pierre Ponnelle bajo la brillante dirección de Riccardo Chailly (Deutsche Grammophon, DVD), con Ingvar Wixell, Luciano Pavarotti, Edita Gruberova y Victoria Vergara al frente del reparto.
Como última recomendación, vale la pena disfrutar la recopilación de arias editadas por Myto en un disco compacto con un variado programa en el que, junto a títulos ya comentados como Don Sebastiano, Il trovatore, Un ballo in maschera, Don Carlo, Sansón y Dalila, Carmen, Cavalleria rusticana y Andrea Chenier, figuran otros que completan su retrato discográfico, como Alceste, de Gluck, L’Italiana in Algeri, de Gioachino Rossini, Genoveva, de Robert Schumann y Adriana Lecouvreur, de Francesco Cilea.- ÓA