Reportajes

Falla y su 'Maese Pedro', en su centenario

La ópera está basada en el capítulo XXVI de 'El Quijote' y se estrenó el 25 de junio de 1923 en el palacio de la Princesa de Polignac

01 / 06 / 2023 - Paulino CAPDEPÓN VERDÚ y Cecilia CAPDEPÓN PÉREZ - Tiempo de lectura: 5 min

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retablo pedro 'El retablo de Maese Pedro' en la producción dirigida por Enrique Lanz © Gran Teatre del Liceu / Antoni BOFILL

Se cumple este mes el centenario del estreno de la ópera para marionetas El retablo de Maese Pedro de Manuel de Falla, basada en el capítulo XXVI de la segunda parte de El Quijote y estrenada el 25 de junio de 1923 en el palacio de la Princesa de Polignac en París bajo la dirección de Vladimir Golschmann.

El retablo de Maese Pedro es una ópera de cámara para títeres en un acto que, previamente a su estreno parisino, ya se había escuchado en marzo de 1923 en el Teatro San Fernando de Sevilla, si bien en versión de concierto. Tomando como punto de partida el Capítulo XXVI de la segunda parte de El Quijote de Miguel de Cervantes, y, más concretamente, la parte que atañe a la representación del episodio de Don Gayferos y Melisendra, en su composición Manuel de Falla (1876-1946) obvió los modelos internacionales que antes había asumido –en especial, desde su etapa parisina– y concibió la recreación de un romance español glosado en música, cuyas características narrativas, estructurales y escenográficas proceden en buena parte de dicho género literario. El único acto de El retablo de Maese Pedro se divide en ocho partes y durante el estreno parisino de 1923, los encargados de las principales voces fueron el barítono belga Hector Dufranne, el tenor francés Thomas Salignac y el soprano infantil español Manuel García.

Destaca el compositor, historiador y gestor cultural Alfredo Aracil la triple importancia de El retablo: musicalmente hablando, significa para el mundo europeo de la época la revelación de un renovado Falla; desde el punto de vista literario, una inteligente y muy cuidada adaptación del texto de Miguel de Cervantes; y por último, desde la visión escénica, representa una decidida apuesta por conjugar en un único espacio un doble relato: el de los asistentes a la función de un retablo ambulante de títeres (entre ellos, don Quijote y Sancho) y el de la acción en el retablo mismo, ambos confluyendo al final en un caos magistral que la música ilustra y resuelve de forma rotunda.

© Oper Frankfurt / Wolfgang Runkel

Una escena de 'El retablo de Maese Pedro' en una producción de 2004 de la Ópera de Frankfurt

Mecenas de la modernidad

El salón de Winnaretta Singer, la princesa de Polignac –heredera de la industria de las máquinas de coser que llevan su apellido–, lugar del estreno de El retablo, se convirtió en el marco propicio para el intercambio de ideas entre músicos, pintores y escritores, y referencia de un distinguido reducto de la música y el arte de su tiempo. Además, la princesa, gran mecenas de las artes, tenía la intención de comisionar obras a los principales representantes de la modernidad musical, como el propio Falla, además de Ígor Stravinsky, Francis Poulenc, Eric Satie o Darius Milhaud, mientras que su palacio era visitado por artistas y creadores tan diversos como Pablo Picasso, Claude Monet, Isadora Duncan, Serguéi Diaghilev o Jean Cocteau.

A finales de 1918, la princesa de Polignac decidió encargar a Falla una obra de “alrededor de 25 minutos” de duración, con voces y “una orquesta de 16 músicos” con el fin de estrenarse en su salón. La elección de un capítulo de El Quijote agradó a la princesa, quien esperaba que antes del verano pudiera darse a conocer la obra, pero lo cierto es que la entrega de El retablo se retrasó cuatro años, para desesperación de la mecenas. Las impresiones del compositor gaditano, transmitidas al crítico Adolfo Salazar en 1921, indican la complejidad que caracterizó la génesis de la ópera: “Quisiera renovar mi técnica, rehacer mi sistema de procedimientos, cambiar de faceta para reflejar un color nuevo…”, con la finalidad de lograr lo que el propio Falla denominó “la sustancia de la vieja música, noble o popular española”.

Viaje al pasado

En ese viaje musical hacia la recreación del pasado musical español, no duda Falla en recurrir a modelos renacentistas o barrocos gracias a la inclusión de la danza, de los romances, del canto sacro y profano o de los rasgos melódico-rítmicos de aquellos siglos, incorporando asimismo las sonoridades antiguas del órgano, laúd o clave, instrumento este último por el que se había interesado Falla a raíz de su relación de amistad con la célebre intérprete y pedagoga Wanda Landowska, quien celebró públicamente que se rescatara el clave por primera vez en una obra moderna.

© Archivo Manuel de Falla, Granada

Manuel de Falla

Para la primera audición de la obra, que se realizó en versión de concierto en Sevilla, el compositor contó con la colaboración de un grupo de músicos que, posteriormente, formarían la Orquesta Bética. Por otra parte, para el estreno escénico de París colaboraron Hermenegildo Lanz, Manuel Ángeles Ortiz y Hernando Viñes en la creación de los títeres y del escenario.

La repercusión del estreno parisino de El retablo superó con creces la recepción de El sombrero de tres picos, ya que posteriormente a su primera representación escénica en la capital de Francia la nueva ópera experimentó nuevos montajes en años sucesivos en ciudades como Bristol (1924), Sevilla (1925), Barcelona (1925), Nueva York (1925), Ámsterdam (1926, con dirección musical de Mengelberg y dirección escénica de Luis Buñuel), Zúrich (1926), Colonia (1927), Granada (1927), París (1928, con diseños de Ignacio Zuloaga) o Chicago (1931). En su importante trabajo Las óperas de Manuel de Falla (2007), la musicóloga Elena Torres Clemente afirma que, si en La vida breve Falla se propuso adaptar los últimos logros de las escuelas nacionales europeas al lenguaje musical español, en El retablo de Maese Pedro, por el contrario, el compositor gaditano partió nuevamente de la vanguardia europea, pero, junto a ella, contempló las fuentes literarias del pasado español como elemento estimulador de la parte musical.

En definitiva y hasta el día de hoy, El retablo de Maese Pedro sigue gozando de la admiración del público y de la crítica especializada, hasta el punto de haberse convertido en una de las obras emblemáticas de ese gran compositor español que fue Manuel de Falla.– ÓA