Reportajes
Bicentenario de Emilio Arrieta
Hoy, a 200 años de su nacimiento, su recuerdo obliga a la reflexión sobre su legado y sobre sus planteamientos estéticos, culturales y educativos
Firme defensor de una ópera española, Emilio Arrieta es un nombre clave en la historia de la música española. La reivindicación de la lírica nacional es una constante en su pensamiento y en su obra. Hoy, a 200 años de su nacimiento, su recuerdo obliga a la reflexión sobre su legado, pero también sobre sus planteamientos estéticos, culturales y educativos.
En un discurso que pronunció en la Escuela Nacional de Música y Declamación en marzo de 1885, Emilio Arrieta afirmó: «El malhadado nombre de zarzuela ha causado más daño a la ópera cómica española que sus envidiosos y los necios que no la comprenden«. El compositor, defensor como pocos de una ópera netamente española, expresaba de este singular modo su disgusto con la asimilación del término zarzuela a un tópico artístico poco oportuno en la defensa del género cómico nacional. La reivindicación a favor de la lírica española es una constante en el pensamiento y en la obra de Arrieta. Hoy, 200 años tras su nacimiento, su recuerdo obliga a la reflexión pero no solo sobre su obra, sino también sobre sus planteamientos estéticos, culturales y educativos.
«Hay quien acusa a los Conservatorios de que no producen genios«. Desde 1857, Arrieta ocupaba una plaza como profesor de composición en la Escuela Nacional de Música y Declamación, el actual Real Conservatorio de Música de Madrid. Por su aula pasaron alumnos como Emilio Serrano, Ruperto Chapí y Tomás Bretón, en cuya concepción del género lírico se sigue percibiendo la simbiosis de elementos tradicionales y referencias populares que el propio maestro exhibe en su escritura. A partir de 1868, y hasta su fallecimiento en 1894, Arriaga ostenta el cargo de director del centro. Consciente de los retos que la enseñanza aún debía superar, defiende abiertamente el beneficio que la formación musical entraña al alumno y al desarrollo artístico de la sociedad. Asimismo, apuesta por una ampliación de los contenidos teóricos y humanísticos en los estudios de música, consciente de «la tacha que se imputa a los artistas en general, de no conocer más que lo estrictamente necesario para el desarrollo de su profesión«.
'Marina', protagonista
No ha sido hasta hace muy poco que el interés por Arrieta ha motivado el estudio musicológico y la recuperación escénica de su música. A la encomiable labor de los doctores Ramón Sobrino y María Encina Cortizo se le debe la edición crítica de la zarzuela El dominó azul y de las tres únicas óperas del compositor, Ildegonda (1849), La conquista di Granata (1850) y Marina (1855), escritas durante su primera etapa creativa. Así se aprecia, pues, cómo la historia de la restitución en tiempos recientes de esta música ha promovido preferentemente el legado operístico, del que Marina ha sido la evidente protagonista, escenificada en diversos montajes y de la que existen varias grabaciones. Es también este el título con el que el Auditorio Baluarte levanta el telón de su actual temporada con la que pretende homenajear al compositor navarro por su aniversario. La propuesta se completa con la restauración, en diciembre, de la zarzuela San Franco de Sena, que se incorporará de este modo al catálogo de la recuperación de Arrieta.

La soprano Naroa Intxausti como Zulema en 'La Conquista di Granata' en el Stadttheater Gießen (2014)
Al fallecer sus padres y quedar bajo la tutela de su hermana en Madrid, Emilio Arrieta (Puente la Reina, 20 de octubre de 1821-Madrid, 11 de febrero de 1894) recibió su primera formación como compositor en Milán. Así, su primera ópera, Ildegonda, sobre libreto de Temistocle Solera, supone una primera formulación del melodismo aprendido durante esa época. A su regreso a España compuso La conquista di Granata por encargo de Isabel II. Sin embargo, la discreta acogida de Marina le permitió constatar también el distanciamiento cultural y social que se abría entre la zarzuela y el espectáculo operístico de tinte belcantista. La obra, concebida originalmente como zarzuela en dos actos, fue adaptada por el propio compositor como ópera en tres actos y presentada con gran éxito en el Teatro Real en marzo de 1871.
Su sueño: un género propio
Arrieta, firmemente convencido de la necesidad de trabajar en el desarrollo de un género propio, aceptaba así los condicionantes del teatro madrileño del momento. Esta conversión de Marina, su «traslado al repertorio italiano de ópera» –palabras con las que se lamentaba el crítico y compositor Antonio Peña y Goñi– es precisamente un símbolo de contradictoria rendición a la influencia italianizante contra la que el propio Arrieta se manifestaba explícitamente: «¡Habrá ópera española! Cuando se sienta en español y comprendan y lleguen a convencerse los poderosos de nuestro país de que todos debemos expresarnos hablando o cantando en nuestro propio idioma!«.

Arrieta en la portada del semanario satírico 'Madrid Cómico' (1880)
La confrontación entre las dos manifestaciones líricas supone, en definitiva, la esencia del planteamiento estético del compositor y musicólogo Felip Pedrell. Es este afán el que define también los inicios de la investigación musical en España, determinado tanto por la preocupación por el patrimonio histórico propio como por el deseo de recoger y definir las cualidades de la vasta riqueza del folklore local. Al respecto resulta fundamental la declaración formulada por Pedrell en su manifiesto Por nuestra música (1891): «Infinidad de melodías primitivas de tan fecunda melopea y ritmopea que brotan de todas las provincias de España«.
El desarrollo de un género lírico autóctono residiría en la modulación del canto popular que debía prestar su acento y su fondo a la composición. De este modo, la «genuina inspiración primitiva del gran cantor anónimo pasaría por el alambique del arte contemporáneo y resultaría su quinta esencia«.
Sin embargo, desde la perspectiva de más de un siglo y con Marina como muestra ejemplar de este esfuerzo frustrado, se comprueba cómo la evolución del gusto musical relegó el fomento de una ópera propiamente nacional. Más tarde, el establecimiento de un canon de repertorio consolidó definitivamente la delimitación de la oferta escénica en prejuicio de una expresión lírica más auténtica: son casi 50 las zarzuelas de Arrieta que todavía esperan su turno para subir a escena. ÓA