Reportajes

400 años del Teatro Goldoni, patrimonio veneciano

Venecia, entre tanta maravilla artística y arquitectónica, cuenta con un patrimonio privilegiado, el de sus magníficos teatros

29 / 01 / 2022 - Verónica MAYNÉS - Tiempo de lectura: 5 min

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© Teatro Stabile del Veneto Carlo Goldoni

Venecia, entre tanta maravilla artística y arquitectónica, cuenta con un patrimonio privilegiado, el de sus magníficos teatros, los cuales acogieron la primera ópera pública y contribuyeron a democratizar el género. El Teatro Goldoni, el más antiguo en activo en la ciudad y uno de los más longevos de toda Italia, cumple este mes nada menos que cuatro siglos.

A finales del siglo XVI, la familia nobiliaria Vendramin era la propietaria de los edificios adyacentes a las iglesias de San Luca y San Salvatore, en Venecia, muy cerca del Gran Canal y del famoso puente de Rialto. En 1595 un incendio destruyó las propiedades y los Vendramin decidieron construir en el solar un teatro de comedias: el éxito empresarial y el prestigio alcanzado por otras familias de nobles con sus coliseos –como los Tron y los Giustinian– animó a los Vendramin, y el 3 de enero de 1622 se firmó el acta notarial para construir un teatro para recitar comedias, germen del actual Teatro Goldoni.

El coliseo veneciano, uno de los más antiguos del mundo que se mantiene en activo desde su inauguración –aunque ha cambiado de nombre varias veces–, es uno de los atractivos de la Serenissima para los melómanos de todo el mundo, cuya visita guiada –a cargo del experto Bruno Trangoni, quien ha facilitado generosamente información para redactar este artículo– es altamente recomendable.

© Teatro Stabile del Veneto Carlo Goldoni

Teatro Stabile del Veneto Carlo Goldoni

El proyecto de los Vendramin ya estaba acabado en el otoño de 1622, y se inauguró con la presencia de diversas compañías de cómicos. Se le llamó Teatro de San Luca o San Salvador, siguiendo la costumbre de adquirir el nombre de las iglesias colindantes, aunque también se le conocía como Teatro Vendramin. El salto al género lírico se produce en 1637, cuando dos músicos procedentes de Roma, Benedetto Ferrari y Francesco Manelli, se instalan en la ciudad y viendo su potencial teatral –que aseguraba un público de pago–, alquilan el Teatro San Cassiano y representan L’Andromeda, con libreto de Ferrari y música de Manelli. La ópera se hace rápidamente popular y la ciudad se afana a adaptar sus escenarios para un género al que ya pueden acceder todos los estratos de la sociedad. Aunque el San Luca estaba destinado al teatro de prosa, un incendio en 1652 propicia su adaptación a la ópera y en 1660 estrena su primer título, La Pasifae overo l’impossibile fatto possibile de Fra Daniele da Castrovillari con libreto de Giuseppe Artari.

La obra no agradó, boicoteándose la ejecución con la quema de los libretos durante la representación y lanzándose toda suerte de proyectiles al escenario. El fiasco no asustó a los Vendramin, pues poco después contrataron a Francesco Cavalli para estrenar L’Eritrea, con libreto de Giovanni Faustini. La relación con algunos de los compositores más relevantes del momento testimonia el prestigio del San Luca y su contribución al desarrollo y difusión de la ópera veneciana. Uno de los mayores éxitos sucedió en 1663, con La Dori –estrenada en Innsbruck en 1657–, de Marc’Antonio Cesti, el compositor más renombrado de la escuela operística veneciana junto a Cavalli. En 1675 se estrenó La divisione del mondo de Giovanni Legrenzi, una obra que hizo correr ríos de tinta por la espectacularidad de los efectos de su maquinaria escénica. A tales efectos contribuyó Gaspare Torelli, empresario, libretista y escenógrafo, que en 1681 restauró el teatro para mejorar la visión desde los palcos y agrandó el espacio destinado a la orquesta. Antes de 1684 incluso ya existía una escalera que permitía la presencia de caballos en el escenario. La fama en Venecia del San Luca era tal, que en 1708 los hermanos Girolamo, Alessandro y Benedetto Marcello –los dos últimos, destacados compositores– se pelearon por el alquiler de un palco, llevando el caso hasta los tribunales.

Otro de los grandes éxitos fue Adriano in Siria del veneciano Baldassare Galuppi, cuyo estreno en 1760 hizo suspirar al dramaturgo Carlo Goldoni, una de las glorias de la ciudad italiana, que no dudó en dedicarle un poema. En 1775 el Vendramin acogió a uno de los castrati más famosos de la historia, Ferdinando Tenducci, Senesino, que interpretó el Rinaldo de Antonio Tozzi.

Donizelletti

A principios del siglo XIX, Venecia sufriría la invasión de los austriacos y poco después la de las tropas napoleónicas. En 1807 se clausura el San Luca y se abre excepcionalmente en 1809 para ofrecer espectáculos ecuestres. En 1815 y por decreto del gobierno austriaco se reinaugura restaurado con la ópera bufa de Giuseppe Sarti Le gelosie villane. En 1818 se representaron títulos ya conocidos de Rossini, como L’inganno felice, Il Turco in Italia y L’Italiana in Algeri. El coliseo seguía siendo una referencia teatral en Venecia, pero entonces le surgió un fuerte competidor lírico, el Gran Teatro La Fenice, esplendoroso edificio de Gian Antonio Selva que había sido inaugurado en 1792 y que empezaba a destacar. Esta rivalidad no fue un impedimento para que en noviembre de 1818 el San Luca estrenara Enrico di Borgogna y un mes después Una follia, óperas de un joven todavía desconocido que acababa de cumplir 21 años. Se trataba de Gaetano Donizetti, presentado como Donizelletti por su temor a descubrirse ante el exigente público veneciano: los efectos de La Pasifae todavía se recordaban.

“En 1818 se estrenan 'Enrico di Borgogna' y 'Una follia', óperas de un joven desconocido llamado Gaetano Donizetti de solo 21 años”

En 1825, la Fenice presentó como experimento una novedad tecnológica, la iluminación escénica a gas, proyecto que se abortó al apagarse en medio de una representación. Los Vendramin aprovecharon para presentar un año después el polilampo, una lámpara colgante que irradiaba una luz excepcional y que sería el primer paso para la iluminación total con gas, presentada también en este teatro –en 1844– como primicia en Italia.

En 1833 el San Luca pasó a llamarse Teatro Apollo y un año después vivió uno de sus momentos más memorables, el triunfo de Giuditta Pasta como protagonista de Norma de Bellini. En 1836, La Fenice sufre un incendio y se acuerda transferir al Apollo sus espectáculos, como el estreno de Pia de’ Tolomei de Donizetti, cuyo ballet no pudo representarse por falta de espacio. En su momento de mayor apogeo operístico, el coliseo ofrecía títulos de Verdi, Rossini, Bellini y Donizetti. En 1847 Verdi probó suerte con Alzira, tras el fracaso del estreno napolitano, pero tampoco logró éxito en tierras venecianas.

El Apollo se fue adaptando a las necesidades escénicas, y en 1853 se encargó al pintor Ferrari Bravo la completa modernización del coliseo. Se aprovechó para incluir una magnífica lámpara que descendía del techo central, obra de Piero Cicuto, y un telón con una escena campestre de ambiente español. La temporada lírica se abrió con Il giuramento de Saverio Mercadante y libreto de Gaetano Rossi. En 1859, la situación de descontento hacia la dominación austriaca y tras las protestas de los venecianos, se ordena el cierre de La Fenice para evitar disturbios, clausura que durará hasta 1866. Como consecuencia, se transferirán al Apollo –y a otros teatros, como el San Benedetto– las representaciones operísticas.

En 1875 el teatro es rebautizado como Teatro Goldoni como homenaje al autor veneciano que en tantas ocasiones había trabajado en dicho escenario. La ceremonia se programa para el 25 de febrero, día del nacimiento del dramaturgo, pero una gran nevada recomienda posponerla al día siguiente. La Fenice, para apoyar la celebración y permitir a sus abonados la asistencia a tal evento, cerró sus puertas ese día. Fue el comienzo de la etapa moderna de un teatro que sigue respirando arte en cada rincón de sus instalaciones, hoy bajo la denominación de Teatro stabile del Veneto Carlo Goldoni.  –ÓA

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