Reportajes

25 años sin Pilar Lorengar

El 2 de junio se cumplen 25 años del fallecimiento de Pilar Lorengar en Berlín, una ciudad que la consagró como figura en la Städtische Oper

01 / 06 / 2021 - Marcelo CERVELLÓ - Tiempo de lectura: 1 min

Print Friendly, PDF & Email
Pilar Lorengar en una actuación en TVE © TVE

El 2 de junio se cumplen 25 años del fallecimiento de Pilar Lorengar en Berlín, una ciudad que la consagró como figura del canto en la Städtische Oper primero y la Deutsche Oper después. Allí demostraría su fuerza artística, que no haría sino crecer, desde sus orígenes de aragonesa de pura cepa hasta acabar extendiéndose por todo el mundo.

Pilar Lorenza García Seta nacía el 16 de enero de 1928 en el Hospital Provincial de Nuestra Señora de Gracia, de Zaragoza, en el seno de una familia modesta y de estabilidad un tanto precaria que tenía su residencia en el número 92 de la calle de Armas, en el popular barrio del Gancho. En el Colegio Duquesa de Villahermosa administrado por las Hijas de la Caridad, en el que permanecería desde los siete hasta los catorce años, ingresó en el coro, dando ocasión a que la directora del mismo, Sor Presentación, pudiera advertir las posibilidades de una voz que pronto pudo acreditarse con las primeras clases de canto impartidas por el maestro Asensio Pueyo, padre de una de sus condiscípulas, y por Margarita Martínez Alfaro en la academia que dirigía en el Coso zaragozano.

Entre los años 1942 y 1946, y con el nombre de Loren  –así se la conocía en familia, por cierto– Garcy, actuó en varios cafés-concierto e hizo apariciones puntuales en locales como el Salón Variedades (más tarde Oasis) o el Teatro Argensola. El traslado de la familia a Madrid le permitió estudiar unos años con Ángeles Ottein –una anterior inscripción en el Conservatorio del Liceo en una breve estancia en Barcelona no ha podido ser acreditada– y prodigarse en varias actuaciones en Radio Madrid. A partir de 1950 tuvo sus primeras experiencias discográficas bajo el nombre de Loren Gar y entró en el mundo de la zarzuela grabada, ya en 1951, con su desde entonces nombre artístico de Pilar Lorengar, conmixtión de sus dos nombres de pila y la primera sílaba de su apellido.

En ese mismo año tuvieron lugar sus primeras experiencias escénicas, con la presentación en el Teatro Municipal de Orán (Argelia) con Maruxa y en el Teatro Albéniz de Madrid en El huésped del Sevillano, El tambor de granaderos y La Lola se va a los puertos. Con El canastillo de fresas, estreno de la obra póstuma de Jacinto Guerrero, llegaría, sin embargo, su primer gran triunfo, viéndose obligada a cantar por tres veces su romanza ante las aclamaciones del público. Su éxito en dicha obra, además, propiciaría el que le fuese otorgado el Premio Nacional de Interpretación Femenina Ofelia Nieto en su edición para la temporada 1950-51. Al año siguiente efectuaría su presentación en el madrileño Teatro de La Zarzuela, ya convertida en figura, con Jugar con fuego y el estreno de Sierra Morena de Federico Moreno Torroba.

"Desde 1955, por otra parte, y dejando aparte sus grabaciones de zarzuela y experiencias esporádicas como esa curiosa 'Verbena de la Paloma' en la Corrala junto a Teresa Berganza, su terreno de elección fue la ópera"

Desde 1955, por otra parte, y dejando aparte sus grabaciones de zarzuela y experiencias esporádicas como esa curiosa Verbena de la Paloma en la Corrala junto a Teresa Berganza, su terreno de elección fue la ópera. A  su participación  en las temporadas operísticas de Málaga y Sevilla no tardaría en suceder su debut en el Festival de Aix-en-Provence con el Cherubino de Le nozze di Figaro al lado de Teresa Stich-Randall, Rita Streich y Rolando Panerai, y en el Covent Garden de Londres con una Traviata –cantada en inglés, por cierto– un hito que confirmaría al año siguiente con su debut en el Festival de Glyndebourne en una Flauta mágica que dirigía en su vertiente escénica un Carl Ebert tan fascinado con esa Pamina que le llevaría poco tiempo después a invitarla para la Städtische Oper que él dirigía, iniciándose así el largo noviazgo de la soprano española con el público de Berlín.

Su proyección internacional fue espectacular en los años siguientes: el debut americano en el Town Hall neoyorquino con una versión de Goyescas en concierto (octubre de 1956), unas excepcionales Golondrinas en Madrid con Manuel Ausensi en 1957; debut italiano con Carmen en el Regio de Parma al lado de Fedora Barbieri y Franco Corelli; debut en el Colón de Buenos Aires con La zapatera prodigiosa de Juan José Castro, de nuevo con Ausensi y con el compositor en el podio (1958), para firmar su primera temporada con la Deutsche Oper (1959-60) con personajes como Mélisande, Madama Butterfly o la Marenka de La novia vendida que cantaría junto a Fritz Wunderlich.

Gran mozartiana

En 1961 debuta en el Festival de Salzburgo con Idomeneo y en 1963 en la Ópera de Viena con Le nozze di Figaro, ahora en el papel de la Condesa Almaviva, que también le servirá para su presentación en La Scala al año siguiente. En la Ópera de San Francisco, en cambio, su debut no será con un rol mozartiano sino con la Desdemona de un Otello que la emparejará con James McCracken frente a la aviesa mirada del Jago de Tito Gobbi. Al Metropolitan llegará en 1966 con un Don Gioivanni de lujo en Cesare Siepi. Su tardío debut en el Liceu de Barcelona llegará en 1986 con cuatro funciones de Lohengrin. Primeras y últimas, porque aunque estuvo contratada para el Così fan tutte de 1989 una lesión le impidió cumplir ese compromiso, siendo sustituida por Verónica Villarroel.

Aun pudiendo enorgullecerse de un repertorio amplio y variado, desde algún Rossini primerizo a las incursiones en los papeles líricos de Richard Wagner, Lorengar fue especialmente celebrada y será sin duda recordada sobre todo por su galería de personajes mozartianos, gracias a su emisión brillante, la limpieza de sus agudos, su impecable legato y una musicalidad sin mácula a la que prestaba un atractivo especial ese vibrato que confería a su canto unas características tan atractivas como inimitables.

En su discografía hay que destacar, por un lado, su decisiva aportación al repertorio zarzuelístico entre 1952 y 1964, ampliamente divulgado en su día por el sello Columbia y mil veces reproducido, con hasta trece títulos grabados con Ataúlfo Argenta y las adiciones del período 1958-1964 con Pablo Sorozábal, Benito Lauret, Federico Moreno Torroba y Rafael Frühbeck de Burgos. En el capítulo de los títulos operísticos, y para limitar el examen a las grabaciones de estudio, no pueden dejar de mencionarse su versión de La Bohème en alemán, con Sándor Kónya y Dietrich Fischer-Dieskau, las versiones de Pagliacci y Medea con Gardelli, sus Mozarts con Solti y el Don Giovanni con Bonynge, La Traviata al aldo de Jaime Aragall o esa última Iphigénie en Tauride de 1983 en que acompaña a un –esta vez sí– comedido y eficaz Franco Bonisolli.

Además de sus grabaciones en vídeo (Don Giovanni, 1961, La flauta mágica, 1964), no debe quedar en el olvido su participación en dos largometrajes españoles como Último día de Antonio Román (1952) junto a actores cómicos tan populares como Pepe Isbert o Manolo Gómez Bur y Las últimas banderas de Luis Marquina, estrenada en 1957 y rodada tres años antes.

Además de una infinidad de entrevistas de prensa artículos o estudios parciales (Miguel Ángel Santolaria y Joaquín Martín de Sagarmínaga aportaron los suyos a estas mismas páginas), Lorengar ha sido la protagonista de dos monografías del máximo interés: Pilar Lorengar. Ein Porträt de Werner Elsner y Max W. Busch (Stapp Verlag, Berlin 1985) y el exhaustivo Pilar Lorengar, una aragonesa en Berlín de Sergio Castillo y Alejandro Martínez, editado por la Universidad de Zaragoza en 2016. A estos libros se suma el documental, disponible en DVD, Pilar Lorengar Voice & Mystery de Arturo Méndiz (Arthaus Musik).

Casada desde 1960 con el odontólogo Jürgen Schaff, pidió que a su muerte sus cenizas fuesen aventadas en el Mar del Norte. Fue la última demostración de fuerza de una maña que dejó abierta una de las mejores páginas del canto del siglo XX. No hay duda de que ahora podrá gozar de una merecida paz. ÓA