Reportajes

200 años de un mito: Pauline Viardot-García

El 18 de julio de 1821, en París, nacía una de las mujeres músicas más polifacéticas de su época y a quien hoy se la recuerda en el bicentenario de su nacimiento

01 / 07 / 2021 - Virginia SÁNCHEZ RODRÍGUEZ - Tiempo de lectura: 5 min

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pauline viardot / operaactual.com Pauline Viardot

El 18 de julio de 1821, en París, nacía una de las mujeres músicas más polifacéticas de su época y a quien hoy se la recuerda en el bicentenario de su nacimiento: Pauline Viardot-García, hija del tenor y compositor sevillano Manuel García, tocó la fama en el mundo de la lírica hasta convertirse en leyenda.

Es una de las mujeres músicas más conocidas de la historia de acuerdo con su labor como cantante, pianista, profesora y compositora. Hija del tenor y compositor español Manuel del Pópulo García y de la cantante Joaquina Briones, Pauline Viardot-García, además de su faceta artística, se convirtió en miembro de la élite sociocultural europea –especialmente en la capital de Francia, donde pasó gran parte de su vida–, en un primer momento gracias a su matrimonio con el literato Louis Viardot en 1840 y, posteriormente, por méritos propios debido a su reconocimiento profesional y a sus excelsas habilidades sociales.

A pesar de sus diversas inquietudes artísticas –lo que la hizo ser admirada por figuras como Frédéric Chopin, Johannes Brahms, Franz Liszt o Clara Schumann, entre otros–, la ópera fue el terreno al que estuvo más vinculada, al igual que sucedió con sus célebres hermanos mayores, la famosísima María Malibrán y el barítono, también maestro de canto, Manuel García. Desde temprana edad se hizo con un nombre como intérprete. Al fin y al cabo, el canto ha sido una de las actividades musicales más aceptadas en torno a las mujeres músicas y, además, las prime donne siempre fueron las artistas femeninas que mayor fama y prestigio adquirieron en el siglo XIX. Viardot fue, además, una destacada defensora del legado rossiniano –vinculada a óperas como Semiramide, Otello o Tancredi– y también dio vida a los roles protagonistas de Lucia di Lammermoor de Donizetti o de La sonnambula y Norma de Bellini.

Junto a la excelente técnica y expresividad subrayadas en las críticas de la época, de ella se ha destacado su capacidad para albergar los tres registros vocales de soprano, mezzosoprano y contralto, de los que pudieron disfrutar casi en toda Europa. El público alemán, español, inglés, ruso y de otras tantas naciones se rindió a sus pies en sus numerosas giras en las que, casi siempre, estuvo acompañada por su esposo.

"Una relación aún más estrecha con el legado compositivo de otros músicos coetáneos se observa en torno a Gounod, con quien compartió amistad y colaboró en 'Sapho'"

Algunos compositores quedaron tan fascinados por su talento que no dudaron en manifestarlo públicamente, como Saint-Saëns, quien se refirió a la cantante como “música consumada”. Otros, además, contaron con ella en sus composiciones, como Meyerbeer y su ópera Le prophète, cuyo papel de Fidès había sido compuesto para ella y lo estrenó en 1849, convirtiéndose en uno de los que más interpretaría.

Una relación aún más estrecha con el legado compositivo de otros músicos coetáneos se observa en torno a Gounod, con quien compartió amistad y colaboró en Sapho; la cantante no solo intervino en el estreno de la obra en 1851, sino que participó, de forma activa, en su materialización, asesorando y ofreciendo ideas musicales al compositor tras una audición en Courtavenel y de forma previa a su estreno. Gounod nunca reconoció la participación activa de la diva en la concepción de esta ópera ni le mostró su agradecimiento, algo que molestó profundamente al matrimonio Viardot, tal como se puede constatar en su legado epistolar.

Reconocida maestra y compositora

or otro lado, a pesar de que Pauline Viardot- García se retiró de la interpretación operística cuando contaba con 42 años, su adscripción al género se mantuvo posteriormente en su faceta compositiva. Más allá de las pequeñas canciones que escribió, destacan sus operetas de salón gestadas, especialmente, durante su fructífera estancia en Baden-Baden con la intención de que fueran interpretadas por sus alumnos, dado que la pedagogía ocupó un lugar prioritario en este momento para la diva. Es así como nació Le Dernier Sorcier (1867), una ópera de cámara en dos actos escrita en lengua francesa para solistas, un pequeño coro femenino y acompañamiento pianístico. El autor del libreto fue el novelista y dramaturgo ruso Ivan Turguénev, a quien los rumores de un posible idilio sentimental con la compositora siempre han acompañado y de quien se sabe que disfrutó de estrechos lazos también con el esposo de esta, Louis Viardot. Más allá de cuestiones amorosas, conviene subrayar que la vinculación con Turguénev fue muy significativa para la compositora, pues el libretista ruso también fue el autor del texto de Trop de femmes (1867) y L’Ogre (1868).

Por su parte, Cendrillon es la única opereta conocida hasta la fecha que cuenta con música y texto de la propia Pauline. Concebida en tres actos para siete voces y acompañamiento pianístico, la obra presenta una adaptación del popular cuento La Cenicienta y fue estrenada en 1904, cuando su autora tenía 83 años. A pesar de que se trata de su ópera más interpretada, aún es escasamente programada en los teatros españoles, algo que debería ser solventado con la intención de devolver a la vida el legado de una gran figura de la música europea y de origen español. Su bicentenario debería servir como excusa para ese rescate.  ÓA

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