Reportajes
15 años sin Luciano Pavarotti
Con su hermosa voz y su dominio técnico, con la naturalidad de su canto y su poder expresivo, traspasó las fronteras de la lírica
Fue el más popular, el más querido, el más admirado. Supo llegar a todo tipo de público a través del cine y de la televisión. Su figura, siempre unida a un pañuelo, se transformaría en leyenda. Con su hermosa voz y su dominio técnico, con la naturalidad de su canto y su poder expresivo, traspasó las fronteras de la lírica. A quince años de su muerte, Luciano Pavarotti sigue reinando en el universo musical.
Cando una voz se apaga el silencio puede llegar a hacerse penoso. El 6 de septiembre de 2007 fallecía en su residencia de Pésaro (Italia), víctima de un cáncer de páncreas del que había sido operado dos meses antes, el tenor Luciano Pavarotti, todo un referente entre las voces líricas del siglo XX y figura relevante en los teatros y en los medios de comunicación desde sus primeros pasos en el universo operístico.
Su voz podía haber perdido contacto con ese público del que siempre estuvo cerca y del que siempre recibió la admiración y el cariño que su canto y su acción solidaria ampliamente merecían, pero su carisma ha podido resistir estos 15 años de silencio sin sufrir merma alguna. Si alguien dijo una vez que nadie se acordaría de un cantante a los pocos años de su desaparición, en el caso del tenor de Módena parece poco probable que vaya a ser así.

Pavarotti unto a Montserrat Caballé en 'Tosca' en Nueva York, en 1985
Talento y simpatía
Luciano Pavarotti supo interpretar muy bien el tiempo en el que había de vivir. A sus proezas vocales y a su personalidad artística y social supo añadir muy pronto una faceta que resultaría decisiva para su entronización en el imaginario colectivo de la sociedad en la que hundió sus raíces: la de su intuición por las formas de comunicación que los tiempos le ofrecían. Su simpatía irresistible, su nunca desmentida disposición a participar en eventos de finalidad artística o benéfica o en galas multitudinarias, su permanente contacto con las figuras mediáticas de la época que propiciaría su participación en modalidades del crossover y en reunionces como las conocidas como Pavarotti & Friends –¡que llegaron a ser diez ediciones!– acabarían de modelar su imagen de figura popular y eminentemente accesible.

Como Rodolfo de 'La Bohème' junto a su paisana, colega y amiga Mirella Freni. Coincidieron tantas veces en los escenarios que Pavarotti llegó a decir que con ella “lo había hecho todo, excepto el amor”
La contribución de Pavarotti a la leyenda del tenor croce e delizia de cualquier representación operística ha sido fundamental. Un timbre privilegiado de tenor lírico –apartada una primera etapa en la que incluso se pensó en un tenore di grazia y descartada su conversión en un lirico spinto al final de su carrera– la impostación segura y la musicalidad impecable (fuese o no cierta su incompatibilidad con la lectura de las partituras) facilitaban una emisión siempre apoyada en una vocalidad briosa, fresca y rica en armónicos. A todo ello unía un fiato irreprochable, con una extensión que le permitía acceder con prontitud al registro sobreagudo, con un Do espectacular –el adventicio Fa de Puritani en falsettino y los apenas tocados Mi bemoles de la romanza de Jacopo Foscari con Abbado son solo anécdotas– que le convirtió en portavoz oficial de La fille du régiment para ejemplo de los demás tenores en activo de su época. Figura mítica para todo tipo de aficionados marginales a la ópera, después de la Castafiore ya venía él. Y su pañuelo, claro.
Futbolista frustrado
Este artista irrepetible nació en Módena el 12 de octubre de 1935, hijo de Fernando Pavarotti, panadero y tenor aficionado, y de Adele Venturi, empleada en una fábrica de tabacos. Aspirante frustrado a portero de fútbol, las películas de Mario Lanza –no sería el único– despertaron en él el interés el interés por el mundo del canto. A los 19 años, y tras de haberse agenciado una cierta experiencia formando parte junto a su padre de un coro local, empezó sus estudios líricos formales con el que fuera en su momento un acreditado tenor, Arrigo Pola. El hecho de haber participado con éxito en un certamen coral en Llangden (País de Gales) en 1955 acrecentó en él el propósito de dedicarse al canto. Su entusiasmo le llevó a ponerse en contacto con Ettore Campogalliani, un reputado maestro en cuyos cursos pudieron formarse luminarias como Mirella Freni, soprano nacida en su misma ciudad y con quien el tenor compartiría cartel en el futuro en innumerables ocasiones –tantas que Pavarotti afirmaría alguna vez que “lo había hecho todo con ella, excepto el amor”–, además de con otras ilustres colegas como Renata Tebaldi, Carlo Bergonzi, Gianni Raimondi o Renata Scotto.
Su debut en teatro, fruto de su participación en el concurso de canto Achille Peri de Reggio Emilia, se produjo con el rol de Rodolfo de La Bohème, personaje que había preparado con el maestro Renato Sabbioni. La prestación del nuevo tenor tuvo lugar el 25 de abril de 1961 en el Teatro Municipale Romolo Valli de Reggio Emilia con una puesta en escena de la famosa soprano Mafalda Favero y la dirección musical de Francesco Molinari Pradelli. Sería el primer paso de una carrera triunfal que tendría una pronta confirmación en otros teatros de la provincia como el Comunale de Carpi con su primer Rigoletto y pronto en el extranjero con La Traviata de Belgrado junto a Virginia Zeani y en Belfast con Lucia di Lammermoore, otra vez con la Zeani.
Legendario
La progresión se hizo imparable, siguiendo con Idomneo (aquí aún en el papel de Idamante) en Glyndebourne y con su fructífera asociación con la pareja formada por la soprano Joan Sutherland y su marido, el director Richard Bonynge –junto a quienes trabajó durante años en diversos títulos y con los que realizó grabaciones y giras de conciertos– para consolidar el prestigio con su aclamado debut en La Scala con La Bohème de Franco Zeffirelli y Herbert von Karajan y ¡cómo no! con Freni como pareja protagonista. Pavarotti no tardaría en acceder a los más prestigiosos escenarios de todo el mundo y quizá no sea ocioso recordar a este respecto sus acruaciones en la Opera de San Francisco, donde debutaría los protagonistas de Un ballo in maschera (1971), La favorita (1973), Luisa Miller (1974), Il Trovatore (1975), Turandot (1977, con Montserrat Caballé), La Gioconda (1979) y Aida en 1981 con la dirección orquestal de García Navarro. Las últimas óperas que añadió a su repertorio fueron Otello (solo en concierto y con la dirección de Solti), Pagliacci en Filadelfia, Ernani y Andrea Chénier en la Metropolitan Opera de Nueva York y Don Carlo de La Scala con Riccardo Muti, ocasión en la que encontraría, por cierto, a un público poco predispuesto a su favor.

Como Duca de 'Rigoletto' en la película
El ya mítico concierto de los Tres Tenores junto a Plácido Domingo y Josep Carreras en Caracalla, sellaría definitivamente su fama con eventos multitudinarios en diversas ciuddes, como sucedió en el Hyde Park londinense o en el Central Park de Nueva York, a los que se suman sus innumerables recitales por todo el mundo, siempre con la sonrisa en los labios y el tranquilizados pañuelo blanco en su mano crispada. Pavarotti entraba en la leyenda.
De sus actuaciones en España hay que recordar su intervención en los ciclos de la ABAO bilbaína y de la Ópera de Oviedo con Manon y Elisir en 1970 con Freni, que le acompañaría asimismo dos años más tarde en ambas temporadas en Bohème y Fille du régiment en un curso que le vería también en una Lucia junto a Maddalena Bonifaccio, o sus participaciones en las actividades del Teatro de La Zarzuela madrileño con una inolvidable Bohème con Freni y Taddei en 1970 –puede localizarse aún un registro discográfico de la función del sello Butterfly– y un Ballo in maschera de 1974 con Ángeles Gulín.
En el Liceu debutaba en una Traviata junto a la Zeani el 16 de noviembre de 1963, pero los resultados no fueron totalmente satisfactorios y a partir de la segunda función fue sustituído. Sí obtendría en el escenario barcelonés dos triunfos mayúsculos en la temporada 1970-71 con una Bohème junto a Montserrat Caballé y una memorable Lucia con Cristina Deutekom (cuatro y tres representaciones respectivamente). En la temporada liceísta 1991-92 estuvo contratado para un Elisir d’amore que llegó a ensayar en el teatro pero al que tuvo que renunciar por motivos de salud. Su concierto del 8 de junio de 1989 con Leone Magiera al piano, accesible en el video A voice for the ages de Decca, constituyó todo un acontecimiento en Barcelona. Sus actuaciones como miembro del club de los Tres Tenores tuvieron también su reflejo en la capital catalana con un megaconcierto en el estadio Camp Nou en 1997, actuación a la que habría que añadir su regreso a Madrid en la Gala de Reyes de 1998.
El legado
Sería tarea ímproba entrar en el análisis de su aportación al mundo del disco o del vídeo, por otra ya esbozado en estas mismas páginas por Fenando Fraga en ÓPERA ACTUAL 104, pero no ha de dejarse sin mención esa joya de la corona que es La Bohème que grabó para Karajan con su imprescindible paisana Mirella Freni o esa Fille du régiment que llenó de ascensiones al Do los mercados de todo el mundo. Su única aportación al mundo del cine se produjo con la película Yes, Giorgio de Franklin J. Schaffner (1982) que es difícil de que pueda figurar entre las antologías del Séptimo Arte… Ha suscitado, por otra parte, una bibliografía oceánica en la que, además de su participación directa (My own story, Londres 1971), se registran sus colaboraciones con William Wright (Io, Luciano Pavarotti, 1981, Pavarotti, my world, 1995) y las aportaciones de nombres como Leone Magiera, Rodolfo Celletti o Daniele Rubboli.

Pavarotti recibiendo uno de sus innumerables discos de oro. Su carrera también coincidió con la época de oro de las discográficas y él fue una de sus estrellas
Pavarotti compartió su vida con Adua Veroni durante 34 años y desde 2003 hasta su muerte lo hizo con Nicoletta Mantovani, de quien le separaba una diferencia de 30 años. De la primera tuvo a Lorenza, Cristina y Giuliana y de la segunda a Alice y a Riccardo, fallecido éste al poco de nacer y enterrado con él en el mausoleo familiar del cementerio Monumentale Rangone de Módena.
La voz de Pavarotti ya no está viva para seguir obrando milagros. Su mito, sí. ÓA