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ÓA 269 (II): Un español en Bayreuth: Pablo Heras-Casado inaugura el Festival con 'Parsifal'
Heras-Casado será el segundo director español, tras Plácido Domingo, que dirija en la verde colina
Por segunda vez en la historia del Festival de Bayreuth un director español asumirá la dirección musical de uno de sus títulos. Pablo Heras-Casado se pondrá al mando de la nueva producción de Parsifal que el 25 de julio inaugura el certamen concebido por el compositor como el espacio propicio para la interpretación de sus dramas musicales.
Cuando la noticia se hizo pública la sorpresa fue general. Un director español sería el encargado de inaugurar la edición 2023 del Festival wagneriano de Bayreuth (Alemania), consagrado a la obra de uno de los compositores más adorados y controvertidos. Se trataba de Pablo Heras-Casado, un maestro que en sus dos décadas de trayectoria ha ido acumulando experiencia en un amplísimo repertorio. Este año Heras-Casado, Premio ÓPERA ACTUAL 2014 y uno de los dos principales directores principales invitados del Teatro Real de Madrid, inaugura el certamen, pero también debuta en un podio para muchos inalcanzable. “En una época de efervescencia vital y artística total, cuando empezaba a dirigir, tuve la oportunidad de ir como estudiante becado al Festival junger Künstler que se organiza en Bayreuth”, recuerda el maestro andaluz a ÓPERA ACTUAL. “Dediqué aquel verano a leer e informarme sobre toda la obra del compositor, y además tuve la oportunidad de poder oír un Anillo completo. Lo presencié en la ultimísima fila del teatro, pegado al muro. Desde entonces, y ya siendo director de orquesta y de ópera, Wagner ha estado siempre dentro de mí como objetivo. Pero a pesar de mi impaciencia de querer hacer y descubrir cosas, he tenido siempre mucha paciencia con este compositor. Cuando llegó el momento de enfrentarme a él ya tenía un cierto bagaje en el podio. Y ahora, desde hace unos diez años, es un pilar en mi vida”.
ÓPERA ACTUAL: En febrero de 2022 afirmaba que “del universo de Wagner ya no sales igual”. ¿A qué se refería?
Pablo HERAS-CASADO: Se trata de algo muy instintivo. Después de una producción de Wagner sientes que has viajado galaxias, que has entrado dentro de tus entrañas. Algo así te revuelve completamente los sentidos, y después, tanto a nivel intelectual como físico, experiencial, puedes decir que no eres el mismo. Son experiencias que te expanden absolutamente en todas las dimensiones, que precisan tu entrega en cuerpo y alma.
ÓA: ¿Qué opinión le merece el llamado wagnerismo?
P. H.-C.: Esto de wagneriano es una etiqueta muy problemática y excluyente. Si te gusta Wagner, o Bayreuth, o tienes una relación con ese mundo, ya de pronto eres wagneriano. Pues sí, soy wagneriano, y mozartiano, y monteverdiano, ¡por supuesto!
El orden adecuado para dirigir las óperas de Wagner
ÓA: ¿Existe, desde su perspectiva de director, un orden adecuado a seguir en el universo Wagner?
P. H.-C.: Recuerdo en esa época inicial en Bayreuth, en los años noventa, comenzar una relación muy amistosa y cercana con Daniel Barenboim, y preguntarle precisamente al respeto, ya que pocas personas se pueden contar que tengan un conocimiento tan profundo de toda la obra de Wagner. Y él me dijo: “empieza con El holandés errante y, a partir de ahí, explora, y lo que te llegue”. Y así lo hice. El Holandés fue mi primer contacto con Wagner, en el Teatro Real, y después vino el Anillo. Desde entonces siento las obras de mi repertorio wagneriano como universos muy diferentes, y el orden en el que se vayan sucediendo pienso que tampoco es tan esencial.
ÓA: ¿Qué piensa sobre la recepción en España de la obra de Wagner en la actualidad?
P. H.-C.: En España existe un público wagneriano, aunque por supuesto no tan extenso y repartido como en Alemania. Pero para mí lo más interesante y fascinante es llegar al público que no es wagneriano, al público sin carné, por decirlo así. A lo largo de cuatro años de experiencia con el Anillo en Madrid nos hemos encontrado con una gran cantidad de público que se enganchaba a las óperas. Esto es lo más fascinante, y lo que más habla del público madrileño y español en general. En el caso del Anillo ha sido muy notable el hecho de que con tantas funciones por título toda esa parte no iniciada del público haya sido fiel y constante.
ÓA: Su Parsifal en Bayreuth no será uno cualquiera. ¿Cómo funcionará el trabajo con el director de escena Jey Scheib? ¿Qué piensa sobre el tema de llevar la realidad aumentada a la ópera y, en este caso, de que solo habrá 330 gafas disponibles?
P. H.-C.: Siempre he tenido una relación creativa estupenda con los directores de escena. No quiere decir que todo sea aceptado ni aceptable, sino que hay que trabajar conjuntamente desde el inicio. Con Jey Scheib nos hemos encontrado en diversas ocasiones, tanto en Alemania como en España. Nuestra relación es estupenda ya antes de empezar en Bayreuth, muy creativa y con mucho espacio para el diálogo. Sobre las gafas, hay que decir que lo que permiten es aumentarles la perspectiva en cierto grado al número reducido de personas que las llevan. No es que alguien que no las tenga no vaya a poder disfrutar de la producción al completo y a todos los niveles. Simplemente que, en algunos aspectos, las gafas permitirán ampliar la experiencia visual. No hablamos de realidad virtual, y por tanto de un aislamiento de la realidad, sino de realidad aumentada.
ÓA: Es conocida la opinión de Daniel Barenboim sobre la excepcionalidad del Parsifal bayreuthiano. Asegura que dirigir la ópera en Bayreuth es diferente a hacerlo en cualquier otro lugar, porque la obra fue compuesta especialmente para ese teatro. ¿Qué importancia da en su propuesta de dirección a este hecho?
P. H.-C.: Desde un punto de vista ideológico, soy muy consciente de ello. Estoy preparado para el acontecimiento que significa dirigir una obra que nació, que fue concebida en ese útero, que está moldeada, cincelada para esa acústica. Cuando como director de orquesta te preparas cierto repertorio para una orquesta o una sala determinada, hay siempre un grado de previsión y preparación. Pero luego hay un porcentaje muy grande de la experiencia al que no puedes responder hasta que no estés en el podio: no se puedo prever cómo va a sonar. Además, para cualquier artista, la espontaneidad es muy importante. Apoyada en un trabajo profundo, evidentemente, pero es esencial sentir que en el momento de la interpretación la obra está viva, vibrante en ese momento justo.
ÓA: ¿Le tiene respeto al foso cubierto del teatro de Bayreuth?
P. H.-C.: Por supuesto, mucho. Un respeto reverencial, sabiendo que es uno de los tesoros más fascinantes que existen en el mundo musical. Sé que tiene su complejidad y sus particularidades, pero tener respeto no significa tener miedo. Voy a tener que integrarme en él, contando con una orquesta y con asistentes que lo conocen muy bien.
ÓA: ¿El encantamiento del Viernes Santo lo prefiere en versión orquestal o con el Gurnemanz de Georg Zeppenfeld hipnotizando al público sobre el escenario?
P. H.-C.: Por supuesto con Zeppenfeld. Antes de dirigir una ópera completa, poder hacer algún extracto –como me ha pasado con Parsifal– es un regalo para cualquier director, y eso pasa con Wagner, afortunadamente. Pero una vez que oyes, en el transcurso de la ópera, la narración de Gurnemanz y la fascinación y el éxtasis que siente Parsifal ante lo que sucede, que casi no comprende qué está pasando… No se puede comparar con la versión puramente orquestal.
ÓA: Con su Anillo en el Real demostró su afinidad con Wagner. Ya ha dirigido en grandes teatros europeos, como en Berlín, Milán o Viena, con un repertorio completamente diferente. ¿Cómo es su relación con Mozart? La próxima temporada inaugurará la temporada de la Staatsoper Wien con La clemenza di Tito.
P. H.-C.: Me hace muy feliz dirigir Mozart en todos estos teatros. Será la primera vez que dirija una obra suya en Viena. Cuando Bogdan Roščić me llamó para proponerme formar parte de su proyecto en la Ópera de Viena como director regular me habló de Monteverdi. Haber presentado ahí la trilogía monteverdiana es un hito ya concluido para mí y para la casa. Pero me habló también de Mozart. Me dijo: “Quiero que vengas a dirigir Mozart aquí en Viena, y que lo hagas regularmente”. Estoy muy feliz de comenzar con esta etapa.
ÓA: ¿Cómo pasa uno de la música antigua al Wagner más profundo en tan poco tiempo?
P. H.-C.: Me es completamente natural. Es como alguien que haya crecido siendo políglota. He crecido y nunca he abandonado el lenguaje monteverdiano, a pesar de que a posteriori el repertorio de un director de orquesta bascule hacia otras épocas. En cualquier caso, nunca he dejado atrás ese lenguaje en mi historia vital y artística, ha sido algo así como una constante. Acabar una producción de Monteverdi y al día siguiente dirigir Stravinsky o Luciano Berio, como me ha sucedido muchas veces, no es un conflicto ni un problema. Es simplemente un cambio de registro. Lo más bonito es sentir que hay vasos comunicantes entre todos estos repertorios, y que todos me aportan luz, reflexiones y dudas que se transfieren de unos a otros.
ÓA: ¿Cree que el hecho de que usted sea un director polifacético por convicción ha jugado un papel importante en el interés del Festival de Bayreuth de contar con sus servicios?
P. H.-C.: No tengo ni idea. Me gustaría pensar que sí. Evidentemente no van a proponerme un proyecto de esta envergadura si no es desde una perspectiva wagneriana muy profunda. Soy consciente de que en este paso importante ha sido definitivo mi Anillo madrileño. Así lo manifestó Katharina Wagner en la rueda de prensa del año pasado cuando presentó la programación. Pero puede ser que esta parte polifacética también sea atractiva para ellos. El festival siempre ha abierto las puertas a la novedad, como ocurre ahora con la apuesta por alguien como Jay Scheib, y como ha ocurrido en el pasado con cantantes o directores en su momento muy frescos, como Pierre Boulez. Bayreuth nunca pierde de perspectiva el futuro.
ÓA: De hecho, en esto hacen una enésima concesión al espíritu de Wagner, que siempre fue renovador…
P. H.-C.: Por supuesto. El festival y Katharina Wagner están haciendo una apuesta al invitarme, y está basada en la experiencia, sí, pero no deja de ser una apuesta. Es abrir las puertas a alguien nuevo que llega al festival. Para mí, ese espíritu renovador que tiene el Festival de Bayreuth es de admirar y de agradecer.
ÓA: ¿Podría decantarse por un ámbito concreto de la lírica? ¿En qué teatros o en qué contextos líricos hay que imaginarse a Pablo Heras-Casado en los próximos meses o años?
P. H.-C.: Por el momento podría imaginarme haciendo de nuevo alguna reposición de Monteverdi en Viena. Querría llevar ese Monteverdi con enfoque musicológico e historicista, pero muy revolucionario, con una orquesta de 40 músicos en el foso, a otro teatro europeo. La música de Monteverdi es más moderna que nunca. Pero me gustaría también seguir con Mozart, como haré, y, por supuesto, continuar con Wagner, con Richard Strauss y con ópera del siglo XX.
ÓA: Continúa polifacético, entonces.
P. H.-C.: Sin duda.
ÓA: ¿Tiene algún proyecto discográfico?
P. H.-C.: Tengo la fortuna inmensa de haber encontrado a Harmonia Mundi en el camino, y seguimos produciendo proyectos bellísimos. A pesar de la conocida crisis del sector discográfico, ellos siguen apostando por la calidad, por el concepto, antes que por lo comercial. Está por salir el mes que viene un disco más de mi colección de grabaciones con la Freiburger Barockorchester. En Friburgo acabamos de grabar El sueño de una noche de verano de Mendelssohn con el RIAS Kammerchor de Berlin. Y el Parsifal de Bayreuth saldrá en disco con Deutsche Grammophon.
Principal director invitado del Teatro Real
ÓA: ¿Continuará su relación con el Teatro Real, al que regresa en 2024 con Los maestros cantores?
P. H.-C.: Sí, la relación con el Real es fabulosa. Para mí es uno de los pilares importantes de mi carrera, lo ha sido y lo va a seguir siendo. Prácticamente en cada temporada estaré presente allí, la próxima con Maestros cantores. La experiencia con el Ring no pudo haber sido mejor. Para mí es de un valor altísimo que el teatro haya hecho una apuesta tan grande a todos los niveles, técnico, humano y financiero, para llevar a cabo un proyecto así, y más en tiempos de pandemia.
ÓA: Finalmente, una pregunta que tienen que hacerse muchos músicos españoles. ¿Europa es el camino? ¿Cómo afecta su éxito en los teatros europeos a su relación laboral con los teatros en España?
P. H.-C.: Nunca me planteé las demarcaciones geográficas. Me moví siempre por todos los sitios en los que pude, donde encontraba oportunidades para hacer música, para aprender como músico. Esto me llevó a estar más fuera que dentro, porque dentro no había muchas posibilidades. Claro que hubiera agradecido muchísimo que la energía que tenía en ese momento, las ganas de colaborar en cualquier ámbito, hubieran podido canalizarse en España, pero no se daba el espacio. Han pasado 30 años, y las cosas son –o deberían ser– muchísimo más favorables para un músico español. Sin duda que hay una cantidad impresionante de talento que necesita un poco de atención. Hay que hacer que la situación profesional de los músicos en España se normalice. Toca que tengamos por fin una buena red de orquestas con nivel en el país, por ejemplo, para que Europa no tenga que ser necesariamente el camino. Por supuesto que hay que viajar y expandirse, esto es la clave para todo. Pero no tiene que ser una condición sine qua non, y si lo es, dice muy poco de nosotros mismos.- ÓA