En Portada
ÓA 266: 'La nariz' de Shostakóvich, nuevos lenguajes en el Teatro Real
Dmitri Shostakóvich orquesta una corrosiva sátira de la administración soviética que surge tras la Revolución
El coliseo madrileño programa siete funciones a partir del 13 de marzo de una de las óperas que más controversia suscitó en el siglo XX, ausente de los escenarios nacionales desde 1992. Estrenada en Leningrado en 1930, Dmitri Shostakóvich orquesta una corrosiva sátira de la administración soviética que surge tras la Revolución. Dirigida en lo musical por Mark Wigglesworth, en el Teatro Real sube a escena en el surrealista montaje que firma Barrie Kosky.
Es muy cara de montar, ya que la obra requiere nada menos que de 33 solistas, quienes se reparten 89 roles diferentes. No, no es un delirio cinematográfico, aunque lo pueda parecer: es La nariz, de Dmitri Shostakóvich, ópera estrenada en 1930, cuando el compositor ruso contaba apenas 21 años y ya era lo suficientemente consciente de lo que estaba sucediendo a su alrededor. La obra, crítica con el sistema, levantó ampollas en los medios soviéticos de la época. Un año antes se había escuchado en forma de concierto y la Asociación Rusa de Músicos Proletarios la atacó sin el menor miramiento. La verdad es que no deja indiferente a nadie, incluso a sus intérpretes. “Es una aventura fantástica, pero es una aventura de locos”, dicen algunos de los cantantes españoles que la estrenarán en Madrid y que han de desdoblarse no en dos personajes, sino en cuatro. Hay mucho que ensayar para no perder la cordura.
Sobre lo que representó y significó su estreno en ese momento histórico concreto, los años treinta de la pasada centuria, Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, apunta lo siguiente: “Tras su estreno fue calificada de ‘bomba de mano anarquista’ por la prensa soviética. La indignación del establishment era lógica, así como la enorme controversia que se generó y las opiniones divergentes sobre su valor en ese momento político e histórico. Uno de los grandes problemas para Shostakóvich era que el clima cultural y político había cambiado. La relativamente tolerante y liberal atmósfera de los años veinte del pasado siglo se terminaba y era reemplazada por una centralización creciente, por un aumento de la xenofobia y por una reglamentación de todos los ámbitos a medida que Stalin consolidaba su poder en la sociedad soviética. Lo que era aceptable cuando Shostakóvich comenzó a componer La nariz había devenido en inapropiado, por no decir peligroso. La indignación venía, en el fondo, por el hecho de que la misma crítica que Gogol había lanzado contra la burocracia zarista se podía lanzar, tal cual, contra la burocracia soviética. Parecía que estaba insinuando algo tan sensible como que la Revolución no había servido para nada”.
Matabosch cita a Gogol, pues en uno de sus cuentos –del que la ópera toma su nombre y que el escritor publicó en 1836– basa el compositor su ópera, un relato tan absurdo como grotesco en el que una mañana un oficial de San Petersburgo se despierta sobresaltado sin su apéndice nasal. ¿Dónde está la nariz del Mayor Kovalyov? Ha cobrado vida propia y ahora ejerce una responsabilidad importante dentro del establishment: es nada menos que Consejera de Estado, un cargo al que el citado oficial aspiraba. Una divertida pieza del absurdo que Barrie Kosky recrea de narices.
No hay en esta ópera coral un personaje principal, sí uno más extenso que los demás, el de Platón Kuzmitch Kovalyov, que en Madrid interpretará el barítono austriaco Martin Winkler. Los ensayos arrancaron el 6 de febrero sin Barrie Kosky, pero con sus dos ayudantes desplazados a Madrid, Johannes Stepanek y Marco Berriel, y ese mismo día los cantantes no rusos, alrededor de una veintena, comenzaron a ensayar con la coach de dicción Alexandra Tarasenko, pues la obra se canta en el idioma de Tolstoi. En el espejo deformante que propone y coloca Shostakóvich frente al espectador se refleja la visión esperpéntica y grotesca de una sociedad conformada aquí por una nube de personajes que entran, salen, declaman, aparecen de manera fugaz o en asociaciones grupales como pequeños rebaños… Todo con un ritmo atropellado. Incluso narices que bailan a ritmo de claqué, eso sin olvidar el debut en el escenario del Teatro Real de la mediática Anne Igartiburu en el papel de presentadora. Eso sí, no hay dúos ni arias memorables como en otras óperas tradicionales.

Joan Matabosch director artístico del Teatro Real
Estrenar La nariz en el Teatro Real (Ver web) supone un hito, sobre todo al ir acompañada de la recuperación de una cantata del mismo compositor, Anti-Formalist Rayok –ver despiece al final del artículo–, cuya única función programada tendrá como escenario la sala Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes. Este curso Shostakóvich no es el único autor del siglo XX que subirá al escenario del coliseo madrileño, pues de manera consecutiva, en abril, lo hará Nixon in China, del norteamericano John Adams. ¿Es una evolución lógica la presencia de ambas óperas en la programación del Teatro Real? Joan Matabosch considera que el coliseo madrileño tiene todavía “muchas asignaturas pendientes como consecuencia de lo accidentado de su historia, de los muchos años en los que la institución ha estado cerrada o reconvertida en sala de conciertos. Por esto, es fundamental que la línea artística asuma estas carencias y estas lagunas culturales. En las últimas temporadas la apuesta decidida por ampliar el repertorio es inequívoca: alrededor de la mitad de los títulos que se programan cada temporada acceden al Teatro Real por primera vez, entre estrenos absolutos, recuperación de patrimonio y grandes títulos de los siglos XVII, XVIII, XIX, XX y XXI. Es una orientación valiente, consciente de que no solo estamos proponiendo grandes espectáculos, sino un proyecto cultural sólido y riguroso”.
Sátira feroz
Cuenta el director artístico Barrie Kosky (entrevista en este enlace) que La nariz es una sátira feroz y corrosiva de la administración soviética surgida de la Revolución, aunque invita a una lectura psicológica de la misma, ya que, asegura, “también parece una versión grotesca del romántico Doppelgänger, el aterrador alter ego que confronta al ego con sus propios miedos y deficiencias. Es como una fantasía sexual pre-freudiana. La importancia de esta excrecencia del cuerpo normalmente ignorada, se revela solo como trascendental cuando el apéndice se ha perdido. Con el añadido humillante de que envía señales inequívocas sobre la dudosa virilidad del propietario del apéndice extraviado. Es una obra con la que quizá algunos se puedan identificar: ¿Quién no ha sentido alguna vez que una parte de su cuerpo se desgajaba del resto, se inflamaba y tomaba sus propias decisiones, al margen de la sensatez que pudiera dictar el cerebro?”. La nariz se estrenará en el Teatro Real en una nueva producción en colaboración con la Royal Opera House, La Komische Oper de Berlín y la Ópera de Australia, aunque en 1992 la Ópera de Cámara de Moscú la presentó en España en la legendaria producción de Boris Pokrovski. La ópera también pudo verse en esa ocasión en el Teatro Carlos III de El Escorial y en el Cervantes de Alcalá de Henares.
Teatro Real
Shostakóvich: LA NARIZ
Nueva producción del Teatro Real, en colaboración con la Royal Opera House, la Komische Oper Berlin y la Ópera Australia
Platón Kuzmitch Kavalyov: Martin Winkler. Iván Yákovlevich / Encargado de la oficina del periódico / Médico / Horzev-mirza / Taxista: Alexander Teliga. Praskovaya Ossipovna / Una vendedora de pan: Ania Jeruc. Inspector de policía / Eunuco: Andrey Popov. Iván / Policía / Señor / Eunuco / Jefe adjunto a la policía: Vasily Efimov. La nariz / Eunuco: Anton Rositskiy. Lacayo / Iván Ivánovich / Estudiante: Stephan Astakhov. Yarishkin / Eunuco / Hombre enojado en la catedral: Dmitry Ivanchey. Pelageya Grigorievna Podtóchina / Señora Respetable: Margarita Nekrasova. La hija de Podtóchina / Señora en la Catedral: Iwona Sobotka. La vieja condesa: Agnes Zwierko. Presentadora: Anne Igartiburu.
Orquesta Titular del Teatro Real (O. S. de Madrid). Coro del Teatro Real (Coro Intermezzo. Dirección: Andrés Máspero).
Dirección musical: Mark Wigglesworth. Dirección de escena: Barrie Kosky.
13, 15, 15, 19, 27, 29, 30_03
El pobre protagonista desnarigado de la obra es presentado como un héroe trágico “al que Shostakóvich incluso le da una desgarradora y apasionada aria. Es recibido en todos los sitios con humillación y con vergüenza porque, por un extraño capricho del destino, se ha convertido en diferente, en un paria. Un outsider”, continúa Matabosch, “en medio de una gran mascarada” en la que el director de escena Barrie Kosky se mueve como pez en el agua aceptando el desafío de zambullirse en un universo tan fascinante que pareciera haber sido concebido para el regista. La producción, que llega directamente del Covent Garden, pone el acento en el esperpento. Y se ríe. Casi se desencuaderna, según afirma Kosky: “Es a Gogol a quien quiero explorar, a su mundo dickensiano sucio, destartalado y apestoso. Esto no es una alegoría política, es una pura tontería, en la tradición de Edward Lear, Lewis Carroll e incluso Monty Python”, asegura. “Es necesario que el público sienta el patetismo de la difícil situación por la que atraviesa el protagonista, que en lugar de apéndice nasal luce un apayasado manchurrón rojo, y para ese papel se necesita un payaso triste”, explica. Confiesa que, ante el estreno del montaje en Londres, peleó porque el desgraciado hombre fuera representado por Martin Winkler, “un barítono que no era conocido en Gran Bretaña pero que, sin embargo, es un fantástico actor que puede cantar hasta la saciedad”. Será el mismo cantante austriaco quien le de vida en el escenario del Teatro Real.
Meyerhold, el pionero
El departamento de Sastrería del Teatro Real se llenó a partir de febrero de narices, más grandes, más pequeñas. Narices que suben a escena con piernas, exageradas, grotescas, pura caricatura y exuberante surrealismo. Pero antes de Kosky, mucho antes, cuando Shostakóvich pasaba de los veinte años y estrenaba entonces su ópera, fue otro director de escena quien, subraya Matabosch, insistió en convertir el cuento de Gogol en libreto operístico, Vsevolod Meyerhold. “Su estética está detrás de la adaptación del texto, por mucho que cuando Shostakóvich le conociera ya hubiera compuesto los actos 1 y 2. Al inicio de 1928, el compositor hizo la primera de sus varias visitas al gran director de escena y su esposa, la actriz, Zinaida Raikh, en Moscú. Durante el día él trabajaba con Meyerhold en el teatro y, por la noche, se empapaba de la radical energía y cultura del hombre que, sin duda, fue el coloso que cambió radicalmente el teatro del siglo XX”.
El director británico Mark Wigglesworth subirá al podio del Real con este título. Gran conocedor de la obra del maestro ruso, el que fuera titular musical de la English National Opera (ENO) ha grabado todas las sinfonías de Shostakóvich y dirigido su ópera Lady Macbeth de Mtsensk, en una producción de Tcherniakov que en su día definió como “de gran dureza”. El director, al recordar las consecuencias que tuvo para el ruso el estreno de Lady Macbeth en 1934 se hace una pregunta: “¿Pudo haber sacado la durísima reacción de Stalin, posiblemente dictando el editorial que publicó el diario Pravda una parte desconocida del músico? Me pregunto de una manera un tanto retorcida si la colérica respuesta del dictador pudo haberlo salvado”. El terror que experimentó Shostakóvich ante la posibilidad de ser enviado al gulag sin contemplaciones (o tener un destino aún peor) “hizo que limara sus obras más vanguardistas y desarrollara un estilo que fuera aceptado por el régimen”.– ÓA
Pequeño paraíso crítico
Anti-Formalist Rayok (algo así como El pequeño paraíso formalista) es una aguda sátira que no pudo estrenarse en vida de Shostakovich. Solo 14 años después de su muerte subió a un escenario, el del Kennedy Center de Nueva York. Era el año 1989 y la dirigió Mstislav Rostropovich. ¿Qué hacía tan singular a esta obra como para que se hubiese concebido para darse a conocer solo a familiares y amigos? ¿Por qué no podía traspasar las fronteras de lo doméstico y lo clandestino? En esta cantata en un solo acto para bajo solista y coro mixto cada personaje representa a una prominente figura política soviética: Joseph Stalin, Andrei Zhdanov (a quien se debe la frase “el único conflicto posible en la cultura soviética es el conflicto entre lo bueno y lo mejor”) y Dmitri Shepilov (a quien se ridiculiza por su mala pronunciación de KorSAkov, que acentúa de manera errónea, de lo que el propio Shostakovich fue testigo en una plúmbea conferencia). El libreto bebe directamente de los discursos grandilocuentes y vacuos pronunciados por estas figuras trufados con melodías folclóricas como Kalinka y Sulikó, la favorita de Stalin. De ahí que haya habido cierto misterio y algún que otro interrogante sobre cuándo el compositor comienza la escritura de la obra; podría haber sido hacia 1948, ya que sí está documentada su revisión, a mediados de los años cincuenta, y su final, entre 1965 y 1968, una sección perdida durante décadas y escuchada por vez primera en enero de 1989, año del estreno de la cantata en Moscú.
Quienes lanzaban sus afilados dardos contra la singular pieza la tachaban de obra menor y destacaban su escasa profundidad musical. Nada más alejado de la realidad de un compositor capaz de conseguir altas cotas de compromiso por mera supervivencia que alternaba con otras de una furia desatada hacia su trabajo por parte de Stalin. En Madrid se estrenará en una única función el 26 de marzo en el Teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes con la voz del bajo Alexander Teliga y la presencia de Judith Jáuregui al piano. * G. P.