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ÓA 264: Maria Callas, en el centenario de un mito

Son contadas las cantantes de ópera cuyo legado trasciende el paso del tiempo. Un siglo después de su nacimiento, el de Maria Callas ya ha hecho historia

01 / 01 / 2023 - Helena MATHEOPOULOS - Tiempo de lectura: 7 min

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mariabycallas-operaactual Maria Callas © Maria by Callas / Fonds de dotation Maria Callas
Alfredo Kraus Maria Callas junto a Alfredo Kraus en 'La Traviata' de Lisboa (1958) © Fundación Internacional A. Kraus
Maria Callas Coliseo Albia 1959 Maria Callas en el Coliseo Albia de Bilbao en 1959 © ABAO

Un siglo después de su nacimiento, Maria Callas sigue siendo tan ardientemente adorada como lo fuera en vida. Sus discos se venden más que los de otras divas –del pasado y del presente– y parece haber hechizado a toda una nueva generación de amantes de la ópera como lo hiciera con el público de su tiempo, un fenómeno único en la historia de la ópera. “Callas no solo no ha sido igualada, sino que es inigualable” según afirmó su amigo y estrecho colaborador, el legendario director de escena Luchino Visconti.

La prensa italiana la bautizó acertadamente como La ­­Divina, subrayando así la mística dimensión que Maria Callas (Ana Maria Cecilia Sofia Kalogeropoulos) alcanzó respecto a los cantantes de su época y, de hecho, de todos los tiempos. La mezzosoprano Kiki Morfoniou, que cantó Neris junto a la Medea de Callas en 1961 en Epidauro, insiste también en lo de la “dimensión mística” de la inmortalidad de la Callas. “Siento la impresión de que no se ha ido. Yo puedo aún sentir su presencia”, asegura respecto de esta fabulosa intérprete, un fenómeno único en la historia de la ópera.

Callas, en efecto, no se ha ido del todo. Por el contrario, la artista nacida en Nueva York en una familia de emigrantes griegos en 1923, sería la protagonista de la fascinante película Maria by Callas (2018), de Tom Volf, y la actriz italiana Monica Bellucci ofrecería un espectáculo sobre la Callas, basada en la obra de Volf, en París, Atenas, Peralada y otras ciudades europeas. En 2020 se estrenó la extraordinaria 7 muertes de Maria Callas de Marina Abramovic en la Ópera de Múnich. “Sin duda –continúa Kiki Morfoniou– Maria fue la Voz del Siglo”.

De hecho, fue bastante más que aquello que cuenta la leyenda que llegó a ser durante su vida y que el mito en el que se convirtió tras su muerte. Y es así porque, más allá de la magia y de la intensidad de sus actuaciones personales, Callas fue una pionera cuya carrera marcó un punto de inflexión en la historia de la ópera. “Fue como un cometa”, asegura la soprano Barbara Frittoli, que siente una auténtica pasión por la Callas, “una estrella que cruzó el firmamento operístico y lo cambió para siempre. Ella transformó totalmente la interpretación operística. Cuando se escucha a la Callas en disco se puede ver al personaje que está interpretando como si lo tuvieras delante de tus ojos. A nadie le importa si algún agudo queda un poco estridente y si no resulta perfecto el fuego de su canto. Es ese fuego el que hace que los personajes vivan a través de su voz. Puede que su carrera fuese relativamente corta, pero fue como un faro que ha seguido iluminando hasta ahora y nos inspira a todos”.

© ABAO Bilbao Opera

Sus actuaciones arrastraban multitudes. En la imagen, en Bilbao, ciudad en la que actuó en 1959 en en el Coliseo Albia en una breve gira que también la llevó al Teatro de La Zarzuela de Madrid y al Liceu de Barcelona

Revolucionaria

En efecto, y como afirmaría hace algunos años James Levine –ex director musical de la Metropolitan Opera de Nueva York–, “la carrera de Callas fue revolucionaria. Dotó a la ópera de un grado de unidad dramática y musical de una credibilidad sin precedentes”. Esta “Revolución Callas”, como llegó a ser reconocida su estela, fue tan profunda y de tan largo alcance que, con la ayuda de directores tan inspirados como Luchino Visconti, transformó la ópera en un teatro creíble y en una forma artística capaz de sobrevivir en una época como la actual, en la que los criterios de credibilidad dramática han sido estructurados por la influencia del cine, de la televisión y de los medios digitales. Es por ello que está plenamente justificado hablar de una ópera a. C. y d. C.: antes y después de Callas.

© Warner Music

Junto a Franco Corelli en 'Norma', uno de sus títulos icónicos.

Hay algo casi místico en el hecho de que haya sido una griega la que inyectara el drama en la ópera, ese sublime arte inventado en el siglo XVI en Italia por la Camerata Fiorentina, entre cuyos miembros había compositores, poetas y eruditos de la aristocracia interesados en las raíces de la música griega antigua. No dieron con ellas, pero mientras las buscaban e inspirándose en los escritos de Aristóteles buscaron otras soluciones inventando el melodrama, palabra griega que significa drama y música, y que pasaría a ser el nombre oficial de la ópera.

Durante siglos el género se convertiría, con pocas excepciones –como las del legendario bajo ruso Feodor Chaliapin–, en una forma artística centrada en el aspecto vocal. Ello persistiría hasta la revolucionaria llegada de Maria Callas, quien, como todos los revolucionarios, tuvo que vérselas con diversos opositores, en su caso quienes consideraban que el único ingrediente necesario para la ópera era la belleza del sonido. Callas, en cambio, emplearía la extraordinaria belleza y la expresividad de su voz, reconocible al instante y dotada de la máxima intensidad emocional, para utilizarla a favor y al servicio de la música. Nunca le preocupó emitir un sonido desapacible si la situación dramática lo exigía. La soprano Ermonela Jaho, que recuerda a la Callas en su identificación con las heroínas de la ópera, afirma que cuando oyó a la Callas en una cassette tuvo la impresión de que “un milagro se estaba produciendo” delante suyo. “Era la primera vez que oía una voz identificada con la profundidad de las notas y yendo más allá de lo que estaba escrito en la partitura”.

© Warner Music / Archivo Mario De Biasi / Mondadori Portfolio

Callas junto a su amante, el armador griego Aristóteles Onassis, durante una firma de autógrafos en Venecia, en 1957. Más tarde él la abandonaría por Jackie Kennedy

Cabe decir que el genio de Callas radica en su musicalidad única, ya que su sensibilidad le permitía dar con el color necesario a lo que se escucha en la música. Profundizaba más allá de las notas y respondía por reflejo a la misma emoción que embargaría a los compositores al escribirlas. “El único director de escena en la ópera es el compositor”, solía decir. “Si escuchas realmente la música, encontrarás todo lo necesario para su interpretación vocal y escénica. Y a eso me dedico: a encontrar la verdad y a dársela a conocer al público tan honestamente como pueda”.

Esta búsqueda apasionada, febril, casi religiosa de la verdad –musical, dramática, emocional y espiritual– en los personajes, en la obra y en el compositor es lo que distingue a Callas entre los otros cantantes de su época y, con escasas excepciones, de las otras. El secreto de su arte, por decirlo con sus propias palabras, era “mucha verdad, mucha sinceridad, mucha ciencia, mucha improvisación. Hay que empezar preparando mentalmente cada frase para buscar luego la expresión correcta en el rostro y finalmente transmitirla al público. Si no se hace todo esto a tiempo, será demasiado tarde”.

“Además de convertir la ópera en un teatro creíble, la revolución de la Callas afectó también al repertorio”

Este enfoque y su mágica presencia escénica dejaban atónitos a sus colegas. “Cuando la vi en La Traviata en 1957, sentí un estremecimiento durante y después de la representación”, recordaba la mezzosoprano Teresa Berganza. “Aquellos ojos, la economía en los gestos que bastaba una mirada para apreciar, donde otros habrían incurrido en un histrionismo sin sentido, me marcaron para toda la vida”. La soprano Shirley Verrett aseguraba que durante una representación de la Callas “vi y escuché todo lo que hizo diciéndome a mí misma ‘esto es lo que la ópera debe ser’”. 

Innecesario es decir que ese milagro que fue Maria Callas no se produjo solo a causa de su voz extraordinaria y de su presencia escénica. Se nutría de su extremo perfeccionismo y de la indeclinable dedicación a su trabajo. Era una adicta al esfuerzo por mejorar, refinar y pulir hasta el más pequeño detalle tanto musical como escénico a fin de que “todo pareciese natural”.

Perfeccionista

Este perfil perfeccionista, según explicaría ella misma en una entrevista con George Harewood en 1968 para la BBC2, se manifestó muy pronto. Ya con 14 años, y siendo una estudiante en el Conservatorio de una Atenas ocupada por los alemanes donde su madre y su hermana se trasladaron en los años 30 desde Nueva York, era la primera en llegar por la mañana y la última en irse por la tarde. Cuando su maestra, la famosa soprano española Elvira de Hidalgo, le preguntó por qué lo hacía, ella respondió que porque oir música era lo que más le gustaba y así podía aprender de los demás. “Siempre hay algo que aprender, incluso de un mal alumno. Incluso quien tiene menos talento puede tener una idea que nunca se le hubiera acudido al más dotado.  En nuestro arte nunca se acaba de aprender. Una vez completada la formación, que representa solo el primer paso de un largo proceso, el cantante debe convertirse en músico y pasar a ser el primer instrumento de la orquesta. Este es el auténtico significado de la expresión prima donna.

Mario del Monaco junto a Maria Callas durante la grabación de 'Norma' con Tullio Serafin y la Orquesta de la RAI de Roma (1955)

Fiel a sus palabras, abordaba cada nuevo papel como una principiante, metiéndose en lo que ella llamaba un “corsé musical” mediante el estudio de la partitura, primero por su cuenta y luego con un maestro repetidor, para pasar después a los ensayos escénicos y musicales. Y como era muy corta de vista, ello le suponía tener que subir y bajar muchas veces las escaleras a fin de conocer exactamente la situación de la escenografía, así como la del mobiliario y los demás elementos del decorado. Solo entonces se sentía segura para moverse en el escenario y, según sus propias palabras, “encenderse” o, como decía la soprano Renata Scotto, “soltar ese terrorífico fuego griego y esa energía visceral” que le eran característicos y que el compositor y director Leonard Bernstein definía como “electricidad en vivo”. Pero antes de pisar el escenario rogaba a los presentes que rezaran por ella. “Yo soy una fatalista, quizá porque soy griega, pero lo soy en cualquier caso”, decía.Siamo sempre nelle mani del nostro Dio! (¡Estamos siempre en manos de Dios!)”

Además de insuflar el dramatismo en la ópera y convertirla en un teatro creíble, y gracias a sus inolvidables interpretaciones, la revolución de la Callas afectaba también a la elección de su repertorio. En el espacio de una década incorporó la revisión del entonces menospreciado teatro belcantista, siempre bajo las indicaciones del maestro Tullio Serafin. Juntos hicieron volver a la vida obras como La Sonnambula. I Puritani o Il Pirata de Bellini, La Vestale y varias óperas de Donizetti. El resurgimiento de este material hasta entonces poco tenido en cuenta implicaba un renacimiento del estilo belcantista que, según Renata Scotto, “ella fue la primera en entender y nos mostró a todas el camino”. La soprano Renée Fleming opina que solo Callas “se enfrentó a las exigencias del bel canto convirtiendo a esas óperas en algo más que un ejercicio de virtuosismo y despliegue vocal al darles adecuada intensidad dramática”.

© Warner Classics

Discutiendo en Chicago, mientras cantaba 'Butterfly'

Su concentración en ese repertorio, además del verdiano y del verista, puede hacer olvidar que en los años 40 y 50 cantó también mucho Wagner. En italiano, es cierto. De hecho, cuando Serafin la invitó a cantar Puritani en La Fenice de Venecia, ella estaba cantando Brünnhilde. Hay grabaciones, siempre en italiano, de una sublime Liebestod. El tenor Jonas Kaufmann subraya el efecto de “mágica belleza” que la lengua italiana produce en la música wagneriana. Callas consideraba mucho más fácil cantar Wagner que Bellini y, contrariamente a la opinión general, sostenía que “Wagner nunca perjudicará a la voz”.

Cantente popular

Además de algún concierto, sus únicas apariciones en su país natal fueron dos inolvidables funciones de Norma en 1960 y de Medea al año siguiente, ambas en el teatro griego de Epidauro. Para entonces ella era ya una leyenda viviente y la afluencia de público fue de unas 19.000 personas. Con una capacidad de 14.000 o 15.000 espectadores, vecinos y pastores del lugar ocuparon las colinas circundantes aprovechando la fabulosa acústica del teatro edificado en el siglo IV a. C.

Kiki Morfoniou, que en esa ocasión sustituía como Neris a una cantante famosa, recuerda a la Callas como una colega que la protegió y animó, un aspecto poco conocido pero extremadamente importante en el carácter de la diva. “Ella se situó en un segundo plano y me empujó después de mi aria para que yo pudiera recibir los aplausos, y más tarde se ocupó personalmente de organizar para mí, joven aún y sin recursos, algunas lecciones con uno de los más famosos maestros repetidores de La Scala”. Teresa Berganza descubrió esa misma actitud cuando también ella tuvo la suerte de ser Neris en Dallas con Maria Callas como Medea. La recordada mezzo española consideraba su colaboración no solo inolvidable, sino como una experiencia sorprendente. “Fue la más cariñosa, y de hecho la única colega real con la que me haya encontrado en el escenario. Ningún cantante me ha dado lo que ella me dio cuando yo estaba en los inicios de mi carrera”.

Callas en La Scala junto a Luchino Visconti y Leonard Bernstein preparando 'La Sonnambula', ópera de Bellini que exhumó

Merece la pena recordar este detalle porque difiere de una manera dramática con la fama de tigresa que se tiene de la Callas. Lo era cuando, por la razón que fuese, no podía alcanzar la altura que tanto ella como el público esperaban. El ejemplo más conocido es el del famoso escándalo sucedido en Roma durante una representación de Norma con la presencia en la sala del presidente Gronchi, que tanta polvareda anti-Callas despertó en la prensa; ella no se encontraba vocalmente cómoda y decidió no seguir cantando, cancelándose la función al final del primer acto. Su riguroso perfeccionismo y su negativa a desviarse de su nivel muestran que sus interpretaciones llegaron a ser una vara de medir para juzgar a los cantantes que han venido tras ella.

Y sin embargo, después de haber alcanzado el apogeo de la fama y de la excelencia en su profesión, Maria Callas renunció a todo por amor. Tras haber alcanzado su plenitud erótica como mujer con el armador griego Aristóteles Onassis, de pronto, y según el regista Franco Zeffirelli, “lo quiso todo: seguir siendo una gran diva y una bella mujer; ser amada, disfrutar del dinero, asistir a las más grandes fiestas del mundo”…  Y al final, a algo tuvo que renunciar. Y a lo que renunció, desgraciadamente, fue a su voz. En 1964 reapareció en París con Norma, pero esta sería su última encarnación del rol.

Pier Paolo Pasolini y Maria Callas

“Había perdido el interés por su carrera –continúa Zeffirelli–. Lo único que quería era que Onassis se casara con ella, y cuando él lo hizo con Jackie Kennedy, sintió que todo su mundo se venía abajo. Luego se encerró durante nueve años en su apartamento de París”. Cuando no miraba la televisión, oía una y otra vez sus discos. Un amigo que la visitaba de vez en cuando le comentó en cierta ocasión “¡qué canto tan maravilloso!”, a lo que Callas contestó: “No solo es maravilloso. Es un verdadero milagro, y renuncié a él.  Toda una carrera desperdiciada… ¡A cambio de nada!”.

A mediados de los años 70 intentó regresar a los escenarios en una gira de conciertos con el tenor Giuseppe di Stefano que incluyó Madrid, pero en los últimos de ellos, al parecer destinados a proporcionar recursos al tenor para poder atender los gastos médicos en la grave enfermedad de su hija, evidenció ser ya una sombra de sí misma. Afortunadamente es ya una etapa olvidada, difuminada por la gloria de los grandes éxitos por los que es recordada.

Reencuentro y amistad

En 1975 moría Onassis. Callas cayó destrozada. Después del terrible golpe del matrimonio del armador, del que se enteró por la prensa, y de la pronta decepción del magnate con la viuda más famosa del mundo, ambos volvieron a encontrarse y se vieron con frecuencia “Nuestra relación fue un desastre  –declara ella misma en la fascinante película Maria by Callas de Tom Wolf–, pero nuestra amistad fue un gran éxito”. Según Zeffirelli, al final ella “deseaba morir, pero no se quitó la vida, lo que hubiera sido vulgar, y en cualquier caso contrario a sus creencias religiosas. Simplemente, se dejó morir”.

¿Y después de la muerte? La deificación, sencillamente. “El cuerpo podrá morir, pero la voz no muere nunca. Cuando se tiene este talento y se comparte con los demás, la gente te hará vivir para siempre”, asegura Marina Abramovic, autora de 7 Deaths of Maria Callas. No es extraño que Franco Zeffirelli llamase a su película sobre esta leyenda de la ópera Callas forever.– ÓA


 

Centenario global

Tras el Festival Castell de Peralada, que el verano pasado ofreció la obra teatral de Tom Volf sobre Callas protagonizada por Monica Bellucci, el primer coliseo español que recordará a La Divina será el Liceu de Barcelona programando, en marzo, el proyecto operístico 7 Deaths of Maria Callas. En un guiño a la artista, Amigos Canarios de la Ópera proponen en su temporada, de febrero a junio, cinco títulos interpretados por Callas: Fedora, Lucia di Lammermoor, Aida, La Gioconda y Rigoletto. Otros coliseos conmemorarán la efeméride durante el curso 2023-24, que todavía no se ha presentado. El Maestranza sevillano la recordará con un homenaje en noviembre y antes, en junio, en torno a Tosca –uno de los grandes roles de la Callas–, ofrecerán una conferencia al respecto. El Teatro Real de Madrid propone un homenaje implícito a la artista con el estreno local de Médée; ella lo cantó en italiano y el Real hará la versión original francesa.

A partir de marzo Warner Classics comenzará a editar varios álbumes recopilatorios y de óperas completas, incluyendo formatos digitales, una caja limitada y numerada –150 CD y 4 DVD– y, en vinilo, títulos emblemáticos como Norma (marzo), Carmen (mayo) y Turandot (septiembre) y Tosca (octubre).

© Festival Castell de Peralada / Miquel GONZÁLEZ

Monica Bellucci como Maria Callas

A nivel internacional son muchos los teatros que le rendirán homenaje, con la Ópera Nacional Griega a la cabeza (ver entrevista con el director en páginas 54-55). En diciembre pasado, el Ministerio de Cultura de Grecia anunció que el centenario ya forma parte en la lista de efemérides de la Unesco. Una decena de entidades de ese país participarán en las celebraciones con galas de ópera, exposiciones, publicaciones y programas educativos, cuyos detalles se darán a conocer en los próximos meses.

En Italia se ha adelantado el Teatro San Carlo de Nápoles, donde la soprano Anna Netrebko inauguró la temporada 2022-23 el pasado mes de octubre con un concierto-homenaje en recuerdo de La Divina. En otras latitudes, como en Chile, el Teatro Municipal de Santiago ofrecerá el estreno absoluto de la obra teatral Un té con Callas, de la dramaturga Ximena Carrera.  * Pablo MELÉNDEZ-HADDAD