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ÓA 263 (III): Marina Monzó. Premio ÓPERA ACTUAL a la artista joven

Por su pasión por el canto, promisoria trayectoria y aclamado talento, recibe el Premio ÓPERA ACTUAL 2022 a la artista joven prometedora

01 / 12 / 2022 - Mario MUÑOZ - Tiempo de lectura: 6 min

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Gemma marinamonzo-operaactualESCRIBANO La soprano Marina Monzó © Gemma ESCRIBANO

Su carrera avanza sin aparente esfuerzo, asumiendo roles cada vez más complejos y en teatros destacados. Le encanta la profesión y lleva bien los sacrificios que implica, sintiéndose una privilegiada. Por su pasión por el canto, su promisoria trayectoria y su aclamado talento, Marina Monzó recibe el Premio ÓPERA ACTUAL 2022 a la artista joven más prometedora.

Entre ensayo y ensayo de La Bohème en Valencia Marina Monzó atiende a ­ÓPERA ACTUAL como si aún no se hubiera quitado el disfraz de Musetta. “Es mi primer Puccini”, comenta con naturalidad y confiesa que le gusta salirse de su zona de confort. Su carrera avanza sin aparente esfuerzo, asumiendo cada vez mayores roles protagonistas. Cuenta que la vocación le viene de pequeña,

que recuerda haber cantado desde siempre, “y aunque mis padres no son músicos la música siempre estuvo ahí”, aclara. “Mi madre canta muy bien, y a veces nos grabábamos juntas. No fui consciente de la importancia que tuvo todo aquello hasta que lo he visto con un poco con distancia. Me apuntaron a una escuela de música con cuatro años. Luego participé con mi coro en algunos montajes del Palau de Les Arts. Recuerdo acabar las funciones y pensar que tenía que preguntar cómo se hacía para seguir trabajando en esto, de lo que fuera…

ÓPERA ACTUAL: ¿Así que podría decirse que, formalmente, debutó en Les Arts?

Marina MONZÓ: Con L’enfant et les sortilèges de Ravel. Tenía 12 años y estaba Lorin Maazel en el podio. Maravilloso.

ÓA: ¿Y las dudas propias de la adolescencia? El oficio musical tiene mucho de deporte de élite en cuanto a sacrificios…

M. M.: Cuando mis padres vieron que estudiaba flauta para descansar de las obligaciones entendieron que ahí había un camino para mí. Y eso que yo quería ser cirujana… Pero fui conociendo gente que sabía mucho de canto y que me decía “céntrate en esto, no hagas otra cosa”. Profesoras como Enedina Lloris o Ana Luisa Chova. También descubrí algo después a Isabel Rey, a quien consulto cada paso. Y uno o dos años más tarde de aquello, estaba debutando en la ABAO con La sonnambula.

© Palau de Les Arts / Miguel LORENZO

En dos momentos cruciales de su carrera, en 'La tabernera del puerto' en el Teatro de La Zarzuela de Madrid

ÓA: Pero, ¿qué ocurrió en esos pocos meses para dar un salto tan abismal?

M. M.: A partir de aquellos consejos fui como una bala. Iba al conservatorio, me preparaba y avanzaba dos años de una vez, cursaba todos los idiomas que podía fuera y empecé a asistir a clases magistrales para mejorar la técnica. De hecho, acabé en Florida con Renata Scotto. Prácticamente tuve un profesor distinto en cada curso de Profesional y de Superior, y mi intuición me fue llevando por aquel camino donde el canto era más natural. Desarrollé un mecanismo para obviar lo artificioso cuando alguien me lo recomendaba. En una masterclass con Mariella Devia yo cantaba La sonnambula y estaba presente el maestro José Miguel Pérez-Sierra, que iba a dirigirla para la temporada de ABAO. Diez días antes del estreno la protagonista del segundo reparto canceló y me lo ofrecieron a mí. Acepté pero no me sabía el papel, tuve que trabajar mucho. Cuando estás empezando no tienes nada que perder porque no te conoce nadie.

ÓA: Hoy en día, entre streamings y grabaciones, todo cantante necesita un fuerte componente actoral. ¿Lo aprendió por el camino?

M. M.: Es algo que cuido mucho cuando preparo un personaje. El gran cambio llegó con La tabernera del puerto en el Teatro de La Zarzuela. Era la primera vez que hacía texto hablado en un escenario y me sentía una intrusa en ese entorno con gente como Vicky Peña al lado, que estaban haciendo un teatro de primera línea. Por suerte me ayudó mucho Mario Gas y todo su equipo, y noté el salto en el aspecto dramático y en la seguridad con la que encaraba los papeles.

© Rossini Opera Festival / AMATI BACCIARDI

Marina Monzó en 'Il signor Bruschino' en el Rossini Opera Festival de Pésaro

ÓA: ¿Le es fácil desconectar luego, romper el vínculo con el personaje?

M. M.: Lo voy moderando. Las primeras veces que canté Gilda intentaba involucrarme emocionalmente y empezaba a temblar. Aún me pasa alguna vez. Y claro, al día siguiente es como si te hubieras pasado horas en el gimnasio. Tengo que aprender a morirme sin sentir tanto amor…

ÓA: ¿Suele cantar lo que quiere?

M. M.: Creo que he cantado lo que más se ajusta a mi voz, que es bel canto, aprovechando que dentro de mi categoría vocal hay mucha variedad. Empecé con roles muy ligeros, mucho Rosinni –y también Mozart–, con una tipología de personaje que encajaba digamos que con mi situación vital: chicas jóvenes. Pero es cierto que en este último tiempo me he notado la voz más cambiada, cantando de manera más orgánica. He hecho Donna Anna en Cardiff, en un teatro ideal por condiciones acústicas para probar nuevos personajes. Noté un salto de calidad después de eso. También en ocasiones te llevas sorpresas: vuelvo ahora de hacer en México The Rake’s Progress, y estoy fascinada por esa música.

“Desarrollé un mecanismo para obviar lo artificioso”

ÓA: ¿Qué repertorio añora?

M. M.: Supongo que más adelante empezaré a hacer más repertorio francés, y confieso que me encantaría hacer Barroco, adoro el estilo. En general me atrae todo aquello que es más comprometido dramáticamente… Ofelia de Hamlet, Leïla de Los pescadores de perlas o El caballero de la rosa. Quién sabe.

ÓA: ¿Le pasa mucha factura el tipo de vida del cantante?

M. M.: Va por épocas. Soy una auténtica privilegiada, aunque hay ocasiones en las que estás frente a una pizza recalentada y tomándote las uvas sola a 13.000 kilómetros de tu familia y piensas: “¿Qué hago aquí?”. Pero creo que no hay otro trabajo que te permita conocer tanto mundo y tan a fondo. Me hace verdaderamente feliz.– ÓA