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ÓA 254: Wagner, fin de ciclo en Madrid: Pablo Heras-Casado culmina la 'Tetralogía' en el Teatro Real
Robert Carsen en la escena y Pablo Heras-Casado en el podio han acometido en cuatro temporadas la 'Tetralogía' wagneriana
Robert Carsen en la escena y Pablo Heras-Casado en el podio han acometido la ingente tarea de poner en pie durante cuatro temporadas la inmensa Tetralogía wagneriana. El compositor alemán ha tenido desde hace más de un siglo un vínculo especial con Madrid, una ciudad que le reivindica y en la que El ocaso de los dioses se estrenó en 1909, aunque su debut madrileño fue con Rienzi en 1876. ¿Existe un resurgir wagneriano? Lo hay, sí, aunque Wagner nunca ha dejado de estar presente en el Teatro Real.
Veinticinco años de trabajo, entre 1848 y 1874 aproximadamente, y 15 horas de duración. El primer dato alude al tiempo que Richard Wagner empleó en dar forma a su inmensa Tetralogía de El anillo del nibelungo compuesta por El oro del Rin, La valquiria (Ver crítica), Sigfrido (Ver crítica) y El ocaso de los dioses (Ver crítica). El segundo son las horas que dura el Anillo al completo. El Teatro Real, que a finales de enero acaba de estrenar la última de las obras que componen la saga, clausura un proyecto de gran envergadura firmado por el regista canadiense Robert Carsen y por el director de orquesta granadino Pablo Heras-Casado. “La de Robert Carsen es una de las dramaturgias más lúcidas que ha tenido la Tetralogía”, explica a ÓPERA ACTUAL el director artístico del Teatro Real, Joan Matabosch. En esta propuesta escénica, asegura, “desde el principio queda claro que la naturaleza y la ambición han entrado en conflicto, y que el equilibrio original solo podrá recuperarse si renunciamos a nuestro dominio sobre aquélla. Esta victoria de la voluntad sobre el poder exige un sacrificio que solo el amor puede llevar a cabo. Brünnhilde es una valquiria que ha caído en el mundo humano desde el reino glacial de los inmortales, y esto es lo que ella comprende al final, cuando se une en la muerte a su amado Siegfried. El autosacrificio del individuo recompone el mundo y expía el pecado original de la existencia”.
Matabosch no duda en destacar la importancia del fuego y el agua en esta producción como elementos al mismo tiempo destructores y purificadores, que dejan un espacio abierto a múltiples interpretaciones. El estercolero del Rin, los dioses viviendo en un Walhalla apenas terminado “y Gunther y su séquito en un medio burgués, sutilmente militarizado. Se ha dicho, con razón, que esta es una lectura presidida por el ecologismo y por la crítica a la corrupción del poder”, concluye.
Representar la Tetralogía afianza, según su responsable artístico, el vínculo de Madrid con la obra de Wagner “pero, sobre todo, es un desafío que pone a prueba la capacidad de cualquier teatro. Es una obra gigantesca, y exige una coordinación y gestión meticulosa. Esto también lo era cuando las diversas jornadas de la Tetralogía fueron llegando a Madrid con grandes esfuerzos por parte de los empresarios de la época”. Matabosch se remonta a principios del siglo pasado: El ocaso de los dioses se estrenó en el Teatro Real el 7 de marzo de 1909, 33 años después de hacerlo en el Festpielhaus de Bayreuth. El ambiente de la época era propicio a la obra y la figura del compositor que tanto ha calado en músicos posteriores; sin embargo, no faltaban quienes vilipendiaban cualquier aroma wagneriano que llegara a la capital española. El alemán ha sido y es un músico tan amado como denostado, tan querido como aborrecido, mil veces imitado. ¿No está presente su impronta en cualquier rama del arte como la pintura, la literatura o el cine?
Un Bayreuth español
Solo dos años después del estreno madrileño del Ocaso, en marzo de 1911 y tras el estreno de Tristán e Isolda en el Real, se constituyó la Asociación Wagneriana de Madrid. En dos años eran ya más de dos mil los defensores de la causa wagneriana. El Duque de Alba fue el primer presidente y la Asociación reunió a las más ilustres personalidades de la sociedad madrileña de principios del siglo XX. Realizaban conferencias, conciertos, publicaciones… Incluso se llegó a plantear –junto con la Associació Wagneriana de Barcelona, creada en 1901– la construcción de un teatro wagneriano junto al Monasterio de Piedra (Zaragoza) para celebrar el centenario del músico, un proyecto que contaba con la autorización de Alfonso XIII y que daría cabida a unas 2.000 personas. La falta de ayudas y la imposibilidad de conseguir un millón de pesetas, una cantidad enorme, dieron al traste con la idea. Habría sido el Bayreuth Español.
En aquella época, la del estreno, hace más de un siglo, recuerda el director artístico del Real, que “había en Madrid melómanos que anhelaban la llegada de los grandes títulos de Wagner aún inéditos, y empresarios intentando hacer equilibrios entre su responsabilidad de ampliar el repertorio, las resistencias de una parte del público y las trabas administrativas de la época, que obligaban a que las representaciones teatrales en toda España terminaran, como máximo, a las doce y media de la noche, con multa de 500 pesetas para los infractores”, recuerda.
Explica Joaquín Turina que los empresarios del Real eran automáticamente sancionados cada vez que programaban un Wagner, a no ser que optaran por una de las siguientes soluciones: mutilar radicalmente las obras para ajustarse al horario o sustituir precipitadamente los títulos anunciados del músico. “Ambas soluciones provocaban un estruendo de indignación entre los wagnerianos que convertían los estrenos en un desastre casi asegurado: protestaba una parte del público porque no quería eso en su abono, y clamaban los wagnerianos porque si se tenían que programar las obras con rebajas y mutilaciones casi era mejor no programarlas”, asegura Matabosch. Ese era el enrarecido ambiente que rodeó el estreno en Madrid de El ocaso: se adelantó una hora y cuarto el inicio, aunque tal decisión no era suficiente para asegurar que la representación terminara a la hora reglamentaria, por lo que se tuvieron que realizar tal cantidad de cortes que el rol de Alberich desapareció, despertando la ira de muchos wagnerianos que calificaron la decisión de “profanación”.
Ciudad wagneriana
Joan Matabosch detalla con pasión cómo Wagner marca a fuego a los compositores que vendrían tras él: “Todos se ven obligados a posicionarse respecto de la creación wagneriana cuando adoptan un lenguaje u otro. Todos son pro o anti-wagnerianos, pero es imposible que alguno no se interese por la aportación del compositor para asumirla o masacrarla”. Precisamente el próximo mes de marzo el público podrá disfrutar de la música de quien se mostró como furibundo opositor: “Prokofiev fue un anti-wagneriano militante, y su ópera de juventud El amor de las tres naranjas fue un intento de demostrar que se puede componer una ópera desde una negativa total a plegarse a la herencia wagneriana. Pero después de esta obra compone El ángel de fuego, y lo que le sale, para su propia sorpresa, es una ópera que destila Wagner por todos sus poros”. ¿Se puede hablar de un renacimiento de Wagner? “Sí que lo hay, a veces incluso protagonizado por quienes querían negarle su condición de piedra angular en la historia de la ópera”, apostilla Matabosch.
Por su parte, Pablo Heras-Casado se siente satisfecho del resultado de la orquesta y del coro al haberse hecho cargo de los últimos trabajos wagnerianos en Madrid: “El público ha respondido con entusiasmo. El número de representaciones del Anillo ha sido bastante generoso, los espectadores han guardado todas las medidas de seguridad y no ha dejado de venir al teatro. Es la mejor señal de que vamos regresando poco a poco a lo que era antes, aunque aún nos falte. Madrid sí es una ciudad wagneriana, claro que sí”, concluye.
El año pasado Siegfried se vio tocado por la pandemia. La orquesta tuvo que hacer frente a importantes cambios. Un año después la situación está siendo similar, con la ventaja de que el vigente protocolo de seguridad ya no impide a los profesores de la orquesta compartir los atriles y, por lo tanto, la cuerda se puede incrementar ligeramente. La distribución de la orquesta será la siguiente: “Vamos a ocupar los ocho palcos laterales de platea para determinadas familias instrumentales, como el año pasado, para poder aplicar a rajatabla el protocolo de seguridad. Esperábamos no necesitar esta solución, pero la evolución de la pandemia lo vuelve a hacer necesario y, por lo tanto, el público va a experimentar una sensación acústica similar a la que vivimos con Siegfried. Como el año pasado, hemos tenido que efectuar cambios radicales en el planing de producción para poder llevar a cabo en la sala principal una parte de las lecturas musicales que en circunstancias normales se harían en la sala de ensayos de la orquesta. Esto afecta a los ensayos de escena y las sesiones de iluminación, que se han tenido que comprimir”.

Pablo Heras- Casado: “El público no ha dejado de venir al teatro. Sí, Madrid es wagneriana”
Pablo Heras-Casado es consciente de esta situación, “cuya evolución vamos siguiendo semana a semana. Lo positivo es que el Real tiene ya un máster en este tema, en adaptarse a la realidad que estamos viviendo. La configuración es muy similar a la de 2020. Una ópera de esta dimensiones y longitud incrementa todavía más su dificultad ante una coyuntura de emergencia como la que padecemos”, cuenta el director de orquesta granadino. Si califica la etapa del año pasado como de “proeza” la de este año no lo es menos. Trabajar desde el podio envuelto en pantallas protectoras señala que “no es la situación ideal, pues se trata de una coraza acústica que se complica en mi caso, pues el director ha de crear sinergias. Hay algo que está ahí, que media entre los instrumentos y tú; sin embargo, acabas por olvidarlo”.
¿Se prevé alguna medida especial para hacer frente a posibles contagios por Covid en el elenco? La sombra de lo ocurrido en las últimas funciones de La Bohème está demasiado cerca, tanto para el estreno de El abrecartas (ver este enlace) como para el Ocaso, y Matabosch no rehúye la respuesta: “Contaremos con covers para El abrecartas y vamos a tener que reaccionar con agilidad en el caso de algún incidente en el reparto de El ocaso porque los artistas que son capaces de cantar un título de esta exigencia a un cierto nivel no están dispuestos a sentarse en una silla a esperar si enferma un colega. Eso sí, si están libres para salvar alguna de las funciones están dispuestos a hacerlo. La estrategia tiene que ser diametralmente opuesta en los casos de El abrecartas y El ocaso si se quiere que las funciones afectadas por cambios mantengan un excelente nivel de calidad”.
Un hito artístico
Tal y como el maestro Heras-Casado adelantaba a ÓPERA ACTUAL 243, culminar esta Teatralogía es para él “un hito. Así lo vivo, como una experiencia y vivencia artística. Te hace madurar y cambiar. Wagner me ha transformado. Yo lo vivo desde un punto de vista íntimo y no como una muesca más en mi trayectoria. No obstante, soy consciente de que no cualquiera puede completar El Anillo”, reconoce. Y a pesar de la pandemia, el director granadino está viviendo una temporada de vértigo, en un “ir y venir” constante, con actuaciones en Estados Unidos, Países Escandinavos, Alemania, Suiza, Francia, Austria… Y con Wagner en medio de esta vorágine: “He notado una evolución muy clara a nivel tanto musical como artístico y espiritual. Uno se desarrolla con obras de este calibre y yo lo he hecho. Enfrentarte a este proyecto es vivir periodos bastante intensos que se van conectando a lo largo de los años. Existe un hilo de continuidad que te acompaña. Para todos, y para mí también, el reto de haber hecho un título del Anillo por año ha sido un lujo. Durante este tiempo se nota el recorrido tan positivo que ha hecho la orquesta”.
El diálogo que ha tenido con los miembros de la Orquesta Titular del Real ha sido más directo a lo largo de todo este tiempo, y también más profundo y rico: “En El ocaso de los dioses, que contiene tanto material previo de las óperas anteriores, transitamos por un espacio que ya nos es conocido y en el que nos sentimos como en casa. Es un lugar que habita en nosotros”.- ÓA
Wagner en el Real, más allá del 'Anillo'

Joan Matabosch director artístico del Teatro Real
Además de poner en pie el ingente edificio de la Tetralogía, el Teatro Real ha llevado numerosas veces a escena otros títulos wagnerianos. El primero que llega a representarse en 1876 es Rienzi y cinco años después, en 1881, lo haría Lohengrin. Tendrían que pasar nueve años de sequía hasta que el director Luigi Mancinelli se decidiera a darle al compositor el lugar que le correspondía en el Real. Con él llegó Tannhäuser. Más tarde lo harían Los maestros cantores y La valquiria, incluso un Siegfried con el patio de butacas apenas ocupado. En la etapa más reciente, Wagner ha sido sinónimo de acontecimiento. Tannhäuser se vio en 1998 y 2010, aunque la versión que más revuelo levantó es la de 2009, tildada por uno de sus cantantes –Peter Seiffert– de “pornográfica” debido a la escena de la bacanal de Venus, para la que el director de escena realizó en Madrid un cásting de desnudos. Parsifal, última ópera del músico, ha sido una de las más representadas. Claus Guth, como regista y Thomas Engelbrock, en el podio, son dos de los nombres que la han dirigido, sin olvidar la que se propuso en la temporada 2000-01 con el fallecido García Navarro y Plácido Domingo como cabeza de cartel. De El holandés errante Àlex Rigola ideó en 2010 una puesta en escena que dividió al respetable casi milimétricamente. Fue la primera ópera para el entonces director del Lliure, título que volvería el curso 2016-17 con Àlex Ollé en la dirección de escena. Rienzi se repuso durante la administración de Gerard Mortier en 2012, en versión de concierto, dirigida por Alejo Pérez. Hace casi 22 años Daniel Barenboim dirigió Tristán e Isolda, en plena batalla sindical de los acomodadores del coliseo por reivindicaciones salariales. El título regresó con el binomio Peter Sellars-Bill Viola, hace casi una década. Otro interesante creador, aunque diametralmente opuesto, Kasper Holten, firmó el montaje de La prohibición de amar que dirigió Ivor Bolton; era el estreno local de la segunda de las óperas de Richard Wagner. * G. P.