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ÓA 246: Ketevan Kemoklidze es Carmen en el Maestranza de Sevilla

La mezzosoprano georgiana será la protagonista de la 'Carmen' de Bizet del 30º aniversario del teatro andaluz

01 / 05 / 2021 - Antoni COLOMER - Tiempo de lectura: 14 min

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Ketevan Kemoklidze / operaactual.com Ketevan Kemoklidze interpretó 'Four songs in red', de Marc Migó © Giorgi TSAAVA
246 ÓPERAACTUAL ÓPERA ACTUAL Portada de mayo 2021 © ÓPERA ACTUAL
Ketevan Kemoklidze La mezzosoprano georgiana Ketevan Kemoklidze © Irma SHARIKADZE

Acaba de ser madre por segunda vez, pues en diciembre nació su hija. A nivel profesional, en cambio, ha sufrido una lluvia de cancelaciones con importantes debuts, como el de Amneris en Montpellier, y funciones de Carmen y del Requiem de Verdi. Pero la mezzo georgiana afincada en Barcelona vuelve pronto a las tablas, precisamente con la gitana de Bizet: lo hace este mes en el Teatro de La Maestranza de Sevilla.

Habla con ÓPERA ACTUAL desde Tiflis, la capital de su Georgia natal, pero en breve vuelva a Barcelona, donde reside. Su marido es profesor de Económicas en la Universitat Pompeu Fabra y hace años que está plenamente integrada en la sociedad catalana. Comenta que acaba de ser madre por segunda vez, su gran ilusión a nivel personal, pero reconoce que, como para todos los profesionales del mundo de la ópera, la pandemia ha convertido estas dos temporadas en un periodo «muy difícil». Sin embargo, continúa, ha aprovechado «para hacer clases online y la verdad es que he hecho muchas cosas sin pensar demasiado en la situación, ya que no podía ayudar. También rodé una película con la Ópera de Bergen, donde tenía que cantar Carmen y pude hacer varios conciertos».

ÓA: Esta no es su primera película.

Ketevan KEMOKLIDZE: No, porque había hecho antes otra película con Carlos Saura, Io, Don Giovanni (2009). Nunca hubiese imaginado que llegaría a trabajar con Saura porque, de pequeña, había visto y admirado su película sobre Carmen. Cuando me dijeron que tenía una audición con él no me lo podía creer: tuve que preguntarle varias veces a mi mánager si era el mismo Carlos Saura. Yo estaba cantando Nabucco en Graz cuando me dijeron que Saura estaba preparando este film y necesitaba cantantes. Entre dos funciones fui a Roma para el casting; llegué dos horas tarde, cansada y enfadada por el retraso de los transportes. Cuando entré, Saura me tranquilizó, me dijo que me estaba esperando y me dio una escena en la que tenía que discutirme con una colega. Gracias a la energía negativa que había acumulado durante el viaje todo salió muy bien. ¡Estaba en el estado de ánimo perfecto! Ya durante el rodaje, Saura me comentó que, tras la audición, me había visto en el aeropuerto cuando regresaba a Graz y, como de nuevo había retraso en mi vuelo, tuve que discutir con la compañía. Carlos vio la escena y ahí se convenció de que yo era la actriz ideal para el papel. Creo que debo agradecérselo a Alitalia, porque gracias a ellos hice una película con Carlos Saura…

ÓA: ¿Qué tal fue la experiencia cinematográfica, tan lejos del mundo del teatro?

K. K: Me siento muy cómoda haciendo cine. Es muy distinto a la ópera. Además de canto, también estudié teatro y eso me sirvió. Me formé con el método Stanislavski, que es ideal para el cine. Trabajas a partir de tus propios sentimientos.

ÓA: ¿Cómo ha sido su vuelta a los escenarios tras la pandemia?

K. K: Mi primera actuación fue una gala en un festival en Georgia y, después, el Requiem de Verdi en el Teatro Bellini de Catania. Ahora llega Carmen en Sevilla.

ÓA: ¿Cómo le sienta a una georgiana cantar esta ópera en esa ciudad, donde nace el mito?

K. K: Soy georgiana, pero me siento medio española. En parte porque vivo en Barcelona, pero también, a nivel operístico, porque los personajes clave de mi carrera han sido españoles: Rosina del Barbiere, Carmen y Eboli, de Don Carlo. Como muchos cantantes georgianos llegué a la ópera a través de la música folclórica. Desde pequeña cantaba en coros de este estilo y ahí me aconsejaron cantar ópera. Es una música popular que los georgianos llevamos en la sangre, como los españoles.

'Carmen' en el 30º aniversario del Maestranza

ÓA: Carmen se ha convertido en un personaje fundamental.

Ketevan KEMOKLIDZE: Espero que, tras la pandemia, pueda cantar este papel por toda Europa. Sin duda, al igual que Rosina al inicio de mi carrera, es un papel que está siendo decisivo en mi trayectoria.

ÓA: Es un personaje complejo que puede interpretarse desde muchas perspectivas. ¿Cuál es la suya?

K. K: No pienso que Carmen sea una mujer tan fuerte como a menudo se interpreta. Al contrario, la veo muy sensible y que, en general, esconde sus sentimientos. Eso se ve en el primer dúo con Don José o en la escena de las cartas. Necesita su espacio de libertad, no soporta estar bajo el control de nadie ni cargar un peso para poder volar y hacer lo que quiere. Es una mujer con muchos complejos, sobre todo de clase, pues proviene de una extracción social muy baja. De ahí su relación con Escamillo, con quien quiere ascender en status. Pero siempre sabe cómo esconder esos complejos. Desde mi punto de vista, lo más importante es que es una mujer con muchas caras. De hecho, musicalmente, también es así, primero en la Habanera, después en la Séguidille, luego en la Chanson bohémienne y en los dúos. En cada caso muestra un perfil diferente. Es como un retrato de todas las mujeres. A menudo sensual, pero también se muestra como una bussiness woman en la escena de los contrabandistas. Eso la convierte en un personaje inmortal, porque representa todas las facetas del ser humano. En toda mujer se puede encontrar algo de Carmen. Cada día es distinta. He cantado el papel muchas veces y a menudo creo que lo sé todo del personaje, pero en cada producción acabo descubriendo una faceta nueva. Es un pozo sin fondo, lo tiene todo.

ÓA: ¿Cuál es su mayor dificultad?

K. K: Vocalmente no es especialmente difícil. Hay muchos roles técnicamente bastante más complicados. Lo diferente en Carmen, lo que la hace especial, es la dramaturgia musical que es tan interesante y que la hace tan difícil y compleja. Hay tres elementos decisivos en el personaje: el musical, el vocal y el dramatúrgico. Creo que el vocal es el más sencillo, pero hay que entender y profundizar en la parte musical y dramatúrgica. Lo importante es el carácter que le das al personaje a través de la música y la dramaturgia.

Ketevan Kemoklidze Ketevan Kemoklidze como Carmen en Caracalla en el Festival de la Ópera de Roma © Ópera de Roma / Yasuko KAGEYAMA
Ketevan Kemoklidze Ketevan Kemoklidze como Carmen en Trieste © Teatro Verdi de Trieste / Fabio PARENZAN

ÓA: ¿Cómo influye trabajar el papel con distintos directores de escena y musicales?

K. K: Colaborar con directores que tienen enfoques distintos me da la posibilidad de descubrir cosas nuevas. Cuando la canté con Jesús López Cobos en Caracalla, él me ayudó mucho en la Habanera. Es una pieza muy popular, pero es la parte que menos me ha interesado de toda la obra. La trabajé mucho con él, hablamos de las características transatlánticas de la habanera como forma musical, de sus melismas folklóricos y de seguir las indicaciones exactas de Bizet. Una gran ayuda.

ÓA: ¿Y en cuanto a los directores de escena?

K. K: En general lo llevo bastante bien, excepto con aquellos que tengo la sensación de que no dominan el oficio. Pero Carmen es una obra tan fascinante que es difícil hacer una mala producción. Las he hecho de todo tipo, modernas y clásicas, y en todas me he sentido bien. Sé de algunas –como una en Florencia en la que no participé– que cambian el final y es Carmen quien asesina a Don José. En eso no estoy de acuerdo. Creo que no hace falta esa tergiversación para mostrar la fortaleza de Carmen. En Tiflis hice una producción dirigida por un prestigioso director de escena georgiano en la que introducía una figura de mujer que representaba el destino y que estaba siempre presente en el escenario. Creo que no son necesarios este tipo de subrayados. En esta ópera el destino lo representa la misma Carmen, y esa presencia en escena me molestaba.

ÓA: En todo caso, interpretar esta obra en Sevilla, su ciudad, en el 30º aniversario del Maestranza, tendrá un componente especial…

K. K: Desde luego. En Sevilla debuté con Anna Bolena de Donizetti y también canté La mort de Cléopâtre, de Berlioz. Dos títulos y repertorios muy distintos. Pero, evidentemente, cantar Carmen en Sevilla es un reto muy especial.

Cantar antes de hablar

© Teatro alla Scala

Ketevan Kemoklidze como Dorabella en el 'Così fan tutte' del Teatro alla Scala

ÓA: ¿Siempre supo que su voz era la de una mezzosoprano?

Ketevan KEMOKLIDZE: Sí, siempre tuve clara mi tesitura. Al principio fui una mezzo de coloratura y canté mucho Rossini porque mi voz era ligera. Luego, con el tiempo, la experiencia, la edad y, sobre todo, a partir de cuando fui madre, mi voz evolucionó. Tras dar a luz a mi primer hijo el cambio en mi voz fue notable. Fue cuando empecé con papeles como Carmen, Preziosilla o Eboli. Siempre he sido muy prudente y no quería precipitarme con papeles demasiado pesados. Durante mis primeros años también canté mucho Mozart y Händel. Siempre he tenido muy claro que mi carrera y mi repertorio deberían evolucionar lentamente y que eso me permitiría crecer. No quería dar pasos atrás. Lo principal es mantener la salud vocal.

ÓA: ¿Procede de un contexto musical familiar?

K. K: Mis padres son científicos, químicos, pero como decía, el canto es algo natural para los georgianos. Mi madre siempre dice que yo empecé a cantar antes de hablar. Desde pequeña, todo el mundo me recuerda cantando. Ahora mismo, a mi lado, tengo la guitarra gitana de mi abuela, que conservo y con la que, antes de dedicarme a la ópera, cantaba canciones gitanas. En Georgia se canta siempre, en la alegría y la tristeza, en bodas, bautizos y funerales.

ÓA: ¿En qué momento se lo plantea como una profesión?

K. K: A los 14 años empecé a estudiar piano y cantaba en un coro profesional y en otro de música popular. Tres años después empecé mis estudios de canto en el Conservatorio de Tiflis. De hecho, aún hoy sigo estudiando allí, pues estoy haciendo un doctorado.

ÓA: ¿De dónde saca el tiempo?

K. K: No lo sé. Tengo dos hijos, uno que estudia en Barcelona y la pequeña que acaba de nacer. Cada vez que empiezo algo creo que no tendré tiempo, pero si tengo el deseo siempre lo acabo encontrando.

ÓA: ¿Ha rechazado papeles por verlos prematuros?

K. K: He dicho muchas veces que no. Carmen, por ejemplo, me lo habían ofrecido desde los inicios de mi carrera, pero no fue hasta 2014 cuando finalmente sentí que era el momento, que yo y mi voz estábamos preparadas para afrontarlo. Creo que la espera fue una buena decisión porque es importante disfrutar, y para eso es necesario que tu voz sea la adecuada para el papel que interpretas. Y lo mismo desde un punto de vista mental y escénico. Si yo no estoy convencida, no puedo convencer al público.

ÓA: ¿Sigue cantando papeles de coloratura?

K. K: Mi capacidad para la coloratura es natural y sigo interpretando ese tipo de papeles. Cuando vuelvo a Rossini me siento cómoda. Me gusta la coloratura con toda la voz, no que sea ligera, muy rápida y sin timbre, que falsee el sonido. Justo antes de la pandemia volví a cantar Rosina en Tel Aviv. Llevaba tres años sin hacerla y tras haber cantado Carmen y Eboli me sentí muy cómoda. Está en la naturaleza de mi voz, pero también debe haber un trabajo técnico.

ÓA: ¿Qué debut recuerda de manera especial?

K. K: Todo debut es especial, como cada vez que subes al escenario, pero el reto más grande fue cuando canté Adalgisa en el Teatro Real de Madrid. Era un papel que nunca había cantado y lo hice con solo dos ensayos, en el tono original ¡y con Mariella Devia! Cuando estás acostumbrada a un mes de ensayos y además te encuentras con la gran Norma de nuestros tiempos y en un teatro como el Real… Cuando acabó la función, en el camerino, me di cuenta de lo que había hecho. Los días anteriores preferí no pensar. La experiencia con Devia fue fabulosa y se mostró muy generosa, me ayudó en escena y se prestó a repasar los pasajes que hicieran falta.

ÓA: Ahora está ampliando su repertorio hacia papeles verdianos.

K. K: Rosina me permitió madurar para cantar Carmen. Y lo mismo con Eboli, pero lo consulté con mi agente, Miguel Lerín. Él me dijo que era el momento de debutarlo en El Escorial. Yo tenía dudas, pero su opinión siempre ha sido muy importante para mí. Y, como siempre, tenía razón. Eboli, a diferencia de Carmen, es muy complicado técnicamente, y tiene tres perfiles vocales distintos. La Canción de velo tiene un aire casi rossiniano, mientras que “O don fatale” parece belcantista. Donde aparece la auténtica mezzo verdiana es en el terceto. Es un personaje que amo especialmente porque solo las personas muy fuertes son capaces de pedir perdón. Y ella, una princesa, es capaz de hacerlo.

ÓA: Y su siguiente reto se llama Amneris.

K. K: También consulté con Miguel y con mi profesora si era el momento para asumirlo, y me dijeron que sí. Precisamente tenía que cantarlo en la Ópera de Oviedo y en Montpellier, pero a causa de la pandemia se canceló. Habrá que esperar un par de años… Ahora mismo es imposible saber cuándo lo podré hacer. Amneris siempre ha sido un sueño, un papel de llegada. Recuerdo haber visto Aida en la Ópera de Tiflis con mi abuela y cómo me impresionó. Pero el papel que me gustaría cantar algún día, aunque no sé si será posible, es Isolda. Amo Tristán e Isolda de Wagner y mi referente es Waltraud Meier, una mezzo que ha sido una gran Isolda. ÓA