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ÓA 245: Con 'Peter Grimes', Britten regresa al Real
La obra se propone en una nueva coproducción del Teatro Real con la Royal Opera de Londres, la Opéra National de Paris y el Teatro dell’Opera de Roma
El responsable artístico del Teatro Real, Joan Matabosch, y Deborah Warner, directora de escena, hablan para ÓA de esta obra capital de Benjamin Britten, de sus dificultades y de la valentía de estrenarla. Del poder de la mirada en tiempos de mascarillas. Y de las consecuencias del «terrible» Brexit. La ópera, de la que se representarán 10 funciones, ha tenido que retrasar unos días su estreno, hasta el 19 de abril. La nueva normalidad manda.
Joan Matabosch describe Peter Grimes, ópera angular de Benjamin Britten (1913-1976), como «una obra descomunal». Tampoco hacen falta más calificativos de los que echar mano. Que este mes pueda verse en el escenario del Teatro Real es, a qué negarlo, un acontecimiento per se, más en estos tiempos. Su llegada a Madrid se fraguó, cuenta el director artístico del coliseo, durante los ensayos de Billy Budd, que contó también con la dirección de escena de Deborah Warner. Eso sucedió en la temporada 2016-2017, y nada hacía presagiar las dificultades extremas a que se tendría que enfrentar el equipo entero del Teatro para hacer realidad el proyecto que se estrena este mes. El 10 de febrero aterrizaba en Madrid la directora inglesa. Le parecía casi imposible tomar tierra. El esfuerzo, titánico, unido al ingente papeleo –13 documentos diferentes para obtener el visado, Brexit mediante– no mermaron ni sus ganas ni tampoco su entusiasmo. Le encanta esta ciudad y llegó a por todas.
Los actores no corrieron la misma suerte y el estreno se ha tenido que retrasar unos días (primero del 8 al 13 de abril y, finalmente, al 19 de abril) precisamente por temas burocráticos que han reducido los días de ensayo y, posteriormente, por razones sanitarias que han obligado a reprogramar ensayos y funciones. Pero el planning es el que es. Y si es necesaria una semana más no se discute. «Es muy diferente estrenar unos días más tarde para que todo el proceso se lleve a cabo conforme a un protocolo estricto, que cerrar el teatro y esperar tiempos mejores», apostilla el responsable artístico del Real. Ha trabajado en la distancia con Warner, mediante reuniones telemáticas, con el teléfono a la mano siempre. El departamento técnico ha dado, de nuevo, un ejemplo de trabajo en equipo.
Warner es de esas personas que mueve las manos al hablar y pregunta con una entonación muy particular, casi cantarina, cómo estamos. Tiene fama de dura, pero se muestra cercanísima. Solamente pierde la sonrisa cuando habla del Brexit. Por eso es mejor empezar la conversación con Shakespeare, a quien ella ha puesto en escena tantas veces, y con Britten. ¿Qué tienen en común? «Que ambos hablan de la condición humana, de su capacidad para comprenderla», responde, y se refiere a la oscuridad de los personajes, a la capacidad para juzgar de Britten. Ella ha sabido transitar sin dar un traspié por ese puente que va del teatro a la ópera, la obra total. Cuando se le pregunta a Matabosch si este título es la estrella de la temporada señala que se trata de «una experiencia turbadora para el público. Es una obra en la que las simpatías emocionales y morales del público quedan incómodamente confundidas y en la que los problemas que se plantean se resuelven de una manera más bien ambigua que obliga a reflexionar«.
El tema que aborda se halla presente en la mayoría de las óperas del compositor: el enfrentamiento del individuo a una sociedad que le es hostil. La duda y el sentido de culpa toman la palabra aquí. «La obra deja claro desde el primer momento el abismo infranqueable que separa a Grimes de sus conciudadanos. Me refiero a la hostilidad y la agresividad de la población local, representada por el coro, que provoca la autojustificación defensiva de él. Ese coro está compuesto por individuos que muchas veces no parecen especialmente malignos en la distancia corta, pero son aterradores como masa inquisitiva», explica el director artístico. Y la directora de escena añade que decantarse por esta ópera «es una elección sumamente arriesgada que requiere valentía, ya que no se trata de una ópera común. Recordemos que cuando se estrenó por primera vez no tuvo una buena acogida y hoy sigue siendo una opción que implica un riesgo. Habla de asuntos que nos incomodan, como la locura o la inestabilidad mental, el hecho de que unos se posicionen contra otros. Es una ópera brillantemente incómoda».

La directora de escena Deborah Warner y el director musical del Teatro Real, Ivor Bolton
Encontrar a Peter Grimes
Warner ha estado pendiente de cada detalle del montaje. Habrá 10 funciones, del 19 de abril al 1o de mayo, con Ivor Bolton en el podio. El proceso creativo, parte crucial, arranca en el casting: «Para hacer Hamlet necesitaba encontrar a Hamlet», señala Warner. Y lo mismo ha sucedido con Grimes. Su encarnación es el tenor Allan Clayton. En cuanto puso sus ojos sobre él supo que dentro escondía al protagonista. «Ese primer acercamiento del artista al personaje es un proceso que me motiva. Es la primera vez que trabajo con Clayton, que me parece un cantante impresionante con el que siempre había querido formar equipo. Su fuerza me impresiona y me hace una especial ilusión», desvela quien ha montado, contando con este título, su cuarto Britten. El conjunto, asegura, «funciona como una máquina, es compacto y eso que no resulta siempre sencillo hallar esa coordinación. Con algunos miembros del reparto ya he coincidido. Otro paso clave es hablar con el equipo creativo. Con Michael Levine (escenógrafo) y Kim Brandstrup (coreógrafo) resulta sencillo porque ya hemos colaborado antes en Billy Budd«, explica. Junto a Clayton estarán las voces de Maria Bengtsson, Christopher Purves, Catherine Wyn-Rogers, John Graham Hall y Rosie Aldridge, entre otros.
La directora incide en la importancia del periodo en el que sitúa la obra: «En este caso hay que destacar la naturaleza depravada de esta ópera, de ahí que la hayamos llevado a un plano contemporáneo, a los pueblos de la Inglaterra costera, con sus condiciones de extrema pobreza, durísima. Es ahí donde quería ambientarlo, en una atmósfera casi irrespirable, gris. Y Levine ha sabido imprimir esa huella áspera carente de romanticismo y presentarlo en su vertiente más cruda. Se trata de un lugar tremendamente marginal que ha servido de inspiración perfecta».
La costa áspera. Y también el mar. ¿Qué peso tiene en la obra? Lo aclara Joan Matabosch: «Britten admiraba la claustrofobia y el naturalismo de los decorados de la primera producción –estrenada en 1945, en Sadler’s Wells– porque revelaban el drama de los personajes, y puso objeciones a los de la producción de 1947, en el Covent Garden, que abrían la escena hasta el horizonte. ‘No tiene nada que ver con el mar’, dijo el compositor. ‘Tiene que ver con la gente del pueblo’. El director de escena, Tyrone Guthrie, replicó: ‘Pero Ben, el mar fue el que hizo a la gente así’. Y Britten le respondió: ‘No. Estas gentes habrían sido igual dondequiera que estuviesen’». Y es que no se trata del mar, sino de la tensión entre el pueblo y el mar, entre lo local y lo universal, entre lo naturalista y lo abstracto. Y va un paso más allá: «Es el mar como metáfora: el compositor consigue, de forma genial, aunar la descripción de la naturaleza con la de la psique humana. La violencia del mar se refleja en la violencia de los seres humanos y en sus actos. Quien piense que Peter Grimes es una ópera sobre el mar entiende tan poco la obra como los que se creen que Billy Budd va de barcos».
Todo un acontecimiento

El tenor Allan Clayton como Peter Grimes en el Teatro Real
El estreno será, sin duda, un acontecimiento cultural, pero no lo fue menos su llegada al escenario por primera vez, el 7 de junio de 1945. «Fue, en efecto, un acontecimiento mayúsculo», ilustra Matabosch. «Supuso un antes y un después para la historia de la ópera británica y el paso definitivo para consolidar a Britten como uno de los grandes compositores de la historia. Se la recibió como la ópera inglesa más importante desde los tiempos de Henry Purcell, y con el tiempo sería, además, uno de los referentes cruciales de la historia operística del siglo XX».
El director artístico se siente satisfecho de que en este Grimes colaboren como coproductores algunos de los teatros más prestigiosos del mundo como la Royal Opera House del Covent Garden de Londres, la Opéra National de Paris y el Teatro dell’Opera de Roma, y adelanta que la producción se presentará en en esos escenarios en los próximos años. «Que se estrene en Madrid pone de manifiesto el reconocimiento internacional al Teatro Real como uno de los centros de producción más prestigiosos, más fiables y de más calidad. El coliseo ha liderado algunas de las mejores producciones que se han estrenado en el circuito operístico internacional en los últimos años, que además están presentándose en otros teatros de manera regular y con enorme éxito. ¿Ejemplos? Rodelinda, Idomeneo, Turandot, Billy Budd, Gloriana, Street Scene, Falstaff, y otras muchas. Demuestran hasta qué punto la excelencia de lo que propone el Teatro Real es imbatible».
El bien, el mal, la muerte, la soledad… ¿Qué más encierra Peter Grimes? Continúa Matabosch con la palabra: «Con una partitura extraordinaria y una eficacia dramática excepcional, narra la tragedia de un pescador solitario, de carácter violento e introvertido, que destruye su vida y la de sus aprendices en una obsesiva dedicación al trabajo para obtener dinero y reconocimiento social. La crueldad de la gente que le rodea, hipócrita y sin humanidad, que ve en él a un personaje diferente e inquietante y un peligro para la comunidad, imposibilita la realización de sus sueños y lo lleva a la locura y al aniquilamiento. Como explicaba Jon Vickers, uno de los intérpretes legendarios del rol titular, ‘es una vigorosa condena de las ideas preconcebidas, de los prejuicios, de la injusticia social’. Es una obra que tiene algo de profético. Muestra cómo la sociedad actual, segura de su derecho, excluye a quien se distingue, quien osa ir en otra dirección. Peter Grimes es el anti-héroe de cualquier generación. Este es el milagro de las grandes obras de arte: son universales y eternas».
Deborah Warner, como ya se ha dicho, ha supervisado cada detalle del montaje. Se han cumplido medidas y distancias, y al mal tiempo se le ha puesto la cara más amable. Y pasión. ¿Es complicado trabajar con mascarilla? «Cuesta, pero es necesario», afirma la regista. «Los miembros del coro la han llevado en los ensayos y hay algo muy muy curioso que he descubierto: los ojos hay veces que no se corresponden con la idea que uno se hace del resto del rostro. Te llevas sorpresas, pero he aprendido a leer la mirada y a saber dirigir con ella, a darme cuenta de la fuerza inmensa que posee. A unos ojos grises, azules, marrones, les adjudicas una nariz, una boca, una barbilla, un rostro. Y cuando no hay mascarilla me ha costado reconocer en alguna ocasión a los cantantes. Yo lo he comparado con el trabajo en el teatro griego antiguo. Me resulta fascinante. Por otra parte, no se ha corrido el menor riesgo. Se hacen, además, todos los test y pruebas necesarios, pues en este montaje no hay distancia social porque los cantantes se tienen que tocar, pero no ha habido ningún problema. Todo ha estado perfectamente organizado».
No obstante, no ha sido un año nada fácil. Y Matabosch se refiere a la dureza que conlleva trabajar en plena pandemia: «Siempre hemos tenido muy claro que debíamos tener la valentía, el arrojo, la cintura y la determinación de abrir el teatro tan pronto como se pudiera llevar a cabo un plan de recuperación de la actividad con todas las garantías sanitarias. Tenemos la determinación de cumplir con nuestro deber de mantener viva la cultura. Y lo vamos a hacer».

Debora Warner e Ivor Bolton durante uno de los ensayos de la nueva producción
Como en casa
Deborah Warner se siente a gusto en el Teatro Real. Como en casa, una casa a la que ha vuelto y que tantas satisfacciones le dio con Billy Budd hace cuatro temporadas. Pero cada título es cada cual. El éxito arrollador de aquel, con un puñado de brillantes premios a la espalda, no implica que Peter Grimes vaya a continuar por la misma senda: «Aquel ya lo hicimos. Y funcionó. Ahora hemos de centrarnos en este. Nadie sabe lo que puede pasar, y ahora aún menos», dice. No obstante, se le encienden los ojos cuando pronuncia esta frase: «Adoro trabajar en España». Y a España parece que no le importa nada contar con ella, más bien todo lo contrario. Puede haber proyectos en el futuro: «Desde luego, si me invitan… Joan Matabosch ha movido montañas para sacar esto adelante». Y es él quien recoge el guante: «Habrá más oportunidades, pero de momento vamos a estrenar Peter Grimes. En estos tiempos hay que ganarse las cosas día a día», asegura.
Warner alaba el empuje del Real, de todos y cada uno de los teatros españoles que han ido levantando el telón. Se merecen una ovación, sin duda. Le interesa saber cómo ha sido posible el milagro español de la cultura que no han dudado en destacar medios internacionales con amplios reportajes: «Es maravilloso poder entrar en los museos, como el Prado, por ejemplo, disfrutar de exposiciones, de espectáculos, de óperas, de conciertos. En mi país hemos estado y estamos muy hambrientos de cultura. Durante bastantes meses no ha habido un solo espectáculo al que poder asistir, por eso la experiencia de vida en teatros como este resulta única y es necesario que la destaquemos y tomemos nota. A mí me anima a pensar que en Gran Bretaña también podremos hacerlo [la Royal Opera de Londres anunció en marzo que reiniciará sus actividades el 17 de mayo, tras 14 meses de cierre]. Tenemos ante nosotros un verdadero desafío», cuenta.
La charla deriva hacia la importancia del streaming que permitía estar conectados al exterior mediante una pantalla: «Ha llegado para quedarse, y los artistas tendrán que adaptarse a estos nuevos tiempos. Tiene sus ventajas y sus inconvenientes, como todo, pues permite llegar a más cantidad de público pero su realización es menos sofisticada. Siempre me he mostrado a favor de las grabaciones de ópera, pero sin descuidar la calidad. Los tempi en el trabajo de hace un año hoy son impensables. El momento que vive la industria de la cultura es frágil y ha de rejuvenecer porque ahí reside gran parte de su esencia».
La vida sigue. Quién le iba a decir a Joan Matabosch hace poco más de un año que la epidemia devendría en pandemia y en una pesadilla que todavía dura: «Nunca me hubiera imaginado tener que enfrentarme en el Teatro Real a una situación tan compleja como la que estamos viviendo. Pero es lo que hay y tenemos que estar a la altura de las circunstancias. Allí donde hay una crisis, también hay una oportunidad», sentencia.– ÓA
Cerrar el teatro: cuando no hay más remedio

Joan Matabosch director artístico del Teatro Real
Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, afirma a ÓPERA ACTUAL que la pandemia está siendo un proceso «más largo de lo que todos pensábamos, y ciertamente con momentos muy cuesta arriba, pero también estamos contentos de haber encontrado la manera de llevar a cabo la mayor parte de la temporada artística. Lo primero y lo prioritario ha sido garantizar la seguridad de los trabajadores, los técnicos, la orquesta, el coro, los solistas, el equipo artístico de las producciones y el público. Eso es lo prioritario». Matabosch optó por una de las soluciones más complicadas como es abrir el teatro y levantar el telón. Desde La Traviata que se vio en julio de 2020 (sus cuadrados marcados en rojo en el suelo forman ya parte de la historia del coliseo) a este Peter Grimes de abril media un año largo de pandemia y un esfuerzo ímprobo. Para mantener el coliseo abierto, explica, se adaptaron a la situación sanitaria las salas de ensayo, la sala principal del teatro, y se impusieron protocolos de distancia interpersonal, uso obligatorio de mascarillas y tests regulares, entre otras muchas medidas. «Ha quedado demostrado que no es imprescindible cancelar la actividad para garantizar esta seguridad. Hay vías mucho más sensatas, que son las que estamos aplicando. Eso sí, tenemos que ser bastante más flexibles, mucho más capaces de implementar soluciones alternativas imaginativas para atender las demandas artísticas de cada producción, y mucho más ágiles y creativos». En Europa, España ha sido durante meses el único país que mantenía sus teatros abiertos y la ópera sobre el escenario mientras el cerrojazo a la cultura estaba en el programa de países como Francia, Italia, Gran Bretaña y Alemania, entre otros. «Cerrar el teatro no es la primera opción, sino una de las últimas, y hay que optar por hacerlo cuando no quedan otras alternativas. Está claro que mantener el teatro abierto con plenas garantías de seguridad es muy complicado, pero no imposible, y como no es imposible lo estamos haciendo». * G. P.
Horrorizada con el Brexit

La directora de escena de 'Peter Grimes' en el Real, Deborah Warner
El único momento en el que Deborah Warner se pone seria es cuando se le pregunta por el Brexit y lo que ya está representando para la cultura. No se anda con paños calientes y habla claro: «Es terrible y estoy horrorizada con ello» son sus primeras palabras. No puede ser más ilustrativa. El problema, asegura, es tanto para los artistas como para el equipo técnico. «Si a ello unimos el tema de la Covid estamos ante una tormenta perfecta. Y Boris Johnson no hace sino esconder las consecuencias y el verdadero impacto del Brexit bajo el manto de la pandemia. Es un tema catastrófico que está afectando, sobre todo, a los más jóvenes. Una completa tragedia». Para Warner el ingente papeleo –que ella sufrió en carne propia al aterrizar en Madrid en febrero para comenzar los ensayos de Peter Grimes– y los visados de trabajo significan otro escollo, a veces insalvable, para quienes empiezan y apenas poseen recursos suficientes. «Resulta agotador el tiempo que empleas para que en muchas ocasiones la negociación sea inefectiva. Los jóvenes de menos de 30 o 35 años van a dejar de trabajar y la recuperación no va a resultar sencilla. Trabajar en un montaje de ópera se les puede hacer demasiado cuesta arriba como para meterse en él, y este es un problema que nos tiene que preocupar», añade. Insiste en el cambio que supone un montaje de la envergadura, por ejemplo, de Peter Grimes, que requiere 8, 9 o 10 semanas de ensayos con el consiguiente papeleo. «Todo esto es el resultado de unas negociaciones ineficaces por parte del Gobierno británico. Se podría haber hecho de otra manera, pero quizá no les convino. Es la sensación que da. No es que ningún país de Europa nos esté impidiendo que lleguemos para trabajar; sencillamente se trata de un fracaso en las negociaciones». El mundo de las artes, espera, se va a recuperar con el tiempo, «pero que exista esa separación tan repentina entre Reino Unido y Europa resulta trágico, completamente trágico». * G. P.