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ÓA 243: George Gagnidze: Un malvado adorado por todos

El nombre del barítono georgiano evoca inmediatamente un vozarrón verdiano como los de antes

01 / 02 / 2021 - Antoni COLOMER - Tiempo de lectura: 9 min

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George Gagnidze El barítono georgiano George Gagnidze

En un momento en el que no abundan las auténticas voces verdianas, el barítono georgiano George Gagnizde se ha revelado como la excepción a la regla, ya que encuentra su hábitat natural en Rigoletto, Nabucco o Yago, personajes que ha encarnado en los más prestigiosos escenarios del mundo. Habitual del Met de Nueva York, allí se ha convertido en el heredero de una gran estirpe. En diciembre regresó al Gran Teatre del Liceu de Barcelona para interpretar a Giorgio Germont en La Traviata.

El nombre de George Gagnidze evoca inmediatamente un vozarrón verdiano como los de antes, pero también a malvados como Yago o Scarpia y a escenarios como el de la Metropolitan Opera House de Nueva York, en la que ha actuado en más de un centenar de ocasiones. Con esa compañía, en la que se siente como en casa, en marzo tenía que regresar como el protagonista de Nabucco, pero la pandemia ha retrasado el proyecto, como también le ha imposibilitado llevar a cabo otros contratos que tenía allí el pasado año: Tosca y Aida. En todo caso, sus proyectos no cesan. Este año presentará nuevo disco y gracias a esas cancelaciones pudo regresar con su imponente Giorgio Germont al Liceu barcelonés, del que había estado alejado desde hace «demasiado tiempo», según afirma a ÓPERA ACTUAL. «Ha sido así por una serie de circunstancias. La primera y última vez que canté en Barcelona fue en 2011, en una producción de Cavalleria rusticana y Pagliacci que tuvo mucho éxito. Estaba previsto que volviese para varios títulos, pero entonces se produjo un cambio en la dirección artística en el Liceu. Joan Matabosch pasó a dirigir el Teatro Real y, por una cosa u otra, al final he cantado más en Madrid que en Barcelona. Antes de eso, había debutado en el Real en 2006 con Simon Boccanegra, cuando estaba al frente del teatro Antonio Moral, un hombre de enorme energía. Le estoy muy agradecido porque me dio esa gran oportunidad cuando yo apenas acababa de ganar el concurso Voci Verdiane unos meses antes y estaba empezando mi carrera».

© Gran Teatre del Liceu / Antoni BOFILL

El barítono George Gagnidze como Giorgio Germont en 'La Traviata'

ÓA: En diciembre, y tras la complicada situación que ha provocado la pandemia, volvió a los escenarios con esta Traviata.

George GAGNIDZE: Como es lógico, me hacían especial ilusión estas funciones tras tantos meses de cancelaciones e incertidumbre. Además, siempre es un placer trabajar en una producción de David McVicar, un director que sigue siempre una línea clásica en sus producciones y no trata de hacer grandes experimentos. En este sentido, no estoy en contra de la experimentación siempre que sea interesante y aporte algo a la obra. Pero el estilo de McVicar me gusta especialmente. Sus producciones me parecen muy inteligentes y elegantes. Recuerdo que, cuando estuve cantando en su Cavalleria y Pagliacci en Nueva York, me fascinaba observar los muchísimos y bellísimos detalles que introducía y que aportaban interés a un concepto, digamos, tradicional.

ÓA: ¿Había detalles como esos en esta Traviata?

G. G.: Sí, absolutamente. Se seguía la misma línea. Coincido con su visión de un personaje como Germont, un hombre principalmente enfadado, molesto con la situación, un padre de familia tradicional de la época que ve cómo el futuro y el honor de la suya se tambalea a causa de la relación del hijo con una cortesana.

ÓA: La dirección musical de esta producción estuvo en manos de Speranza Scappucci. ¿Había trabajado con la directora italiana?

G. G.: No, era la primera vez. Teníamos que coincidir el año pasado en Washington para una producción de Otello, pero al final, no recuerdo por qué motivos, ella no dirigió la producción. O sea que nuestro primer encuentro ha sido en esta Traviata de Barcelona. Y la verdad es que ha sido un enorme placer trabajar con ella tanto a nivel personal, pues es una persona de una gran simpatía, como en el aspecto musical. Como en su caso, en líneas generales, prefiero para Verdi los tempi vivos. Creo que es necesario un cierto vigor rítmico. Por ejemplo, he visto y escuchado a muchos intérpretes de Germont cantar la famosa aria “Di Provenza” con tanta lentitud que parecía que durase media hora. ¡No tiene sentido! Vuelvo a lo que comentaba anteriormente: en ese momento se está ante un padre agitado, que le reprocha a su hijo que ha olvidado a su familia y todo lo que esta le ha dado. Sus casas, sus riqueza, su status social. Que ha traicionado a su familia por su amor, una vez más, por una cortesana. Es un desastre para la familia y no considera justo su egoísmo. Todo eso, ¡no se puede cantar lento! El tempo debe reflejar esa agitación interior.

ÓA: Durante su carrera ha interpretado la gran mayoría de los roles verdianos para barítono. Comparado con papeles como los de Rigoletto, Yago o Macbeth, ¿considera el de Germont un papel con un componente más lírico?

G.G.: No me lo parece, la verdad. Quizás no sea tan difícil técnicamente como otros papeles de Verdi, pero no lo calificaría de más lírico. Con Speranza Scappucci hablamos mucho sobre el personaje y estuvimos de acuerdo en que la clave es ser incisivo con el texto, con las palabras, pero siempre dentro de los márgenes de la línea de canto. A mí, gracias a Dios, o al instrumento que Dios me ha dado, no me hace falta forzarlo para cantar más lírico o más dramático. El dramatismo o lirismo de un personaje es complejo y a menudo se malinterpreta. Recuerdo que Riccardo Muti decía en una entrevista que, evidentemente, existen voces más oscuras o más claras, algunas más o menos extensas, otras más o menos amplias. Pero el dramatismo, entendido como expresividad, se crea a través de la articulación de las palabras y sin perder la línea de canto. Esa es la auténtica escuela y la base de toda la técnica vocal. Cantar siempre sul fiato, con la voz bien apoyada y coloreando las palabras. Sin ese apoyo la emisión es engolada y, automáticamente desaparecen los colores. Esa es la base, el abc de la técnica del canto. No se trata de oscurecer la voz, sino de encontrar los colores exactos para cada personaje, aria y frase. En el fondo me considero un pintor. Pinto con la voz, trato de encontrar los colores adecuados y eso solo se consigue a través de la articulación de las palabras. Como cantante, debo trasladar esos colores que están en mi cabeza al público a través de mi instrumento.

Gagnidze Rigoletto El barítono George Gagnidze como Rigoletto en la Scala © Teatro alla Scala / Brescia & Amisano
Gagnidze Scarpia El barítono George Gagnidze como Scarpia en la Scala © Teatro alla Scala / Brescia & Amisano

ÓA: Cuando debe trabajar un nuevo personaje, ¿parte del libreto o de la partitura?

George GAGNIDZE: Siempre tengo en cuenta que el compositor, en este caso Verdi, ha partido de un texto, de un libreto que le ha inspirado determinada música y no otra. A través del texto ha creado una melodía y ha ideado un tempo y unas dinámicas concretas. En definitiva, ha trasladado las emociones del texto a la música. Si Verdi parte del texto, ¡cómo no voy a hacerlo yo! O, en este caso, cualquier intérprete, sea cantante o director de orquesta. La palabra es la que debe condicionar el color y el tempo, no solo en Verdi sino en cualquier obra. Un cantante a quien no se le entiende el texto no es un buen cantante.

ÓA: Trasladándose a su infancia en su Georgia natal, ¿cuál es el origen de su vocación musical?

G. G.: Nací en Tiflis, la capital de Georgia. Mi madre era química y mi padre se dedicaba a la física matemática, o sea que no se puede decir que fuese un contexto muy musical, al menos desde un punto de vista profesional. Pero siempre hemos sido una familia muy interesada en el arte y en la cultura. Mi padre, además, era un asiduo de la Ópera de Tiflis y cantaba como aficionado en un coro de música folclórica y religiosa. En Georgia la religión oficial es la ortodoxa y tenemos una gran cultura de canto religioso polifónico. Es una música que he escuchado desde mi niñez. No sé si se sabe, pero la música folclórica georgiana es de una enorme riqueza. Incluso la NASA, cuando realizó el proyecto de lanzar una cápsula con música clásica al cosmos, junto a obras de Bach, Mozart o Beethoven, incluyó también una muestra del folclore georgiano. Somos un país pequeño y con pocos años de independencia, por lo cual es algo de lo que nos sentimos muy orgullosos. Supongo que esa tradición musical explica por qué de Georgia han salido grandes voces, ya que hay muchos intérpretes georgianos maravillosos en los principales teatros de ópera del mundo.

ÓA: ¿Los estudios de canto los realizó íntegramente en su país?

G. G.: Empecé a estudiar en el Conservatorio de Tiflis paralelamente a la carrera de derecho. Mi primer profesor de canto fue Olimpi Chelashvili, un gran enseñante que lo fue también de Burchuladze. Para él lo más importante era mantener y respetar en el mayor grado posible tu propia naturaleza en el canto, y tocar lo mínimo posible. Insistía en ciertas bases generales, como la buena mecánica de la respiración, pero jamás te ponía ejemplos vocales. Simplemente te escuchaba y si hacías algo mal te paraba y te lo comentaba. Considero que esa es la mejor manera de enseñar a cantar. Hay muchos profesores, especialmente cantantes, que cometen el error de poner ejemplos cantando para que el estudiante les imite. Pero cada voz es distinta y la imitación no es el camino. Lo importante es aportar al alumno los recursos para que aprenda a analizar qué es lo que hace mal y cómo puede mejorar. Ayudarle a encontrar la naturaleza de su canto. Lo cierto es que tuve la suerte de encontrar grandes maestros en mi país, ¡algunos que habían conocido hasta al gran Fiódor Chaliapin!

ÓA: Su voz es muy voluminosa y con evidentes tintes oscuros. ¿Tuvo claro, desde sus inicios, que su tesitura era la de barítono?

George GAGNIDZE: No, cuando empecé a cantar tuve dudas sobre mi registro, sobre si era bajo o bajo-barítono. No estaba claro porque el color de mi voz es oscuro. Además, tenía mucha extensión, tanto en la zona grave como en la aguda. No fue hasta mi tercer año de estudios cuando mi profesor decidió que lo mejor era centrarme en la tesitura de barítono ya que podía abarcar todo el repertorio para esa cuerda. En mis primeros años incluso canté Figaro de Il barbiere di Siviglia, que es un papel casi tenoril, aunque debo decir que era una tesitura demasiado aguda para mí y me cansaba mucho al cantarlo. De lo que sí me di cuenta rápidamente es que yo era un barítono verdiano, un perfil en el que me sentía muy cómodo. Aunque Donizetti también se adapta muy bien a mis características.

Sobre todo me hace especial ilusión debutar un papel como el de Jack Rance de La fanciulla del West

ÓA: Y más allá del repertorio italiano, ¿Qué otro tipo de roles le interesan y considera que se adaptan a sus características?

George GAGNIDZE: Pertenezco a una generación de georgianos que nos formamos en la cultura rusa. El ruso era el idioma que estudiábamos en la escuela antes de la desmembración de la Unión Soviética y la proclamación de la independencia de Georgia en 1991. Por tanto, conozco bien y me siento cómodo en el repertorio ruso. He interpretado obras como Jovanschina de Musorgski, La dama de picas de Chaikovsky o Aleko de Rajmaninov. Sobre la mesa está el proyecto de interpretar Mazepa en el Teatro Bolshoi de Moscú, cuando lo permitan las circunstancias. Y, evidentemente, me gustaría cantar algún día Evgeni Onegin. Por otra parte, también he interpretado papeles como Jochanaan, de Salome o El holandés errante en la Ópera de Weimar.

ÓA: En su caso, los concursos de canto fueron un trampolín decisivo en su carrera.

G. G.: ¡Sin duda! Gané premios en concursos tan importantes como el de Elena Obraztsova o el Leyla Gencer. Pero el que fue clave en mi carrera fue el de Voci Verdiane de 2005. Recuerdo que, en la primera fase, canté el aria de Renato de Un ballo in maschera. Cuando acabé, Josep Carreras, que estaba en el jurado, vino a felicitarme. Fue muy cariñoso conmigo y me dijo que esperaba que llegase a la final. Llegué, canté el aria de Rigoletto y me llevé el primer premio. Sobre mi actuación, Carreras comentó que yo no cantaba Rigoletto: simplemente era Rigoletto. Viniendo de un cantante al que admiraba y admiro tanto, es fácil imaginar lo importante que eso fue para mí.

ÓA: Precisamente Rigoletto ha sido uno de sus caballos de batalla. Un título con el que se ha presentado y ha triunfado en grandes escenarios.

G.G.: Sí, Rigoletto es uno de los papeles que más he cantado y que me ha dado más satisfacciones. Debuté con él en el Regio de Parma sustituyendo al gran Leo Nucci. Ya se sabe que Leo siempre hace el bis del dúo de la vendetta, ¡así que decidí que yo también iba a hacerlo! Fue un gran éxito y al año siguiente lo interpreté en el Met. Fue mi debut en un teatro con el que tengo una gran vinculación. Otro debut importante para mi carrera fue el de La Scala de Milán, precisamente con una Traviata dirigida por Lorin Maazel junto a Elena Mosuc y Jonas Kauffmann. Recuerdo que, tras la función, en la puerta de artistas me estaban esperando los famosos y temidos loggionisti de La Scala. Querían saber si tenía orígenes italianos o ítaloamericanos, porque mi pronunciación no les parecía la de un georgiano…

ÓA: El estallido de la pandemia mundial le encontró en plenos ensayos en Nueva York.

G.G.: Era a finales de febrero o principios de marzo y estábamos preparando una producción de Tosca con Anna Netrebko cuando algunos miembros del personal del teatro dieron positivo en coronavirus. Se tuvieron que suspender los ensayos y estuvimos esperando un par de semanas por si existía alguna posibilidad de retomarlos. Finalmente, fue imposible y nos comunicaron que lo mejor que podíamos hacer era volver a casa.

ÓA: Y a partir de ese momento se han ido sucediendo las cancelaciones.

G.G.: Sí. También tenía que cantar Otello en Mannheim, luego Rigoletto en San Francisco y finalmente, volver a Nueva York para interpretar Amonasro en Aida. Todos estos proyectos fueron cancelados y pasaron seis meses sin la posibilidad de salir a escena. Tras el confinamiento lo primero que canté fue el Barnaba de La Gioconda en la Deutsche Oper de Berlín, una selección de la obra en versión concierto y con todas las medidas sanitarias. Es una sensación extraña cantar en un teatro semivacío, pero la emoción de volver a escena es tan grande que convierte cada representación en algo especialmente emotivo. De hecho, la cancelación del Rigoletto de San Francisco es lo que me permitió cantar La Gioconda en Berlín y poder estar en diciembre en Barcelona con La traviata.

ÓA: La pandemia está afectando profundamente la situación de muchos cantantes y músicos, tanto en lo que respecta a la evolución de su carrera como en el aspecto económico.

G.G.: Sin duda es una situación dramática para el sector. Los contratos de todo un año se cancelan y los intérpretes no reciben ninguna compensación económica. Se da el caso, incluso, de que hemos pagado con antelación los desplazamientos y alojamientos y nadie cubre esos gastos. Los contratos con los teatros, en general, especifican que si una producción de cancela por fuerza mayor, la institución no tiene ninguna responsabilidad y no tiene la obligación de abonar ninguna cantidad al intérprete. Para muchos cantantes esta situación está siendo una auténtica tragedia que considero que se debería solucionar. En ese sentido debo decir que, en Estados Unidos, la situación de los intérpretes es algo mejor. Están más protegidos porque hay una cobertura a través del American Guild of Musical Artists, una especie de sindicato de artistas que ahí es muy potente. En mi caso, por ejemplo, la Ópera de San Francisco me ha pagado una parte del contrato que tenía firmado. En Europa debería existir algo parecido. Mi opinión es que deberíamos unir fuerzas nosotros, los intérpretes, con el objetivo de crear un fondo económico y un servicio legal a través de donaciones, un pequeño tanto por ciento de nuestros contratos para evitar situaciones como las que estamos sufriendo actualmente.

ÓA: Una vez concluya esta pandemia y la vida y los teatros vuelvan a la normalidad, ¿cuáles son los proyectos de George Gagnidze?

George GAGNIDZE: En los próximos años me apetece cantar mucho Puccini. Seguir con Scarpia de Tosca o Michele, de Il tabarro, un papel que me encanta y que encaja a la perfección con mi vocalidad. Sobre todo me hace especial ilusión debutar un papel como el de Jack Rance de La fanciulla del West, y me encantaría hacerlo en el Met, pero veremos cómo evoluciona todo. ¡Seamos optimistas! -ÓA

El rey del Met

Los artistas con una gran vinculación con el Metropolitan de Nueva York están pasando por grandes dificultades al tener el teatro cerrado desde marzo del año pasado. George Gagnidze lo sabe de primera mano. “El Met es como mi segunda casa. Llevo ya más de 100 representaciones en diez años, a un ritmo de dos producciones por temporada. Es un teatro maravilloso en el que se trabaja muy bien; todo son facilidades y espero que vuelva a la normalidad lo antes posible. Pese a ello, debo decir que no todas las voces se adaptan bien a ese teatro, porque tanto el escenario como la sala son enormes. ¡Caben casi 4.000 espectadores! Pese a ello, yo me siento cómodo. Recuerdo que un día, durante un ensayo, estaba preocupado porque a causa del movimiento escénico debía cantar unas frases de espaldas a la platea. Peter Gelb, el director del teatro estaba en la platea y le pregunté si se me oía. Me respondió: ‘George, no te preocupes. Tu voz se oye desde el último rincón de la sala. Puedes cantar toda la ópera de espaldas’”. Convertido en heredero de una estirpe de barítonos legendarios que han hecho historia en el escenario neoyorkino, el cantante georgiano afirma que ha sido “un gran admirador de Juan Pons, un cantante con el que creo que tengo muchas similitudes. Ha sido para mí un honor heredar los papeles que él ha interpretado durante tantos años y con tanta calidad. Por otro lado, soy un gran admirador de barítonos del pasado que han hecho una impresionante carrera en el Met como Lawrence Tibbett, Leonard Warren, Robert Merrill, Cornell MacNeil o Sherrill Milnes. Y también del desaparecido y querido Dmitri Hvorostovski. Pero si debo decirle un barítono que es para mí un referente ese es, sin dudas, Ettore Bastianini. Me parece una de las voces más maravillosas que han existido, con un centro bellísimo y, además, unos agudos espectaculares. Sí, soy un gran admirador de Bastianini. * Antoni COLOMER

Nuevo disco en el horno

Si todo va bien, a fines de la primavera o principios del verano aparecerá en el mercado con el sello Orfeo mi nuevo disco de arias. El álbum incluye piezas de algunos de mis papeles preferidos y más interpretados, como el aria de Nabucco y Macbeth, “Di Provenza” de La Traviata, el prólogo de Pagliacci o “Nemico della patria” de Andrea Chénier. También hay arias de papeles que canté al principio de mi carrera en Georgia o cuando fui miembro de la Ópera de Weimar, como el aria de Renato de Un ballo in maschera, la escena de la muerte de Posa de Don Carlo o incluso “Fin ch’han dal vino” del Don Giovanni de Mozart. También hay piezas de papeles que aún no he cantado, pero que me gustaría interpretar, como la del Conte di Luna de Il Trovatore o también “Oh du mein holder Abendstern” de Tannhäuser, que me encanta. A propósito, al principio de mi carrera interpreté Die fliegende Holländer de Wagner y planeo añadir a mi repertorio más roles alemanes en el futuro, porque en Alemania es donde comencé. Ahora soy ciudadano alemán y estoy orgulloso de haber elegido este país para construir mi carrera. Tengo pasaporte alemán y piso en Berlín, que es mi segundo hogar. Hablo el idioma y adoro a Wagner y a Strauss. ¡Sería maravilloso repetir ese Holländer, o debutar Telramund de Lohengrin o Barak en Die Frau ohne Schatten en pocos años más! El disco lo grabé hace unos años con la Staats­kapelle Weimar dirigida por Stefan Solyom. Elegí esta orquesta porque es una de las mejores de Alemania y porque siempre trabajé muy bien con el maestro Solyom en Weimar. Fui miembro de esa compañía al comenzar la carrera y allí pude debutar muchos papeles. En ese entonces trabajaba mucho con la Staatskapelle Weimar, que es la orquesta de la ópera y que tiene una gran historia. Se fundó hace más de 500 años y siempre es un placer hacer música con ellos. * George GAGNIDZE