En Portada

ÓA 231: Franco Vassallo debuta en el Liceu con la histórica 'Aida' de Mestres Cabanes

“Hoy se suele olvidar la belleza en nombre de la modernidad”, afirma el barítono italiano

01 / 01 / 2020 - Lourdes MORGADES - Tiempo de lectura: 8 min

Print Friendly, PDF & Email
Vassallo El barítono italiano Franco Vassallo © Alberto TERRILE

En el 25º aniversario de su debut profesional, el barítono italiano Franco Vassallo se presenta por primera vez en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona para cantar el personaje de Amonasro en la reposición de la histórica producción de Aida con la escenografía de telones pintados de Mestres Cabanes y con la que el coliseo lírico abre el año 2020.

Franco Vassallo (Milán, 1969) se declara feliz de poder debutar por fin en el Gran Teatre  del Liceu de Barcelona, que solo había visto en fotografías. En España ya se le ha escuchado en el Teatro Real de Madrid, en la temporada de Ópera de Bilbao, en Las Palmas, Tenerife y Menorca. No es la primera vez que el coliseo de La Rambla le invita, pero sí la primera que la propuesta le llega sin que coincida con compromisos previamente adquiridos. Y le ilusiona participar en la producción histórica de la Aida de Mestres Cabanes, porque el barítono italiano es un apasionado de la belleza y partidario de que las producciones escénicas no “desvirtuen” el mensaje original del compositor. “La belleza es un concepto muy importante que actualmente se suele olvidar en nombre de una cierta modernidad. Creo que es importante que los teatros sigan un discurso ligado a la belleza. Un discurso que no es solo estético, sino también, como dirían los antiguos, ético, porque la belleza habla de la verdad, algo que desde mi punto de vista actualmente resulta difícil del vender”, señala Vassallo. “Los cantantes estudiamos toda la vida para producir sonidos bellos y no sonidos feos. Podemos incluso emitir sonidos bellos para expresar sentimientos negativos, como el odio o la venganza, pero el sonido debe tender a ser hermoso.

© Metropolitan Opera

Franco Vassallo en 'I Puritani' en el Met

"Debes tener la vocalidad adecuada para interpretar un papel, aunque seas joven, pero si lo cantas una sola vez, aunque no tengas la edad para hacerlo, no te hará daño. Lo que te dañará la voz es si lo cantas a menudo”

ÓPERA ACTUAL: ¿Cuándo debutó el rol de Amonasro?

Franco VASSALLO: Hace 20 años, en la Ópera de El Cairo. Tenía 30 años y mi maestro, Carlo Meliciani, me dijo que todavía era demasiado joven para cantar Amonasro, pero que si tenía la ocasión de hacerlo debía aceptar y que lo estudiaríamos bien. “Lo cantas y luego dejas pasar un tiempo hasta volver a interpretarlo y verás cómo el personaje madura solo”, fue su consejo, y así lo hice. También me hizo debutar relativamente joven otros papeles verdianos, como Rigoletto o Mac­beth. Decía: “Cuando llevas un personaje a escena, la garganta se enfrenta a él de una manera diferente a cuando lo estudias con el piano. Debes tener la vocalidad adecuada para interpretar un papel, aunque seas joven, pero si lo cantas una sola vez, aunque no tengas la edad para hacerlo, no te hará daño. Lo que te dañará la voz es si lo cantas a menudo”. He confirmado con los años que mi maestro tenía razón. Amonasro, Rigoletto y Macbeth que los he empezado a cantar con frecuencia una década después de haberlos debutado, fue como abrir un cajón y encontrarlos allí con la voz ya madura para asumirlos.

Ó. A.: ¿Cuáles son los retos vocales de Amonasro?

F. V.: Amonasro es un papel relativamente breve, pero en el poco tiempo que canta lo dice prácticamente todo. Es un papel de una rara intensidad dramática, de un gran despliegue de vocalidad, de legato, de extensión. Verdi escribió el rol pensando en el barítono Francesco Pandolfini, quien dudó en aceptar porque era muy corto. Pero Verdi insistió y en una carta a Ricordi le dice: “Te recomiendo que le digas a Pandolfini que la parte es maravillosa. No hay manera de alargarla dramatúrgicamente, pero es muy importante”. Pandolfini aceptó y fue el primer Amonasro en el estreno en Italia. El papel no tiene ni un aria, pero sí una introducción, que es un gran arioso, que se desarrolla en el concertante, aunque el peso del personaje se aprecia en el tercer acto, con el gran dúo con Aida y el terceto con Radamés.

Ó. A.: ¿Cómo afronta teatralmente el personaje?

F. V.: Amonasro es muy inteligente, un guerrero astuto que dispone de muy poco tiempo para llevar a cabo sus planes y que debe usar todos los recursos para alcanzar su objetivo. Sabe que si no lo logra, morirá. Esto es lo que lo hace muy interesante como personaje. Hasta la escena de la marcha triunfal, Aida es un poco como los jeroglíficos, bidimensional. En el primer y segundo actos hay escenas estáticas, como el aria del tenor, “Celeste Aida”. El “Ritorna vincitor” que canta Aida es una aria doliente. Son como paneles de una representación sacra, donde hay mucha emoción, muchos sentimientos, pero donde dramatúrgicamente sucede poco. El drama se desarrolla a partir de la marcha triunfal. Los conflictos y las decisiones duras se suceden a partir de que Amonasro le pide a su hija que traicione al hombre que ama por su pueblo. Es en ese punto en el que Aida se convierte en una ópera dramatúrgicamente moderna.

© Staatsoper de Viena / Michael PÖHN

Franco Vassallo cantando 'Aida' junto a la soprano Sondra Radvanovsky en la Staatsoper de Viena

Ó. A.: Ha cantado esta ópera en teatros y en la Arena de Verona. ¿Cambia mucho cantarla al aire libre?

Franco Vassallo: Sí. La Arena de Verona es un marco muy sugestivo, pero particular. Los matices y los colores de la voz se aprecian mucho mejor en un teatro que al aire libre. Cuando Toscanini supo que Aida se realizaría en la Arena de Verona, en 1913 con motivo del centenario del nacimiento de Verdi, comentó que “al aire libre se juega mejor a los bolos”. Era una manera de decir que el lugar ideal para la ópera es el teatro. En cualquier caso, existe una gran fascinación por la Arena de Verona, y en especial por Aida, que canté allí en 2013, en la edición del centenario, en la producción de 1913.

Ó. A.: Ha cantado en producciones escénicas históricas, en clásicas y en modernas ¿Alguna preferencia?

F. V.: Depende. Hay actualizaciones de óperas que evidencian la inteligencia del director de escena, sin embargo, hay otras que no tienen ningún valor artístico. Lo importante es que la propuesta transmita un mensaje y que no solo se pretenda sorprender con el efecto fácil del sexo y la sangre. El mensaje en la ópera lo da el compositor, y si confundimos el mensaje original nos arriesgamos a perderlo. El servicio que debe ofrecer actualmente la ópera es hacer entender cuál es el producto original, libre de las sobre-estructuras que le añadimos. Si estas ayudan a entender mejor el pensamiento del compositor, bien, pero si van en contra, tenemos problemas.

Ó. A.: ¿Cuándo decidió ser cantante de ópera?

F. V.: Cuando tenía unos 10 u 11 años, pero todavía no tenía la voz, aunque sí una gran pasión. Durante mis años de instituto, mi profesor de arquitectura me oyó cantar y me pidió si estaba interesado en que me escuchara su padre, Carlo Meliciani, que fue un destacado barítono. Me escuchó y me dijo que la voz era interesante, pero que debía estudiar. Él se convirtió en mi maestro y todavía sigue siéndolo a sus casi 91 años.

Ó. A.: Pero usted estudió Literatura y Filosofía en la Universidad, ¿acaso no estaba seguro de llegar a ser cantante?

F. V.: Siempre he sentido una gran pasión por la ópera. Amo la Cultura y las Artes y por ello decidí ir a la Universidad. Quería profundizar en diversos aspectos de la cultura y el conocimiento. En mi familia no había músicos, mi padre era ingeniero y mi madre jueza. Les gustaba el canto, pero no eran músicos. La pasión me sobrevino porque en un viaje profesional de mi padre por Argentina conoció a un argentino de origen italiano amante de la ópera que le animó a comprar discos de Maria Callas, Giuseppe di Stefano y Tito Gobbi, que él no escuchaba pero yo sí. De este modo me apasioné por la ópera, mientras hacía karaoke cantando ante el espejo escuchando los discos. Me gustaba mucho esa manera de expresarse de los cantantes, noble, áulica, antigua, pero verdadera.

Ó. A.: ¿Qué se siente más, cantante belcantista, verdiano o verista?

F. V.: Cantando Verdi me siento muy a gusto, porque él escribió muy bien para la voz. Es un gran compositor de voces, en parte debido a que él cantaba, también era barítono, y cuando escribe para esta cuerda parece que se ilumina, porque pone su alma. Puccini y muchos compositores veristas escriben páginas maravillosas para cantar, pero no siempre están bien escritas para la voz. Puccini ha escrito magníficos roles para barítono, como Michele de Il tabarro, o Scarpia de Tosca, pero la línea vocal no tiene la claridad de escritura que posee Verdi. Los papeles para tenor y soprano los escribe un poco mejor que los de barítono. Hablo de escritura para la voz. Eso no significa que no escriban música maravillosa. Son cosas diversas, los personajes de Puccini son magníficos, pero hay que estar siempre atento, porque obliga a dar unos saltos que no son ideales para la voz. En cambio, Verdi siempre te da un legato y una línea óptimos para el canto. Lo coge de Donizetti, quien también escribe de forma magnífica para la voz, al igual que Bellini. La diferencia es que Verdi desarrolla el dramatismo de las frases y en cambio Donizetti y Bellini son más contenidos.

© Bayerische Staatsoper de Múnich / Wilfried HÖSL

Como Amonasro junto al Radames de Jonas Kaufmann y a la Aida de Krassimira Stoyanova en la Bayerische Staatsoper de Múnich

Ó. A.: El suyo es un repertorio fundamentalmente de barítono italiano clásico ¿Está interesado en introducirse en otros repertorios?

Franco Vassallo: Me siento muy bien en el repertorio clásico de barítono italiano al que permaneceré fiel, pero me ha gustado mucho cantar Pêcheurs de perles y Faust. Y me gustaría hacer también Samson et Dalila y en el futuro probar el rol de Amfortas de Parsifal. En concierto he cantado el aria de Wolfram de Tannhäuser y adoro el personaje de Wotan, pero los roles wagnerianos para mí son más un sueño que una posible realidad.

Ó. A.: Ha cantado una cincuentena de roles, ¿cuál de ellos es el que le proporciona mayor satisfacción?

F. V.: Seguramente Rigoletto; con sus muchos claroscuros es de los que te proporciona mayor posibilidad de expresión. También Simon Boccanegra y Macbeth. Hay muchos roles fascinantes y uno que hice muy a menudo en la primera parte de la carrera, Figaro de Il barbiere di Siviglia es espectacular.

Ó. A.: Fígaro es un personaje cómico y entrañable, pero también hace personajes de malo como Jago, Scarpia o Macbeth.

F. V.: Me gusta tanto la comedia como la tragedia. Son las dos caras de una misma moneda. Adoro la comedia, pero no negaré que hacer de malo me gusta mucho, porque me permite explorar en escena la parte oscura del ser humano. Es muy terapéutico. Y lo que también me gusta de los malos es que tienen mucha energía.

 

© Teatro alla Scala / W. HÖSL

Franco Vassallo como Macbeth junto a Anna Netrebko en el Teatro alla Scala

Ó. A.: ¿Tiene un malo preferido?

Franco Vassallo: Jago es el arquetipo del mal absoluto. Está muy próximo al Barnaba de La Gioconda. Scarpia es el poderoso que quiere controlar, no es como Jago. Macbeth es fascinante, porque es el enigma del poder, el deseo de alcanzar el poder, pero sin perder la propia alma. Macbeth es un guerrero valeroso que quiere ser rey, pero no osa ni pensarlo porque entiende que deberá lanzarse al mal y al principio no quiere, pero su mujer es quien lo empujará. Es una progresión fascinante, porque muestra la otra cara del poder, la de la oscuridad.

Ó. A.: ¿Hay algún personaje que todavía no ha cantado y que le gustaría interpretar?

F. V.: Sí, el de Francesco Foscari de I due Foscari. Espero poder hacerlo pronto. Y Gianni Schicchi. He hecho el Michele de Il tabarro y me gustaría poder cantar los dos personajes, en una misma velada, Michele y Schicchi. Es un reto teatral fascinante, porque son dos personajes muy alejados y diferentes.

Ó. A.: Ha cantado el rol de Ford de Falstaff y el mismo Falstaff. ¿Cómo se ve la ópera haciendo dos personajes?

F. V.: Ford es el personaje de barítono clásico verdiano. Falstaff es de una tesitura un poco más grave. Lo he debutado, pero quiero esperar un poco más para incorporarlo a mi repertorio habitual, porque es un personaje de madurez. Lo canté por primera vez hace un par de años, en cambio Ford lo tengo en repertorio desde hace tiempo. Hacer dos personajes en una misma ópera es como si hicieras dos obras diferentes. Hay que estar muy atento para no confundirse, en especial en un concertante. En L’elisir d’amore siempre he cantado Belcore, pero me está interesando ahora cantar el rol de Dulcamara. También me gustaría hacer el doctor Malatesta de Don Pasquale, aunque cuando empiezas a hacer papeles dramáticos ya no te llaman para hacer los cómicos… Creo que es importante en la vida de un artista mantener esta dualidad, porque es beneficiosa tanto para la voz como para la expresividad.

Ó. A.: ¿Qué nuevos papeles trabaja para incorporar a su repertorio?

F. V.: En septiembre de 2020 cantaré por primera vez el rol de Gianciotto de Francesca da Rimini de Zandonai. Y este año que acaba de terminar he debutado cinco nuevos papeles: Barnaba de La Gioconda, Ernesto de Il pirata, Michele de Il tabarro, Miller de Luisa Miller y el Réquiem de Donizetti.

Ó. A.: ¿Cómo trabaja un nuevo personaje? ¿Lo estudia solo o con un coach?

F. V.: Primero leo el libreto como si fuera una obra de teatro, luego estudio la música y lo junto todo y sigo con el estudio desde el punto de vista vocal y acudo a ver a mi maestro para que me dé su opinión. Siempre me da consejos interesantes sobre la vocalidad y la interpretación. Finalmente trabajo con el pianista repertorista.

Ó. A.: En su biografía dice que ha estudiado el método Stanislavski, ¿por qué?

F. V.: La ópera es teatro en música y la parte teatral es fundamental. Desarrollar la vertiente dramática del personaje es importante y el método que desarrolló Konstantín Stanislavski es muy bueno. Decía que no te metas en el personaje, que seas el personaje.

Ó. A.: ¿Cómo se ha ido desarrollando su voz?

F. V.: Un poco como el vino. Siento que ha ido ganando en armónicos. Una cosa que me viene de la escuela de canto en la que me he educado es no separar jamás volumen y potencia de la dulzura. El sonido siempre debe discurrir sul fiato. Si uno empieza a desarrollar mucha potencia sin mantener la dulzura puede ser un peligro.

Ó. A.: ¿Tiene algún cantante preferido?

Franco Vassallo: Me gusta mucho Aureliano Pertile, un tenor excepcional. La suya es la mejor técnica que pueda escucharse. Hay otros cantantes fantásticos, como Beniamino Gigli y Giacomo Lauri-Volpi, pero Pertile te permite escuchar la grandeza de la técnica y de la expresividad teatral. No era un tenor ni alto ni guapo y su voz no era especialmente hermosa, pero supo hacer bella una voz que no lo era con el uso sabio de la técnica del canto sul fiato. Además era un hombre de teatro increíble, entraba en los personajes. Es un artista al que amo y que me inspira mucho. ÓA

© Maggio Musicale Fiorentino / MiChele MONASTA

Vassallo como protagonista de 'Il tabarro' de Puccini en el Maggio Musicale Fiorentino

Cantar 'sul fiato' según Vassallo

Franco Vassallo se inició en el repertorio belcantista, se introdujo en el verdiano y ha llegado hasta el verismo, pero nunca ha dejado de cantar el Figaro de Il barbiere di Siviglia. ¿El secreto? “Cantar sul fiato”, afirma. El barítono estudió canto de la mano de Carlo Meliciani, un barítono verdiano que se prodigó en La Scala de Milán entre las décadas de 1950 y 1970. Él le enseñó la técnica del canto sul fiato o del canto sobre el aliento, que según el diccionario es la “técnica vocal de fonación que mantiene en equilibrio la presión subglótica y la resistencia de los pliegues vocales. Esto proporciona una compresión ideal del aire y permite cantar sin esfuerzo, incluso con mucho volumen”. Vassallo afirma que cuando se canta sul fiato, “la voz se desarrolla hasta el punto de que si se continúa por este camino se puede hacer todo el repertorio. Del bel canto a Verdi y el verismo, pero siempre cantando de la misma manera, encontrando la expansión dramática en el fiato y no en el músculo. Una manera errónea de cantar el verismo es hacerlo sobre el músculo, pero el verismo grande se canta sul fiato. Si escuchamos a Beniamino Gigli, que estudió el personaje de Andrea Chénier con Umberto Giordano, vemos como entiende el rol cantándolo sul fiato. O Gino Bechi y su Gérard o Aureliano Pertile cuando canta Mascagni de manera increíble; su interpretación del aria “Apri la tua finestra” de la ópera Iris es un ejemplo de técnica belcantista en el verismo. Todo es fiato, todo aire”. Opina el barítono que el bel canto da el principio fundamental para abordar todo tipo de repertorios. “En el pasado, Gigli pasaba de Nemorino a Radames porque tenían la conciencia de adaptar el repertorio a una misma manera de enfocar la emisión, aunque cambiando la intensidad. Los barítonos de la vieja escuela cantaban Figaro y Rigoletto. Actualmente, quien canta Figaro no canta Rigoletto. Pienso que se equivocan. Este pasado 2019 me invitaron a cantar Figaro en la Hamburgische Staatsoper y fui felicísimo al recuperarlo, porque esta técnica me permite mantener la voz elástica”.  

Nobleza viva

A Franco Vassallo le gusta insuflar nobleza a los personajes que interpreta. Don Carlo de Vargas, el Marqués de Posa, el Duque de Nottingham o el Conde de Luna son para él una oportunidad de ser noble, como cuando fantasea con ser marqués mientras hurga en los archivos del último marqués de Brignano, hermano de su abuela paterna, cuyo legado material custodia. “Es una historia que se remonta al periodo en el que el rey de España era duque de Milán. En el siglo XVII un antepasado mío originario de Génova, Francesco de Ferrari di San Sebastiano, fue nombrado marqués de Brignano por los servicios prestados en batalla al duque”, explica el barítono. En 1685, el capitán Ferrari di San Sebastiano se hizo por 25.000 liras con la titularidad del castillo de Brignano, cerca de Tortona, en el Piamonte italiano, que permaneció en manos de la familia hasta que a finales del siglo XIX fue vendido. Franco Vassallo ha heredado de su tío abuelo, que fue el último marqués, el apellido, que ha añadido al de su progenitor, Vassallo de Ferrari, así como los cuadros, libros y el archivo familiar que guarda en su casa de Génova y con los que de vez en cuando Vassallo juega a ser marqués.