Opinión

Desde el Teatro Real de Madrid: ante un Puccini navideño

El regreso de 'La Bohème' al coliseo de la Plaza de Oriente, según el director artístico del coliseo lírico madrileño

01 / 12 / 2021 - Joan MATABOSCH, director artístico del Teatro Real de Madrid - Tiempo de lectura: 2 min

Print Friendly, PDF & Email
Joan Matabosch / operaactual.com Joan Matabosch © Teatro Real / Javier DEL REAL

Desde antes de levantarse el telón, la nieve cae y brilla sobre el cielo nocturno de París. Esa omnipresencia de la nieve en la puesta en escena de Richard Jones quiere ser a la vez un elemento realista y poético, pero también propone leer La Bohème como algo más que un melodrama convencional con pretensiones naturalistas. Esa nieve cae mediante un artilugio teatral que está expresamente a la vista, como lo estarán los numerosos artificios del resto del espectáculo. Por ejemplo, los cambios de los decorados, que transcurren frente al público y que, en el segundo acto, crean expresamente una tensión irónica entre los exquisitos detalles del diseño, que invitan a la verosimilitud, y los mecanismos visibles del teatro, que nos recuerdan que somos voyeurs.

"Los decorados de las distintas escenas no desaparecen con los cambios de la escenografía, sino que se acumulan al fondo y en los laterales del escenario"

La primera escena ya se distancia del código tradicional del verismo, tan poco grato a Giacomo Puccini, por cierto. El espacio escénico es el esqueleto de una buhardilla con las vigas de carga del techo al descubierto y una claraboya para acceder a la chimenea. No es una buhardilla concreta, sino el espacio mental que asociamos a una habitación de una crudeza inhóspita. Los elementos anecdóticos están reducidos al mínimo: una pequeña estufa, una caja para el té, una silla manchada de pintura, un diminuto taburete, la funda de un violín, algunos botes y brochas de pintura y el brasero que se alimentará del guion teatral que Rodolfo decide sacrificar para alimentar el fuego. Los decorados de las distintas escenas no desaparecen con los cambios de la escenografía, sino que se acumulan al fondo y en los laterales del escenario dando la sensación de formar parte de una secuencia vital que avanza a trompicones. Se trata literalmente de Scènes de la vie de bohème, exactamente el título del texto de Henri Murger en el que se basa el libreto de la ópera. Escenas de un libertinaje modesto e inocente teñidas de una encantadora transgresión moral que trastocará la irrupción de Mimì. Su historia amorosa con uno de los jóvenes bohemios, su ternura, su enfermedad y su muerte van a contribuir a que estos jóvenes alegres y despreocupados despierten a las contradicciones de la vida y se conviertan en adultos. La historia que nos explica Richard Jones no es tanto la de Mimì como perfecta heroína romántica vapuleada por la vida y entregada al sacrificio como la del despertar a la madurez de ese grupo de jóvenes bohemios al entrar en contacto con ella y, sobre todo, al formar parte del desenlace trágico de su vida.
Ese entrañable retablo de la vida de un grupo de jóvenes amigos queda trastocado por lo inesperado de los acontecimientos: tener que enfrentarse a la tragedia y a la muerte de la vecina del inmueble con la que uno de ellos ha tenido un affaire. Resulta que la vida no es lo que creían cuando se burlaban del casero para retrasar el pago del alquiler o derrochaban champagne a expensas de alguien. * Joan MATABOSCH, director artístico del Teatro Real de Madrid