Opinión
Ópera de Oviedo: Por el patrimonio
Una reflexión del director de la Fundación Ópera de Oviedo
Iniciamos curso y una nueva temporada. Una de las más atípicas y seguramente la de mayores incertidumbres que nos ha tocado vivir en la historia de los ciclos líricos españoles. De hecho, mientras escribo estas líneas, todavía en julio por la fecha de cierre de las ediciones en papel que preceden al verano, en Oviedo nos resulta complicado saber cómo será la reapertura del Teatro Campoamor, cómo serán los aforos y qué nos presentará realmente el otoño a nivel mundial, incluso en las acciones más cotidianas. La experiencia de estos meses nos ha demostrado que no hay certezas absolutas.
Lo que sí sabemos, y de ahí mi total optimismo, es que la capacidad de los teatros, de sus trabajadores y de los artistas de adaptarse a las circunstancias más inverosímiles, a dificultades nunca antes planteadas, no solo es posible sino que se supera con nota. La lírica española, tan arropada y unida estos meses a través de Ópera XXI, ha demostrado durante esta pandemia que es un sector fuerte, asentado sobre unos pilares de calidad y profesionalidad al más alto nivel, que tiene recursos para afrontar (casi) cualquier situación, y eso solo se logra tras muchos años de excelencia en el trabajo. Y lo más grande de todo, que tiene la enorme generosidad de ofrecer todo ese potencial al mundo de una forma altruista cuando más se necesita.
Formamos parte de algo muy grande. Un patrimonio ciudadano que debe tratarse como la actividad esencial que es. La lírica en su historia, y los teatros, como garantes de conservarla, crearla, representarla, hacerla llegar al público (cada vez mayor) ha sido y sigue siendo clave para construir los valores sustanciales de nuestras sociedades. Tan necesaria como alimentarnos o caminar. ¿Qué seríamos nosotros sin nuestro enorme patrimonio cultural? Siempre lo hemos sabido, pero situaciones como la vivida lo corroboran.
Cada año, todos los equipos que hacemos los ciclos y las temporadas operísticas aumentamos nuestros programas de acceso a otros públicos. La actividad operística es más inclusiva y sus gestores dedican un mayor número de recursos a incrementar los proyectos que contribuyen a ampliar la heterogeneidad en las butacas. Seguro que nadie que lea esto es ajeno al entusiasmo que crea contagiar nuestra pasión. Además, contribuimos a seguir definiendo el carácter y la identidad de las ciudades y a preservar sus grandes ventajas competitivas. Y todo través de la creatividad, el talento, la profesionalidad y el prestigio. Nuestras temporadas conectan a una gran red de trabajadores imprescindibles, artistas, creadores y técnicos, en un potente y atractivo motor económico de extraordinaria capacidad para proyectar una imagen positiva y fomentar la actividad económica de otros sectores como el turístico, el hostelero y el comercio. Por eso, cuando abrimos paso a este otoño tan incierto, por todo eso, somos más necesarios y necesitamos más apoyo que nunca. * Celestino VARELA, director de la Fundación Ópera de Oviedo