Opinión
'Prodigios', de RTVE: el fin justifica los medios
El programa de talentos invita a una reflexión cuando ya se anuncia su segunda temporada
RTVE ha anunciado recientemente la segunda temporada del programa Prodigios, cuya primera edición desembarcaba en nuestras pantallas el pasado 23 de marzo sembrando, ante el innegable éxito de audiencia, una nutrida controversia de carácter ético-estético liderada por representantes de la crítica musical tradicional. “Y lo que uno ama al máximo es aquello a lo cual considera que le convienen las mismas cosas que a sí mismo, y de lo cual piensa que, si lo que le acontece es favorable, lo será para él también” (Platón, La República).
Suscribo estas líneas motivada, precisamente, por el debate que generó el programa Prodigios entre mis alumnos de Musicología; feliz ya, simplemente, por el hecho de que un programa de televisión hubiera sido el aliciente de un interesante foro de debate en el aula. Y, al mismo tiempo, asombrada de comprobar con qué facilidad se transfiere la discusión sobre el acercamiento de la música culta a la sociedad al ámbito de la gestión cultural, con el que tengo contacto desde hace algunos años.
Si algo une al mundo académico y al sector de la producción artística es, sin duda, la preocupación por las nuevas generaciones: tanto la educación musical como la programación de los ciclos de conciertos ponen su punto de mira en la formación de los jóvenes y, por ende, en el acceso a la cultura por parte de los nuevos públicos. Halaga, pues, que la televisión estatal proponga un programa que incida, concretamente, en este reto. Sin embargo, lo hace desde un enfoque que, sabiendo ser cercano y atractivo, no esconde el guiño al espectador familiarizado con el sonido de una gran orquesta como es la Sinfónica de Castilla y León. Así como tampoco al amante de la ópera o del ballet, que reconoce en Ainhoa Arteta y Nacho Duato a grandes referentes de ambos géneros, innegables representantes de la creación artística española más allá de nuestras fronteras. También la figura de Andrés Salado resulta estratégicamente acertada: su doble trayectoria al frente de la Orquesta Joven de Extremadura y como parte del proyecto didáctico de la UAX aúna este doble compromiso por la práctica artística durante las etapas formativas.
Sobre el escenario, jóvenes concursantes que muestran ya muchos de los valores que debe reunir un artista: talento, capacidad de esfuerzo, expresividad, presencia escénica y una adelantada madurez. Y, de repente, logran que el tema de conversación en el metro, en la cafetería o en la escuela sea el sonido de un clarinete, el movimiento de un bailarín o el timbre de la voz humana.
Platón confiaba a los guardianes del Estado el correcto funcionamiento del mismo y las decisiones en torno a la conveniencia de sus diferentes acciones. Permitámonos confiar en los guardianes de hoy: entes públicos, instituciones culturales y organizaciones educativas. Su preocupación por el acceso y afición universal a las artes escénicas es proyectado por un programa como Prodigios en el que el fin justifica unos medios perfectamente coherentes con un formato televisivo respetuoso, elegante y, en definitiva, genial.
*Nieves PASCUAL LEÓN, catedrática de Musicología del Conservatorio Superior de Música de Valencia