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'Tabaré', la apuesta personal de Bretón, rescatada en La Zarzuela
Estrenada hace un siglo en el Teatro Real de Madrid, este drama lírico marca un paso más en la evolución estética propuesta por el maestro salmantino
Madrid
Teatro de La Zarzuela
Bretón: TABARÉ
04, 06_03. En versión de concierto.
Tabaré: Andeka Gorrotxategi. Blanca: Maribel Ortega. Yamandú: Juan Jesús Rodríguez. Gonzalo: Alejandro del Cerro. Padre Esteban / Siripo: Luis López Navarro. Ramiro: David Oller. Garcés: Ihor Voievodin. Damián: César Arrieta. Rodrigo: Javier Povedano. Luz: Marina Pinchuk. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro Titular del Teatro de La Zarzuela (Dirección: Antonio Fauró). Dirección musical: Ramón Tebar.
Hace 109 años subía al escenario del Teatro Real de Madrid este drama lírico de Tomás Bretón que marca un atrevido paso más en la evolución lírica propuesta por el maestro salmantino, quien apostaba por un modelo deudor de Meyerbeer y que suprimía tanto los diálogos como el estereotipo cómico.
El 26 de febrero de 1913 –y “con felicísimo éxito”, según comentaba la prensa– se estrenaba en el Teatro Real Tabaré, drama lírico en tres actos con libreto y música de Tomás Bretón que tomaba como base la epopeya en verso del poeta uruguayo Juan Zorrilla de San Martín. Era un estreno celebrado por algunos, porque todo parecía indicar que la empresa no iba a llegar a buen término: solo un mes antes el ministro de Instrucción Pública declaraba a La Época que “le faltaban los medios coercitivos” para cumplir su deseo de “favorecer el arte español” y presionar para conseguir que el estreno se llevase a cabo.
Y es que Tabaré era un atrevido paso más en la evolución operística propuesta por el maestro salmantino. Bretón ya había tomado en su día un rumbo distinto al de Chapí o Barbieri, apostando por un modelo lírico deudor de Meyerbeer y que suprimía tanto los diálogos como el estereotipo cómico. Con el paso de los títulos había ido dosificando la incorporación de elementos necesarios para su ideal, como el lenguaje armónico wagneriano (Garín, 1892), el vínculo con la música popular (Raquel, 1900) o la apertura de las tramas argumentales hacia el pasado (Farinelli o la propia Tabaré). Aunque su recorrido tras el estreno fue escaso, la partitura ha mantenido su peculiaridad musical gracias a una improbable mezcolanza entre el las audacias armónicas del Tristan y el lirismo más evolucionado de aroma inequívocamente italiano.
Tabaré cuenta muchas historias. Cuenta la historia, en el Uruguay del siglo XVI, del amor –tan prohibido como inocente– entre Blanca, hermana de un capitán español, y Tabaré, cacique charrúa y mestizo apresado por los españoles. Es un amor basado en la memoria de las madres perdidas y en unos valores morales socialmente distantes que aspiran a ser equivalentes. Pero también cuenta musicalmente los intersticios de una rebelión condenada, de un odio ancestral hendido en el alma del ultrajado y que se cuenta desde la perspectiva de la incomprensión de lo ajeno.
Dulce, no ingenua
La vuelta de Tabaré a los escenarios es un sueño largamente pospuesto. De la mano de la edición preparada por Víctor Sánchez y Elena Di Pinto, se ofrecerá en versión de concierto en dos pases en el Teatro de La Zarzuela. Supone, además, el debut en el coliseo madrileño de Maribel Ortega, que encarnará a la compasiva Blanca. “Bretón habla de una actitud infantil o ingenua de mi personaje”, señala la soprano gaditana a ÓPERA ACTUAL. “Blanca está en Uruguay y añora a su madre, ya fallecida, y a su tierra, como deja claro en su primera intervención. Más que ingenua creo que es dulce, muy religiosa, con ese tipo de piedad y compasión muy marcados y un deje melancólico. De hecho, la base de su enamoramiento por Tabaré es el amor al prójimo: no ve al indio como un enemigo, sino a alguien enfermo a quien prestar auxilio”.
la soprano, que tiene en su amplio repertorio papeles como los de Floria Tosca o Lady Macbeth, asegura que Blanca, vocalmente, se adecúa bien a sus facultades; “requiere mucho sostén de fiato, con notas repetidas en la zona paso y agudos largos y brillantes. No es muy largo, pero sus frases son muy líricas; me recuerda en cierta forma a Puccini con un aroma wagneriano de fondo, todo ello sumado al sello hispano. Es una mezcla imprevisible, y no puedo estar más agradecida a Daniel Bianco por permitirme participar en esta recuperación tan necesaria”, concluye.– ÓA
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