NOTICIAS
ACTUALIDAD
'Rusalka' y los aires eslavos del Teatro Real
La ópera de Dvorák regresa al coliseo madrileño con diez funciones y dos repartos, en una nueva producción que firma Christof Loy
Teatro Real
Dvorák: RUSALKA
12, 13, 14, 15, 16, 22, 24, 25, 26, 27_11
Rusalka: Asmik Grigorian / Olesya Golovneva. El príncipe: Eric Cutler / David Butt Philip. Cizi Knezna: Karita Mattila / Rebecca von Lipinski. Vodnik: Maxim Kuzmin-Karavaev / Andreas Bauer Kanabas. Ježibaba: Katarina Dalayman / Okka von der Damerau. Lovec: Sebastià Peris. Hajny: Manel Esteve. Kuchtik: Juliette Mars. Primera ninfa: Julietta Aleksanyan. Segunda ninfa: Rachel Kelly. Tercera ninfa:
Alyona Abramova. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. (Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid). Dirección: Ivor Bolton. Dirección de escena: Christof Loy.
Una sirena de lago cansada de transitar sin alma por el mundo y un príncipe terrenal e inconstante protagonizan Rusalka, una fábula para adultos que reflexiona, como todos los mitos, sobre lo vulnerable de la condición humana y las dificultades de la comunicación fuera de los códigos establecidos. La obra maestra de Dvorák, que regresa este mes al Teatro Real, subió al escenario madrileño por vez primera el 15 de marzo de 1924.
Cuando Olivier, el poeta del Capriccio de Strauss, le espeta a Flamand «Prima le parole, dopo la musica» («primero la palabra, después la música»), no está haciendo otra cosa que retrotraerse a la época germinal de Monteverdi y a los preceptos de aquella Camerata Bardi, que exigía una música capaz de subrayar la verdad oculta que anidaba en cada palabra. Rusalka, la ópera de Antonín Dvorák estrenada en Praga en 1901, contraviene el origen mismo del género: en ella la palabra solo es el transportín de la mentira, el vehículo de lo opaco. La incapacidad del verbo para transmitir el verdadero ser de las cosas precipita la muerte de unos protagonistas anegados por sus opresivas atmósferas vitales, infelices en sus respectivas cárceles hasta que deciden juntos su muerte.
La historia de la sirena Rusalka, escrita por Jaroslav Kvapil, se erige en el centro del cruce de caminos entre la mitología eslava, la visión espiritual de la naturaleza de Paracelso y las obras de Hans Christian Andersen (La sirenita) y el Barón de la Motte-Fouqué (Ondina). Cuenta la búsqueda de alma por parte de un hada de las aguas –una rusalka– desde su perspectiva infantil. Para conseguirlo decide transformarse en una mujer humana, sacrificando su voz para buscar el amor correspondido de un príncipe. La superficialidad del amado, sumada al erotismo que despierta en él otra mujer, les condena a ambos a una muerte que llega como liberación de las cadenas terrenales más que castigo. Dvorák urde tal vez su partitura más feliz en cuanto a la integración del componente folclórico. Buena parte de sus esfuerzos se centran en dotar de lirismo y fragilidad al canto de la rusalka (como en la maravillosa Canción de la Luna, «Mesicku na nebi hlubokem») y construir ese evanescente mundo intermedio y mágico que habita.
El compositor checo supo entender qué características dramáticas aportaba cada corriente musical, introduciendo elementos impresionistas muy reconocibles mezclados con Leitmotive postrománticos y un buen número de giros melódicos puramente checos, que articulan a la postre un discurso lúcido sobre los peligros de la inocencia y su incapacidad para reconocer los códigos que rigen el mundo. El final subraya lo agridulce de la ilusión y el deseo, con un guiño más que evidente en esa disolución mortal de Rusalka y el príncipe al desvanecimiento final de Isolda («perderse, sumergirse… / sin conciencia… / ¡supremo deleite!»).

Asmik Grigorian será Rusalka. En la imagen, como Marietta en 'Die Tote Stadt' en La Scala de Milán
El montaje del Teatro Real, en coproducción con la Säschsische Staatsoper de Dresde, el Teatro Comunale de Bolonia, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona y el Palau de Les Arts Reina Sofía de Valencia, corre a cuenta de Christof Loy, el firmante de una de las propuestas escénicas más aplaudidas de los últimos años en el Real, Capriccio. En esta ocasión Loy traslada la acción a un teatro con su dosis de vulnerabilidad e inevitable decadencia, a medio camino entre La parada de los monstruos y Birdman. Ninfas reconvertidas en bailarinas conviven con payasos melancólicos y un omnipresente sabor a fracaso en el paladar, trasladando al montaje todo el encanto, la seducción y la podredumbre de la luz de candilejas. En el doble reparto destacan Asmik Grigorian (con su excepcional Marietta en La Scala del año pasado aún resonando en la memoria) y Olesya Golovneva en el papel de Rusalka. Por su parte Eric Cutler (viejo conocido en el Real, como Idomeneo, Belmonte u Hofmann) y David Butt Philip encarnarán al caprichoso Príncipe. Ivor Bolton dirigirá a la Orquesta Titular del Teatro Real e intentará, como aquellas sirenas originales griegas anheladas por Ulises, dar respuesta a las preguntas antes que dejarse ahogar por la seducción de las exquisitas aguas subterráneas de Dvorák.– ÓA
NOTICIAS RELACIONADAS