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Muere a los 87 años Antón García Abril, compositor defensor de la melodía
Autor de la ópera 'Divinas palabras', estrenada en 1997 en el Teatro Real de Madrid, compuso más de 200 bandas sonoras de para televisión y cine
El compositor Antón García Abril, defensor de la melodía, murió el 17 de marzo en Madrid a los 87 años. Autor prolífico, su producción abarca la mayoría de las formas musicales: ópera, obras sinfónicas, conciertos, cantatas, música de cámara y bandas sonoras, más de 200 para cine y televisión. Su ópera Divinas palabras, estrenada el 18 de octubre de 1997 en el Teatro Real, fue un encargo de 1986 del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música al amparo del quincuagésimo aniversario de la muerte de Ramón María del Valle-Inclán.
Pocos compositores españoles de la denominada generación del 51 han gozado del éxito y la popularidad que tuvo Antón García Abril, quien pese a formarse con las vanguardias musicales se apartó pronto de la experimentación sonora para abrazar la melodía.
El compositor, nacido en Teruel en 1933, supo como pocos combinar su faceta de autor de sinfonías, conciertos y ópera con las bandas sonoras para el cine y la televisión, que le reportaron el reconocimiento del mundo cinematográfico y televisivo. Algunos de sus temas, como la magistral sintonía de la serie El hombre y la tierra, han formado parte de la vida de varias generaciones de españoles.

Una escena de la ópera 'Divinas palabras' de Antón García Abril en su estreno en el Teatro Real de Madrid en octubre de 1997
La voz ha estado muy presente en la obra de García Abril con numerosos ciclos de canciones inspirados en los principales poetas españoles. Su ópera Divinas palabras con libreto de Francisco Nieva, terminada en 1991, fue un encargo de 1986 del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem) al amparo del quincuagésimo aniversario de la muerte de Ramón María del Valle-Inclán y se estrenó el 18 de octubre de 1997 en el Teatro Real.
Fue la segunda ópera en interpretarse en el coliseo madrileño y contó con dirección de escena de José Carlos Plaza y un reparto de lujo encabezado por Plácido Domingo, Elisabete Matos, Inmaculada Egido, Raquel Pierotti y Enrique Baquerizo. La dirección musical corrió a cargo de Antoni Ros Marbà, quien destacó la solidez musical de la obra, cuya vehemente orquestación, con abundante percusión, destacaba junto al omnipresente coro.
La producción de música dramática en el catálogo del compositor contaba con antecedentes, ya que García Abril compuso música para numerosas obras teatrales, como Los intereses creados, Calígula, Mariana Pineda, Luces de bohemia, Los lunáticos, Tirano Banderas y La Celestina, entre otras. En 1968 escribió para Antonio Gades la tragicomedia musical Don Juan, con libreto de Alfredo Mañas, y en 1971, con Joaquín Calvo Sotelo, Un millón de rosas, por la que ganó el Premio Nacional de Teatro a la mejor obra lírica. También obtuvo los premios nacionales de Pedagogía e Investigación Musical en 1991, y de Música en 1994.
Formado musicalmente en los conservatorios de Valencia y Madrid, amplió sus estudios durante tres años consecutivos en los cursos de perfeccionamiento de la Academia Chigiana de Siena (Italia), donde estudió composición con Vito Frazzi y más tarde, en Roma, con Goffredo Petrassi. Ese fue el primer contacto de García Abril con las vanguardias musicales con las que empezó a experimentar a partir de 1958, cuando cofundó el movimiento Nueva Música junto a Ramón Barce, Cristóbal Halffter, Manuel Carra, Luis de Pablo y Albert Blancafort, entre otros.
García Abril pronto se distanció de las vanguardias para seguir un camino diferente al de sus contemporáneos y en el que la melodía tenía un papel importante. Lo explicó en 1983 en su discurso de ingreso a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, titulado En defensa de la melodía.
«Mi acercamiento a las técnicas contemporáneas, después de las vivencias acumuladas en Roma junto a Petrassi, fue decisivo», explicaba Antón García Abril en su parlamento. «El compositor debe tener un dominio pleno de la técnica, sin renunciar a ningún procedimiento que lo facilite. La técnica más perfeccionista y avanzada es la que nos permite despojarnos de lo innecesario».
Afirmaba: «La melodía ha sido el elemento que ha definido la personalidad del arte musical. El ritmo por sí solo tiene un valor de orden, de equilibrio y de dinámica. La armonía es el elemento expresivo y habla ya de sentimientos, incluso opuestos, pero no los concreta todavía. Es la melodía quien determina la voluntad expresiva de los sentimientos a través de la música».
Y proseguía: «Cuando me refiero a la melodía no hablo solo de la melodía de superficie: intento acercarme al universo sonoro total, en el cual los procesos melódicos aparecen como fluido interno permanente, en donde todos estos ciclos vienen marcados por conductas de orden metódico. Hagamos música de vanguardia, entendiéndola como aceptación de unos sentimientos compartidos, tomando conciencia de nuestra misión en la sociedad y procurando serle útil. No renunciemos a nada que signifique avance, pero sepamos encontrar sus limitaciones. El arte, cuando es auténtico, es intemporal. La vanguardia, cuando es adoptada por todos, o es tradición o no es nada».
Además de compositor, Antón García Abril ejerció la docencia desde 1957, año en el que ganó por oposición una plaza como profesor auxiliar de solfeo en el Conservatorio de Madrid, del que posteriormente, en 1974, fue nombrado catedrático de Composición y Formas Musicales, puesto que ocupó durante cerca de tres décadas y por cuyas aulas han pasado buena parte de los compositores españoles actuales.
Fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid en 2003 y en 2006 obtuvo el Premio SGAE Tomás Luis de Victoria de la Música Iberoamericana.– ÓA
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