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Michael Fabiano y Ermonela Jaho, amor bohemio y madrileño
El Teatro Real programa quince funciones de uno de los títulos más populares de Puccini, 'La Bohème', con Ermonela Jaho y Michael Fabiano
Madrid
Teatro Real
Puccini: LA BOHÈME
12, 13, 15, 16, 18, 19, 20, 23, 26, 27, 29, 30_12, 02, 03, 04_01
Mimì: Ermonela Jaho / Eleonora Buratto. Rodolfo: Michael Fabiano / Andeka Gorrotxategi. Marcello: Lucas Meachem / Andrzej Filonczyk. Musetta: Ruth Iniesta / Raquel Lojendio Schaunard: Joan Martín-Royo / Manel Esteve. Benoît: Vicenç Esteve / Pablo García López. Colline: Krzysztof Baczyk / Solomon Howard. Alcindoro: Roberto Accurso. Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real (O. S. de Madrid y Coro Intermezzo. Director: Andrés Máspero). Pequeños Cantores de la Jorcam. Directora: Ana González. Dirección musical: Nicola Luisotti / Luis Miguel Méndez (30_12; 03_01). Dirección de escena: Richard Jones.
El Teatro Real programa quince funciones de uno de los títulos más populares de Puccini, La Bohème. La soprano Ermonela Jaho y el tenor Michael Fabiano, Mimì y Rodolfo respectivamente, hablan de sus personajes, de la música pucciniana y de la absoluta necesidad de disfrutar de la ópera en vivo: “Es el público quien nos da la vida”, dicen ambos.
A penas intuido el armazón de una buhardilla desde la puerta previa a la sala de ensayos del Teatro Real, donde se abren dos ventanas circulares, Mimì y Rodolfo se cantan y se aman en ropa de calle. Son la soprano Ermonela Jaho y el tenor Michael Fabiano. Es la primera vez que coinciden en el escenario, un sueño largamente acariciado por él y sueño, también, cumplido para ella. Habla la cantante albanesa un italiano rápido, desbordante a veces, pero pausado. Mueve mucho las manos y sonríe con una dulzura inmensa. Mimì ha tomado su cuerpo, sus ademanes y se le escapa por la comisura de los labios. “La música de Puccini va directa al corazón, posee tanto color… Es capaz de crear un ambiente de felicidad máxima y, de repente, te topas con un drama. Me parece único”. Jaho vuelve a sus años de adolescente, pues el personaje es muy joven, y se ve a sí misma tan tímida: “Yo era un poco como ella, me sentía incapaz de decir al que hoy es mi marido que estaba enamorada de él. Fue uno de los primeros roles que canté”, explica, y añade que esa coraza que tenía desaparecía al subir al escenario, ahí se crecía y se hacía gigante: “Es ahí donde un artista encuentra lo verdadero, pues no hay trampa ni cartón, no puedes refugiarte detrás de nada. Yo creo en el amor incondicional y Mimì es así. Es lo que mueve a la humanidad y nos hace avanzar”.

Ermonela Jaho como Mimì en Filadelfia
Michael Fabiano rompe un hielo que no existe al hablar de su compañera de aventuras: “Menuda emoción es cantar con ella. Cuando la veo en escena rezuma sensibilidad desde que se levanta el telón hasta que acaba la función, se entrega cada segundo”, cuenta el tenor. Cada Mimì es única y cada vez que Ermonela Jaho le da vida el personaje vive también con ella: “Si te crees al personaje que interpretas, el público lo creerá también. Y es de eso, del Amor, con A mayúscula, de lo que habla esta ópera. Vivimos en una sociedad que siempre te está evaluando, que te juzga constantemente; sin embargo, cuando te vistes un papel expresas tus sentimientos a través del rol y te hace libre”, explica. Mimì, Violetta, Cio-Cio San, tres mujeres que ha moldeado y casi cincelado. A la terna añade Suor Angelica. Confiesa sentirse muy próxima a las almas atormentadas, al dolor intenso que ella misma ha sufrido. “Soy demasiado sensible”, se excusa volviendo a la niña que fue. Dejó su país, Albania, con 18 años y una vida de hierro, aunque no le fue fácil abrirse camino: “Echaba tanto de menos a mi familia… El canto se convirtió en mi refugio. Con los años aprendes a valorar lo que tienes cuando has padecido privaciones, sobre todo a los tuyos, su cariño, la amistad. Y en este momento estas emociones afloran. En mi casa sentía tanto la necesidad de ver a los míos, de abrazarnos, de tocarnos”.
La energía del pública
En 2020, cuando se declaró la pandemia, perdió entre ocho y nueve contratos. Sintió un vértigo que no había experimentado, acostumbrada a vivir en hoteles y hacer suyos teatros de medio mundo: “Fue un shock. Me sentí tan inútil que llegué a preguntarme para qué vivía. Sin el público nada tenía sentido. Lo único positivo era tener a mi familia cerca. Me sentía incompleta sin la música y el canto, que son mi vida. Probé dos veces a cantar online, pero no pude, sin la energía que transmite el público era incapaz”, revela. Decidió, entonces, preparar papeles. Y esperar a volver al escenario. El momento llegó en Atenas con Butterfly: “Las tres horas que duró me parecieron tres minutos”.
175 veces Rodolfo
Fabiano, 175 veces ya Rodolfo (le lleva mucha ventaja a su amada, con 30 funciones a la espalda como Mimì), ha interiorizado a ese joven bohemio y le ha hecho crecer: “Al principio es un chico estúpido, emborrachado de la idea de amor, aunque después crece y se topa de bruces con la muerte. Todos conocemos a alguien que ha fallecido; sin embargo, aquí se trata de su amada, es ella quien muere a su lado. Ya nunca podrá ser el mismo”.
La pérdida, tan presente en estos tiempos, ha hecho también reflexionar al cantante: “Es terrible, pero el que muere da fuerza al que se queda y eso lo siente el espectador”. ¿Puede cantar sin público? “Lo detesto. La ópera es contacto y cercanía. El streaming tiene su espacio. ¿Qué es eso de qué va a sustituir a las representaciones? Es completamente imposible. Sin público no hay función. Yo no soy nadie sin él. Punto”.
La soprano valora ahora mucho más cada momento de su vida. Puccini le llena completamente y alaba sin condiciones el esfuerzo del Real de no suspender y abrir las puertas al público y a los artistas: “Fue una lección para todo el mundo porque el ser humano necesita el arte incluso dentro de una tragedia inmensa como la que estamos viviendo. Chapeau!”. El mismo sentimiento que exhibe Fabiano, tan querido en Madrid. Cuando puede, sobre todo en Estados Unidos, se eleva por encima de las nubes y no en el sentido metafórico, pues pilota. Desde niño le gustaba. Y ahí, en las alturas, es donde siente una ansiada libertad: “Necesito experimentarla porque siempre estamos sujetos a las rutinas que imponen los ensayos, los maestros, los directores de los teatros y yo necesito vivir esa sensación”. Ama a Puccini, pero es Verdi, su favorito, enorme en sus últimas ocho obras, “un maestro a la hora de ensamblar música y palabra, una unión que solamente él consigue”.
Jaho se confiesa tímida, sensible y Fabiano ama la soledad y se define como introvertido. Llega a Madrid después de un más que sonoro éxito en Les contes d’Hoffmann, la ópera de Offenbach, en Bilbao. Le esperan Carmen en La Monnaie-De Munt de Bruselas, en el Grand Thêatre de Luxemburgo y en la Washington National Opera… Ella regresará en enero a España, a la Ópera de Oviedo, con Adriana Lecouvreur, en marzo será Cio-Cio San en Hamburgo y en abril Thaïs en el Théâtre dels Champs Élysées de París. -ÓA
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