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La Zarzuela rescata 'La Celestina', una ópera inédita de Pedrell
El coliseo madrileño comienza el curso con el estreno de una ópera de culto, una de las partituras más mitificadas del patrimonio español
Madrid
Pedrell: LA CELESTINA
09, 11_09 (En versión de concierto)
Celestina: Maite Beaumont. Melibea: Miren Urbieta-Vega. Calisto: Andeka Gorrotxategi. Sempronio: Juan Jesús Rodríguez. Parmeno: Simón Orfila. Lucrecia: Sofía Esparza. Elicia: Lucía Tavira. Areusa: Gemma Coma-Alabert. Pleberio: Javier Castañeda. Tristán: Mar Esteve. Sosia: Isaac Galán. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro Titular del Teatro de La Zarzuela (Dirección: Antonio Fauró). Dirección musical: Guillermo García Calvo.
(Ciento) veinte años no son nada. Con más de un siglo de demora se estrena una de las partituras más mitificadas del patrimonio español, La Celestina, de Felip Pedrell, tragicomedia lírica basada en la obra maestra de Fernando de Rojas. Con esta recuperación se inicia la temporada del Teatro de La Zarzuela, abordando una reflexión sobre el amor y sus abismos a través de la elegante prosa de rojas y la elaborada paleta orquestal de Pedrell.
En una carta remitida a Francisco Asenjo Barbieri en octubre de 1889, el maestro Felip Pedrell explicaba que “esta cuestión [de la ópera española] es más literaria que musical. […] Depende todo de un cuarto de hora de lucidez eligiendo la tradición, la leyenda o la epopeya literaria que mejor se preste”. Sintetizaba así el compositor catalán, padre de la musicología española moderna, una forma de entender el nacionalismo musical más matizada que en buena parte de Europa: no se trataba solo de incorporar folclore musical, sino también de desarrollar una voz propia unificadora de otras corrientes europeas y capaz de recrear el pasado gracias al verbo de las grandes obras literarias españolas. En realidad, Pedrell consignó la ópera nacional como su objetivo vital no solo por lo que tenía de reivindicación musical, sino además por la oportunidad de convocar un pasado dorado desde el punto de vista de la creación.

Felip Pedrell
El inicio de la composición de su Celestina data de junio de 1902, momento en el que Pedrell rehace el texto en prosa de Fernando de Rojas para adecuarlo a las necesidades de un libreto. El propio compositor organiza las intervenciones en largos parlamentos que implican la disolución de las categorías habituales del género (como arias, dúos, etc.), y elabora su música sobre la base de tres conceptos: la reiteración motívica (el Leitmotiv), el empleo de una música popular estilizada y el uso de armonías arcaizantes que trasladen la acción al pasado. En octubre de ese mismo año ya tiene terminada una partitura dividida en cuatro actos que es un prodigio de color orquestal y que se aleja de la visión moralizante del texto original para proponer una visión del amor menos terrenal que anticipa el trágico desenlace. Las dificultades económicas lastraron sus posibilidades de estreno en el Liceu de Barcelona en la temporada 1902/03 por requerir un reparto inasumible por parte del teatro en ese momento. Los sucesivos intentos de Manuel de Falla por sacarla del olvido no surtieron el efecto deseado. Con todo, la edición de la partitura de canto y piano en 1903 provocó un auténtico terremoto entre algunos compositores que vieron en la obra la sustanciación del lenguaje operístico nacional que tanto habían anhelado.
La batuta en este estreno tardío de La Celestina estará en manos de Guillermo García Calvo, el director musical del Teatro de La Zarzuela de Madrid. “Es una ópera majestuosa, con un tempo general muy pausado que consigue que el tiempo a su alrededor se detenga, como si fuera el relevo al Parsifal de Wagner”, explica a ÓPERA ACTUAL el director madrileño. “En muchos sentidos, es casi una ópera wagneriana, recreándose mucho en los monólogos, y con largas parrafadas que no solo hablan de lo que pasa en el presente, sino que explican el pasado. Son llamativas las indicaciones de tempi (siempre adagio, largo, più lento… Casi nunca un allegro). En ese sentido me recuerda al Pelléas et Mélisande. Pero lo realmente atractivo de la ópera es que está mirando hacia Alemania, hacia Francia, o incluso hacia la Italia verista sin dejar de escucharse la abrumadora voz de Pedrell, con su uso refinado e integrador de la acción del Leitmotiv”.
En esta ocasión, la obra volverá a los escenarios en versión de concierto, y esa es precisamente una de las mayores dificultades: “Mantener la tensión, la continuidad y el drama sin tener el apoyo de la escenografía, la dirección de actores o la iluminación es todo un reto”, explica García Calvo. “Todos los efectos que potencian la fuerza dramática desaparecen, y la responsabilidad recae por completo en una música con mucha densidad sinfónica, en la que las voces son instrumentos con texto. Es un gran poema sinfónico con voces”.Con un reparto encabezado por Maite Beaumont (Celestina), Miren Urbieta-Vega (Melibea) y Andeka Gorrotxategi (Calisto), el Teatro de La Zarzuela lanza un claro mensaje de reivindicación del Pedrell compositor, por encima de su importancia como historiador. “Su papel es imprescindible en el desarrollo de la música española, es uno de los primeros compositores europeos que recoge todo el cuerpo de la música popular, lo anota, lo transcribe, lo armoniza y lo incluye en las composiciones serias, abriendo la puerta a Granados, Falla, Turina y tantos otros. Así que, de alguna manera, Pedrell está impregnando toda la historia de la música española y su proyección en Europa”, concluye el maestro.
La Celestina de Pedrell, tal como señala el maestro de musicólogos Emilio Casares en un comunicado emitido por el coliseo madrileño, fue una ópera de culto. “Constituyó –de acuerdo con las palabras del investigador– una especie de mito para esa generación dorada de nombres tan significados, todos alumnos de Pedrell, como Enrique Granados, Isaac Albéniz, Amadeo Vives, Enrique Morera, Manuel de Falla, Juan Manén, Adolfo Salazar o Roberto Gerhard”. Ahí es nada.– ÓA
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