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'La Bohème' y el tiempo perdido llegan a Pamplona con reparto español
La ópera de Puccini más querida llega al pamplonés auditorio Baluarte en la producción modélica de Emilio Sagi
Pamplona
Fundación Baluarte
Puccini: LA BOHÈME
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Mimì: Miren Urbieta-Vega. Rodolfo: Airam Hernández. Musetta: Raquel Lojendio. Marcello: Javier Franco. Schaunard: Toni Marsol. Colline: Manuel Fuentes. Benoît / Alcindoro: Julen Jiménez. Orquesta Sinfónica de Navarra. Coro Lírico de la Asociación Gayarre Amigos de la Ópera (Dir.: Íñigo Casalí). Escolanía del Orfeón Pamplonés. Dirección musical: Ivan López Reynoso. Dirección de escena: Emilio Sagi.
Cómo no enamorarse de cualquiera de los personajes y situaciones de La Bohème, ese canto a la pérdida de la inocencia, a la alegría impertinente de la juventud. Cómo no creer en la utopía. La ópera de Puccini más querida llega a Baluarte en la producción modélica de Emilio Sagi, en la cual el peso de los conflictos se mantiene intacto y las pérdidas siguen rasgando el alma de todo el que la escucha.
Henri Murger fue publicando y moldeando poco a poco aquellas Escenas de la vida bohemia, su metáfora más cuidada sobre el tiempo perdido. Aquellos jóvenes locos, a los que él llamaba “los bebedores de agua”, conmovieron con sus vivencias dispersas a varias generaciones de franceses, y luego al resto del mundo. El retrato estaba sombreado de ternura: “Forman la raza de los obstinados soñadores, para quienes el arte es más bien una fe que un oficio; hombres entusiastas […] cuyo leal corazón late con violencia ante lo bello”. Cuando los amigos se encuentran con Musetta en Momus, es por la vida y por la sinrazón del amor por lo que se brinda. Cuando muere Mimì, es la rendición del idealismo por lo que se llora.
De la música de Puccini poco nuevo puede añadirse. El genio de Lucca consigue hilvanar dos corrientes estéticas aparentemente irreconciliables, dedicando la primera hora a sembrar diversos Leitmotive al estilo wagneriano para luego rodearlos de un melodismo salvaje, casi verista, con reminiscencias del Verdi menos desencantado. Esos míticos dos primeros cuadros presentan a los personajes, a la ciudad, a la alegría de vivir, con toda la carnalidad, profundidad y cercanía que merecen. La producción es la de Emilio Sagi, que traslada la acción a otro momento de idealismo perdido: esa década de los 60 del siglo XX con su contracultura entonando el Make Love, Not War. El respeto e instinto narrativo, señas de identidad del director ovetense, hacen que los matices de la partitura resuenen en la propuesta escénica sin asperezas.
El reparto lo encabezan cuatro estrellas de la lírica nacional: Airam Hernández (Rodolfo), Miren Urbieta-Vega (Mimì, ver entrevista en este enlace), Javier Franco (Marcello) y Raquel Lojendio (Musetta), un cuarteto que tendrá que jugar a presentar estereotipos –de lo masculino y lo femenino– para luego romperlos.
Solo una máscara
Tal vez sea el personaje de Musetta, la intermitente pareja de Marcello, la que mejor represente ese modelo roto: “Es un personaje complejo”, comenta Raquel Lojendio a ÓPERA ACTUAL. “Psicológicamente tiene un carácter extrovertido, ígneo y ávido de atención, pero eso solo es una máscara con la que huye, seguramente, de una triste niñez con falta de amor. De ahí toda su dualidad y dificultad. Al interpretarla intento que el público perciba ese trasfondo. Además es un rol que, según épocas y modas, ha sido interpretado por sopranos ligeras unas veces, y lírico-ligeras otras. En mi caso, ahora que mi voz ha evolucionado a la de una lirica pura, pienso que las vocalidades de Mimì y Musetta están más hermanadas de lo que creemos. Al final, la mejor versión del personaje es la que da el propio Puccini. Todas las claves están en su escritura y quizás la mayor dificultad sea la búsqueda de la sonoridad carnosa dentro de una escritura algo hilarante”, concluye la soprano canaria. La seducción, el candor, la alegría y la quimera esperan en la buhardilla del Baluarte.– ÓA
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