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El ‘Turco’ y los caprichos de Donna Fiorilla en Madrid
El Real estrena nueva producción de la delirante comedia rossiniana con Giacomo Sagripanti en el podio y Laurent Pelly al mando del apartado escénico
Madrid
Teatro Real
Rossini: IL TURCO IN ITALIA
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Selim: Alex Esposito / Adrian Sampetrean. Fiorilla: Lisette Oropesa / Sara Blanch / Sabina Puértolas. Don Narciso: Edgardo Rocha / Anicio Zorzi Giustiniani. Don Geronio: Misha Kiria / Pietro Spagnoli. Poeta Prosdocimo: Florian Sempey / Mattia Olivieri. Zaida: Paola Gardina / Olga Syniakova. Albazar: Pablo García-López. Orquesta Titular del Teatro Real (O. S. de Madrid). Coro del Teatro Real (Coro Intermezzo. Dirección: Andrés Máspero). Dirección musical: Giacomo Sagripanti. Dirección de escena: Laurent Pelly.
El Real estrena nueva producción de la delirante comedia rossiniana con Giacomo Sagripanti en el podio y Laurent Pelly al mando del apartado escénico. En el papel de Fiorilla se alternarán la consagrada Lisette Oropesa y la ascendente Sara Blanch, con una carrera que va directa al estrellato. Sabina Puértolas les reemplazará en una de las nueve funciones programadas.
Gioachino Rossini tenía tan solo 22 años cuando compuso Il turco en Italia, y ya contaba con más de diez óperas en su joven espalda. El libreto de Felice Romani, transgresor para su tiempo (1814), no estaba hecho para unos ojos y oídos en demasía conservadores, que se llevaron las manos a la testa al ver los devaneos de una señora casada que flirteaba sin el menor miramiento con un príncipe turco llegado en un barco de allende los mares. Sí, porque Fiorilla, la esposa de Don Geronio, se revela como una joven experta en el arte del coqueteo que desea huir de una vida conyugal monótona y aburrida. Quizás por eso la obra estuvo alejada de los escenarios durante muchos años. Y una redención posterior de la ópera de la mano de Visconti y con la voz de Maria Callas como la juguetona protagonista hicieron de esta obra una de las piezas más valoradas y aplaudidas del músico desde que regresara al repertorio internacional.
La soprano estadounidense de origen cubano Lisette Oropesa interpretó a la protagonista por primera vez hace ya 12 años. Entonces estaba al inicio de su carrera. Hoy, ese personaje que retrata a una mujer disfrutona casada con Don Geronio ya no será como aquel día. Lo debutó en Düsseldorf, en Alemania, y guarda un bonito recuerdo de lo que ella describe como “una mujer que lo que quiere realmente es comportarse como el turco Selim; desea ser la dueña de un millón de hombres, los quiere a todos. Y no se lo permiten ni las circunstancias ni la sociedad en la que vive. Y ahí reside lo más interesante”, cuenta la soprano a ÓPERA ACTUAL desde Milán tras ser la protagonista de una exitosa Manon de Massenet en La Scala, otro retrato de una mujer que se rebela a su destino. Oropesa define a su personaje rossiniano, que volverá a cantar esta vez en el Teatro Real, como “una mujer que juega y que desea tener la misma libertad que un hombre”.

Lisette Oropesa en un momento del concierto en el Real
Ejercicio vocal
No sabía nada Rossini al plantear esta ópera bufa de la mano del letrista Romani… Si hoy pudiera ver cómo está el mundo se daría cuenta de que fue un visionario y de que Felice se adelantó a su tiempo en unas cuantas décadas. A Lisette Oropesa le entusiasma el compositor y confiesa su enojo cuando sus piezas “graciosas” se toman por obras menores, “además es una música bastante difícil de cantar”, declara quien defenderá a un personaje que está en escena gran parte de la función y que le obliga a hacer un ejercicio vocal permanente.
Se alternará en el papel con otra soprano con una carrera prometedora, de dulcísima voz y que ya se impone en medio continente, Sara Blanch –Premio ÓPERA ACTUAL 2016– y la no menos grande Sabina Puértolas, quien cantará la función del 2 de junio. La cantante aragonesa debutó el papel en 2018, en Oviedo, en una producción cuya escena firmaba Emilio Sagi. Rossini es el compositor que más ha cantado, según afirma. “Conecto mucho con él y le va muy bien a mi voz. Me gusta la coloratura, la he trabajado, aunque también la tengo de forma natural e intuitiva”. Blanch, por su parte, destaca de su personaje la evolución que experimenta en el transcurso de la ópera: “Arranca como una mujer que solo parece que quiere burlarse de su esposo, quizá llevada por la energía de la juventud, y poco a poco va forjando una personalidad que le hace darse cuenta de que puede perder lo que tiene, recapacita, reflexiona y madura”.
Oropesa y Blanch hacen suya a esta divertida y en apariencia ligera, que no lo es tanto, Fiorilla, de la que la soprano española destaca “un cantabile muy bello en el aria final en el que se aprecia un equilibrio exquisito entre la melodía y la coloratura”. Sara Blanch no conoce a la artista americana, aclara, “aunque la sigo, sé de su carrera y le tengo un gran respeto. Me encanta la manera que tiene de trabajar. Y poder alternarme con ella en este papel y aprender viéndola ensayar me hace crecer. Me gusta estar pisando el escenario”, asegura con la voz firme, como si de un Leitmotiv se tratara: crecer, aprender, trabajar, absorber, estudiar, acumular experiencia. Volverá Blanch este verano a Pésaro, la meca rossiniana, después de diez años, allí donde para ella empezó casi y tras una década intensa.
Pelly vuelve a su casa
Laurent Pelly vuelve a su casa, al Teatro Real. Suyos son montajes inolvidables para el público madrileño como los de Le fille du régiment, El gallo de oro, Falstaff o la reciente y desternillante ¡Viva la mamma! En este nuevo Rossini, con dirección musical de Giacomo Sagripanti, el regista sitúa el eje en las aventuras sentimentales y vicisitudes de la vida conyugal que encarna Fiorilla, aburrida de su monótona existencia y deseosa de vivir una inusitada pasión.
Y esa pasión llega a bordo de un barco: “El espectáculo se construye alrededor de este sueño. Como inmersa en la lectura de fotonovelas, esta mujer de ayer o de hoy, se inventará una nueva vida y conocerá a un príncipe turco, que se convertirá en objeto de todos sus deseos… Todo el universo visual del espectáculo desarrolla y multiplica la imagen del fotoromance como un juego burlesco y fantaseado, poético y onírico al mismo tiempo”, afirma el director de escena sobre su propuesta.
El montaje, aclara Pelly, “está basado en el argumento de la ópera y toma a El jeque blanco, la película de Federico Fellini de 1952, como punto de partida de la dramaturgia. El ritmo frenético que posee la música de Rossini, el humor, la fantasía y la poesía de esta obra de juventud, permiten jugar con los espacios y los cuerpos de los personajes en una divertida y embriagadora fiesta”. Palabra de Pelly.– ÓA
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