El Teatro Real vive una doble crisis de sonambulismo

Maurizio Benini dirigirá los dos repartos encabezados por Nadine Sierra, Jessica Pratt, Lawrence Brownlee, Xabier Anduaga y Francesco Demuro

12 / 12 / 2022 - Gema PAJARES - Tiempo de lectura: 5 min

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sonnambula-operaactual-teatroreal (1) Nadine Sierra como Almina y Xabier Anduaga como Elvino © Teatro Real / Javier DEL REAL
sonnambula-operaactual-teatroreal (1) Una escena de 'La sonnambula' de Bárbara Lluch © Teatro Real / Javier DEL REAL
sonnambula-operaactual-teatroreal (1) Nadine Sierra como Almina © Teatro Real / Javier DEL REAL

Madrid

Teatro Real
Bellini: LA SONNAMBULA
15, 16, 18, 19, 23, 26, 27, 29, 30_12; 02, 03, 04, 06_01

Amina: Nadine Sierra / Jessica Pratt. Elvino: Xabier Anduaga / Lawrence Brownlee / Francesco Demuro. El conde Rodolfo: Roberto Tagliavini / Fernando Radó. Lisa: Rocío Pérez / Serena Sáenz. Alessio: Isaac Galán. Teresa: Monica Bacelli / Gemma Coma-Alabert. Notario: Gerardo López. Orquesta Titular del Teatro Real (O. S. de Madrid). Coro del Teatro Real (Coro Intermezzo. Dirección: Andrés Máspero). Dirección musical: Maurizio Benini. Dirección de escena: Bárbara Lluch.

 

El Teatro Real sube a escena esta joya del bel canto romántico de enorme complejidad vocal de la que se ofrecerán 13 funciones. El podio lo ocupará Maurizio Benini quien dirigirá los dos repartos encabezados por Nadine Sierra, Jessica Pratt, Lawrence Brownlee, Xabier Anduaga y Francesco Demuro. La ópera de Bellini marca el debut de Bárbara Lluch como regista en el coliseo madrileño tras toda una década de trabajo en Londres.

Cuenta la directora de escena Bárbara Lluch que cuando Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, la llamó y le dijo que quería que ella montase La sonnambula no sabía si desmayarse o salir corriendo. “Pensé que me iba a hablar de una coproducción modesta, pero no de montar algo en el escenario grande”. Y no salió corriendo, recogió el guante y se dio cuenta de que iba a ser su primera obra de bel canto romántico y su debut en el coliseo madrileño. Ni aun así tuvo la tentación de huir. Las credenciales que aportaba no eran baladíes, pues suya es la puesta en escena para el Teatro de La Zarzuela de La casa de Bernarda Alba, una tragedia tan opresiva como angustiosa que ella pintó de un negro-negro. Y en el extremo opuesto también firma la regia de El rey que rabió, en el mismo escenario, colorista, entrañable, onírica, “con ese trono que todos queríamos llevarnos a casa”, recuerda. Y tiene a la vista más ópera y más zarzuela. Todo a su tiempo.

“El bel canto es muy diferente de la zarzuela por las necesidades de los cantantes, que no son las mismas. Lo he visto claro desde la sala de ensayos, donde se colocan de una manera determinada, y buscan siempre al maestro. Al dirigirlos es necesario mostrar que tienes sensibilidad y empatía para que se sientan cómodos. La magia que tiene el teatro es no sufrir por el intérprete, allanar el camino y que parezca que todo sale solo, sin esfuerzo, fácilmente”, cuenta sobre esta escuela Lluch, que lleva el escenario en vena. Comenzó trabajando como actriz, pero en su casa y en la de su abuela –Núria Espert–, mamó lo que es la vida del cómico.

© Teatro de La Zarzuela / Fundación March

La directora de escena Bárbara Lluch en un ensayo de 'Le cinesi' de Manuel García, junto al tenor José Manuel Zapata

Un pedazo de dramón

Bellini estrenó esta ópera semiseria (“¿Semiseria?”, se pregunta Lluch sorprendida: “¡Pero si es un dramón!”) a los 30 años. El éxito fue enorme y contó con la gran diva de principios del siglo XIX, la soprano Giuditta Pasta, en el complicado y endiablado papel de Amina, puro fuego de artificio, la muchacha prometida con Elvino que sufre sonambulismo. “Es un alma libre”, dice Lluch acerca de la protagonista, que es pura bondad y a quien aparecer en el dormitorio del conde Rodolfo en mitad de la noche la pone en boca de todos. “El bel canto pide un trabajo más reposado, es una ópera de voces, por eso se llama bel canto, ¿no?”, señala. Y corrige a quienes han tildado su propuesta de “feminista” sin haber visto un segundo del montaje: “No lo es, para nada. Siempre que una mujer dirige tiene que aplicársele el mismo calificativo. Es una puesta en escena realizada desde la perspectiva de una mujer, que es lo que yo soy. Y lo cuento a través de los ojos de Amina, tomándonos siempre y muy en serio el libreto”, aclara.

© Gran Teatre del Liceu / Antoni BOFILL

La soprano Nadine Sierra en su debut en el Liceu de Barcelona como Lucia de Lammermoor

Lo que esconde y revela La sonnambula es una historia jugosa. Nada falta en su trama, “pues el conde es un putero, un tipo que trata de violar a Amina cuando ella entra dormida de noche en su habitación, aunque finalmente no lo haga. Elvino es un hijo de mamá, que ha crecido bajo sus faldas y que lo que más desea es que su novia sea una fotocopia de su progenitora. El idílico pueblo suizo en el que sucede todo esto está polarizado y sus gentes son impulsivas. A Lisa la corroe la envidia. Yo creo que Amina no desea vivir ahí. Y no me extraña nada. Hay algo en su vida que no va bien”, relata la directora de escena al tiempo que confiesa que esta ópera la considera como “un regalo maravilloso que he disfrutado mucho. Me he enamorado perdidamente de la obra, que para mí es como tener en las manos un Shakespeare o un Chéjov”.

Sentirse siempre juzgada

En el engranaje que supone montar una obra maestra de la lírica como esta, la directora de escena se considera como una pieza más: “Hacemos un trabajo de equipo total. Yo no soy nada sin los cantantes. Ellos han de sacar de mí y yo de ellos. Por tanto, cuanto mejores sean el ambiente y el clima que se consiga en los ensayos, mucho mejor saldrán las funciónes”. Su labor como regista es la de “transmitir al cantante lo que quieres y hacer que se sienta bien con ello. Imagínate lo que es trabajar, por ejemplo, con la soprano Jessica Pratt, que ha representado el papel protagonista de esta obra en 13 ocasiones. Lo lleva casi en el ADN. Aquí no hay egos, afortunadamente, pues se rompería el equilibrio”.

Bárbara Lluch: “Mi montaje no es feminista. Es una puesta en escena desde la perspectiva de una mujer, que es lo que yo soy. Y lo cuento a través de los ojos de Amina”

Lluch estudió canto dos años, “que es nada comparado con lo que hacen estas bestias sobre el escenario, pero me sirve para ser consciente de lo heroico que es cantar y para tomar conciencia de lo que les pedimos. Los cantantes líricos me merecen todo el respeto del mundo, y más, porque sé lo difícil que es estar sobre un escenario”, cuenta. Atrás quedaron los tiempos opresivos en los que, reconoce, trabajó como ayudante de escena “con miedo y ansiedad, sintiéndome juzgada a cada paso que daba. Imagínate lo que es trabajar así. No querer moverte ni cuando se te cae un bolígrafo al suelo por no meter la pata. Si no encuentras el apoyo entre tus compañeros, mal vas… Nosotros hacemos ópera, no una operación a corazón abierto. Y somos unos privilegiados por poder disfrutar cada día con nuestra labor”, concluye.– ÓA