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El enigma de 'Pelléas et Mélisande' regresa al Liceu
Lo hace en una nueva producción que es una copia de la estrenada con gran éxito de público y crítica en enero de 2015 en la Dresden Semperoper por el director de escena Àlex Ollé
Gran Teatre del Liceu
Debussy: PELLÉAS ET MÉLISANDE
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Mélisande: Julie Fuchs. Pelléas: Stanislas de Barbeyrac. Golaud: Simon Keenlyside. Arkel: Franz-Josef Selig. Un médico: Stefano Palatchi. Geneviève: Sarah Connolly. O. Simfònica del G. T. del Liceu. Cor del Liceu (Dirección: Pablo Assante). Dirección musical: Josep Pons. Dirección de escena: Àlex Ollé.
La obra maestra de Debussy regresa al Gran Teatre del Liceu por cuarta vez desde su estreno en el coliseo lírico barcelonés el 16 de diciembre de 1930. Lo hace en una nueva producción que es una copia de la estrenada con gran éxito de público y crítica en enero de 2015 en la Dresden Semperoper por el director de escena Àlex Ollé.
Obra de culto, Pelléas et Mélisande es una ópera que ha fascinado a compositores, directores de orquesta y cantantes desde su estreno, el 30 de abril de 1902 en la Opéra Comique de París. Su originalidad la ha convertido en una obra única, sin parangón en el mundo de la lírica, fruto de la voluntad de Debussy de huir de la estética de Wagner y sus seguidores, pese al uso del Leitmotiv, que el francés utiliza de modo más libre que el alemán. La originalidad de la partitura responde a ese intento de desmarcarse del mundo wagneriano imperante en la época de Debussy. La obra está escrita para orquesta sinfónica, pero el compositor apenas la usa toda, ya que juega con las sonoridades camerísticas y con los matices, amén de renunciar al lirismo sostenido en favor de una declamación cantada que respeta las inflexiones de la lengua francesa y la poética simbolista de Maurice Maeterlinck, autor de la obra de teatro en la que se basa la ópera y que junto a Debussy firma el libreto. Este desmarque, aun con algunos anclajes, convierten a Pelléas et Mélisande en la puerta de entrada a la ópera del siglo XX.
Esta obra maestra llena de enigmas, que narra una misteriosa historia que escapa al espacio-tiempo dramático, regresa ahora al Gran Teatre del Liceu por cuarta vez desde su estreno en el coliseo barcelonés el 16 de diciembre de 1930. Y lo hace en una nueva producción que es una copia de la que estrenara con gran éxito en enero de 2015 en la Dresden Semperoper el director de escena Àlex Ollé, artista residente del Liceu.
Ollé, que habitualmente busca establecer paralelismos con el presente en sus puestas en escena operísticas, renuncia a ello en Pelléas et Mélisande para sumergir al espectador en sus propios enigmas mientras la puesta en escena se adentra en los de una historia que bebe del mundo onírico. “Es una obra misteriosa, que te obliga a hacerte preguntas, aunque muchas de ellas no tengan respuesta”, dice el director de escena.
Enigma impenetrable
Según Ollé, “enfrentarse hoy a Pelléas et Mélisande, tras haber atravesado un siglo marcado por el debate en torno a Sigmund Freud y su pensamiento, resulta tanto más perturbador cuanto la historia sigue apareciendo como un enigma impenetrable, a la vez que los símbolos, que actualmente nos parecen ineludiblemente freudianos, rehúyen toda interpretación y aconsejan que se los deje en libertad frente a los ojos del público. Son los enigmas de cada espectador los que más me interesan. No romper la magia del abismo, sino conseguir que cada espectador se enfrente al abismo en solitario”.
Prosigue el director de escena: “Es a partir de este abismo sobre el que se levanta la puesta en escena, con una metáfora moderna de la mente, una caja negra que retiene, codificada en símbolos oníricos, toda la información sobre el trágico suceso de la muerte de Mélisande. Lo que verá el público, desde el inicio, será un lago de aguas muertas y un bloque gigantesco, impenetrable, que poco a poco desvelará sus secretos. La caja negra como mundo interior encerrado en la cámara secreta de la mente. El agua, tan presente en la obra, como espejo del mundo exterior, el paisaje pantanoso de la vida, el bosque de la realidad, el mar enfurecido de la acción”.
Asegura Àlex Ollé que el carácter simbólico de la ópera le ha permitido un margen de libertad a la hora de interpretarla que no tiene habitualmente en otros títulos. “Su universo simbólico permite apartarte de lo concreto, viajar al subconsciente, adentrarse en un mundo mágico«, asegura. “De esta manera se posibilita que cada espectador cree su propia hipótesis de lo que está viendo”.
El regista ha trabajado con la idea de un tiempo y un espacio circular en el que Mélisande siempre regresa al punto de partida. “Las escenas se suceden sin una continuidad temporal, pero al final ella regresa al lugar del que huía al inicio. La caja negra, que se alza sobre el lecho de agua a la manera de una casa o castillo, es un espacio simbólico: un contenedor de la psique, lleno de sensaciones, percepciones y pensamientos. Las aguas se cierran sobre la caja negra y Mélisande desde lo alto se asoma al abismo de su propia historia. De lo que se trata es que el círculo –la corona, el anillo– se cierre en la imaginación del espectador para que salga del teatro con la sensación de haber transitado un enigma propio. Su propio sueño”..
Dos lecturas
Ollé apunta dos líneas de lectura para su propuesta: “Una gira alrededor del apasionado triángulo amoroso entre Mélisande, Pelléas y el hermanastro de este, Golaud, una historia de amor, violencia y poesía. La otra, en torno al universo simbólico en el que se desarrolla la obra. La primera permite narrar unos hechos inquietantes, que acaban siendo un enigma. La segunda nos adentra en un mundo de objetos que se reflejan en otra realidad que se nos escapa”. Ambas lecturas deben hacerse de forma simultánea, señala. ÓA
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