El 'Don Carlo' de Módena, en el Teatro Real

El coliseo madrileño estrena en España la poco difundida versión de la ópera verdiana que subió a los escenarios en Módena en 1886

13 / 09 / 2019 - Joan MATABOSCH - Tiempo de lectura: 4 min

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'Don Carlo', de Verdi, en la producción de David McVicar en la Oper Frankfurt que podrá verse en el Teatro Real de Madrid © Oper Frankfurt / Monika RITTERSHAUS
'Don Carlo', de Verdi, en la producción de David McVicar en la Oper Frankfurt que podrá verse en el Teatro Real de Madrid © Oper Frankfurt / Monika RITTERSHAUS
'Don Carlo', de Verdi, en la producción de David McVicar en la Oper Frankfurt que podrá verse en el Teatro Real de Madrid © Oper Frankfurt / Monika RITTERSHAUS

Teatro Real
Verdi: DON CARLO
18, 19, 21, 22, 24, 27, 28, 29, 30_09; 02, 03, 04, 05, 06_10

Don Carlo: Marcelo Puente / Andrea Carè / Alfred Kim. Elisabetta de Valois: Maria Agresta / Ainhoa Arteta / Roberta Mantegna. La princesa de Éboli: Ekaterina Semenchuk / Silvia Tro Santafé / Ketevan Kemoklidze. Rodrigo, marqués de Posa: Luca Salsi / Simone Piazzola / Juan Jesús Rodríguez. Filippo II: Dmitry Belosselskiy / Michele Pertusi / Dmitri Ulyanov. El gran Inquisidor: Mika Kares / Rafał Siwek. Un fraile: Fernando Radó. Tebaldo: Natalia Labourdette. El conde de Lerma y un heraldo real: Moisés Marín. Una voz del cielo: Leonor Bonilla. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real (Coro Intermezzo; Dir.: Andrés Máspero / O. S. de Madrid). Dirección: Nicola Luisotti. Dirección de escena: David McVicar.

Francesco Izzo ha sugerido que la gestación de Don Carlo pudo comenzar en la visita de Verdi a El Escorial cuando el compositor se encontraba en Madrid para supervisar el estreno español de La forza del destino en el Teatro Real. En su curso para la Universidad Complutense, Izzo defendía que existían hasta cinco versiones de Don Carlo realizadas personalmente por Verdi, siempre sobre el texto original francés pero habiendo autorizado él mismo su traducción al italiano. La primera versión parisina de 1867 ni siquiera se llegó a estrenar porque el compositor decidió introducir cambios drásticos entre el primer ensayo general y el segundo y definitivo, en el que quedó fijada la que actualmente consideramos como versión original, que comenzó a circular por Europa, traducida al italiano y con cortes que cada teatro decidía a su antojo. El Liceu barcelonés tuvo ocasión de conocer esta versión francesa íntegra en las representaciones de enero y febrero de 2007 en la extraordinaria puesta en escena de Peter Konwitschny.

Verdi al director de la Opéra de Paris: “En vuestros teatros de ópera hay demasiados sabios. Todo el mundo quiere dar una opinión y el compositor acaba corrigiendo, ajustando o estropeando su propia obra”

Verdi tenía sus propios motivos para rechazar algunos aspectos de esa versión original sometida a las exigencias que la Opéra de Paris imponía a los compositores y que él aceptó, pero a regañadientes. De hecho, cuando dos años más tarde el libretista de Don Carlo Camille du Locle, nuevo director de la Opéra, le pidió a Verdi otra obra para el teatro, la carta de respuesta del compositor fue tajante: “En vuestros teatros de ópera hay demasiados sabios. Todo el mundo se siente capacitado para juzgar en base a sus propias ideas, sus propios gustos y, lo que es peor, en base a un sistema. Todo el mundo quiere dar una opinión (…) y el compositor acaba corrigiendo, ajustando o, para ser más explicito, estropeando su propia obra… Simplemente no puedo volver a arrastrarme por el yugo de vuestros teatros (…). Mis ideas sobre el arte son muy diferentes a las vuestras. Yo creo en la inspiración; vosotros creéis en la construcción”.

© Teatro Real / Javier DEL REAL

Joan Matabosch, autor de este artículo

Verdi sentía devoción por su Don Carlo pero era consciente de que la obra era problemática por su excesiva duración. Eso fue lo que le decidió a realizar el ajuste radical de la llamada versión de Milán de 1884: amputa todo el primer acto además de, evidentemente, todos los ballets. Algunos otros cambios también eran significativos, como la inclusión del aria de Don Carlo (originariamente en el acto de Fontainebleau) en el monasterio de Yuste, cuando el protagonista ya vive torturado por haber perdido a su amada. En su nueva ubicación, el monólogo cambiaba completamente su sentido dramático: no se trata ya de un canto lleno de esperanza del infante ante el futuro que, según creía, se le abría en el horizonte, sino del recuerdo atormentado de una ilusión que nunca se había podido materializar.
Verdi se había plegado al pragmatismo de la versión de Milán para favorecer la circulación de la ópera, pero no tardó mucho tiempo en cambiar de opinión y volver a reivindicar el acto de Fontainebleau para una nueva versión llamada de Modena, estrenada en 1886 y muy desconocida en España. Tenía todo el sentido porque es precisamente en ese primer acto donde se plantea el tema central de la obra: la colisión entre los sentimientos privados y las responsabilidades políticas de los personajes. Esos sentimientos luego se van a tener que reprimir y se revelan con toda su intensidad en Fontainebleau, donde el infante Don Carlo se promete a Isabel de Valois, pero la razón de Estado impone que se case con su padre, Felipe II, para finalizar una guerra y restablecer la paz en Europa. Si no sabemos que se habían prometido y que se amaban, lo que sucede después a lo largo de cuatro actos no tiene ni la mitad de la fuerza. Quizás por eso, finalmente, Verdi decidió volver a incluir ese acto en la trama. Y por eso el Teatro Real lo va a mantener en su Don Carlo inaugural de la temporada 2019-2020, dirigido por Nicola Luisotti y David McVicar.  * Joan MATABOSCH, director artístico del Teatro Real

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