Con 'Fin de partie' la ópera de hoy vuelve a Les Arts

El coliseo valenciano propone el estreno español de la única ópera escrita por György Kurtág

24 / 10 / 2020 - Ismael G. CABRAL - Tiempo de lectura: 3 min

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Una escena del montaje de Pierre Audi con el que la obra se estrenó en La Scala de Milán y que ya ha visitado la Ópera de Ámsterdam y Les Arts de Valencia © Dutch National Opera / Ruth WALZ
Una escena del montaje de Pierre Audi de 'Fin de partie' con el que la obra se estrenó en La Scala de Milán y visitó más tarde la Ópera de Ámsterdam © Dutch National Opera / Ruth WALZ
Una escena del montaje de Pierre Audi de 'Fin de partie' con el que la obra se estrenó en La Scala de Milán y visitó más tarde la Ópera de Ámsterdam © Dutch National Opera / Ruth WALZ

Palau de Les Arts
Kurtág  FIN DE PARTIE
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Hamm: Frode Olsen. Clov: Leigh Melrose. Nell: Hilary Summers. Nagg: Leonardo Cortellazzi. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Dirección: Markus Stenz. Dirección de escena: Pierre Audi.

El Palau de Les Arts de Valencia inaugura este mes su temporada con el estreno español de Fin de partie, la ópera de György Kurtág basada en la obra teatral de Samuel Beckett. Esta apuesta por la ópera de hoy reconcilia al coliseo Valenciano con la creación contemporánea.

Les Arts no se ha andado con medianías a la hora de tender la mano, de nuevo, a la ópera contemporánea. Porque si algo es Fin de partie (Final de partida) es la obra de un clásico vivo, sí, pero también de uno los vanguardistas (vanguardia, esa palabra que sigue suscitando tanta emoción como pánico en determinados oídos) más notables de la segunda mitad del siglo XX, György Kurtág (1926). Es cierto, podrá aducirse, que el tono aforístico de la mayoría de su música y su carácter reservado tienen un correlato estético en una obra más musitada y críptica pero menos beligerante que la de otros de sus colegas de la modernidad. El nombre de Kurtág está ahí, en el mismo lugar que otros grandes como, por citar algunos, Karlheinz Stockhausen, György Ligeti o Luciano Berio, pero el tono general de su música, en cambio, es de una serena abstracción.

György Kurtág, autor de 'Fin de partie' © Fundación BBVA

De hecho Kurtág, uno de los pocos compositores de su generación que catalogó sus obras con número de opus –y creador de grandes partituras para el ballet–, comparte con su admirado antecesor Anton Webern la misma rectitud y severidad, pero también el mismo aprecio por la forma breve. Por eso sorprende encontrar en las postrimerías de su vida una creación como Fin de partie, la única ópera de su catálogo, la cual se extiende sin descanso durante dos horas exactas. “Trabajé en esta ópera durante cinco años y muchas veces pensé que no vería el final, incluso llegué a creer que moriría antes”, dijo el compositor sobre el proceloso trabajo de redacción de una partitura que debió conocer su estreno en el Festival de Salzburgo de 2016 pero que finalmente tuvo lugar en el Teatro alla Scala de Milán en 2018. La obra se repuso posteriormente en la Ópera de Ámsterdam en la misma producción del estreno y que también se verá en Valencia.

Kurtág es un superviviente de la contemporaneidad, alguien que nunca pensó llegar hasta donde ha llegado y que finalmente se atrevió con una ópera, género cuyo acercamiento siempre había postergado; otros, como Pierre Boulez, nunca se atrevieron… No es menos verdad que la obra homónima de Samuel Bec­kett que inspira a Kurtág siempre estuvo acompañándole. Aunque sin el formato de ópera, su música ha ido de la mano de ilustres textos, como en Mensajes de la difunta señorita Trusova de Janos Pilinszky o en S.K. Ruido-Recuerdo, de Deszo Tandori, si bien una de sus obras más extraordinarias, un profundísimo e hiriente lamento, es la orquestal Grabstein für Stephan, página predilecta de Claudio Abbado.

Sucesión de escenas y monólogos

Fin de partie, desde luego, participa de toda la poética del autor. Es música más dilatada, pero que goza de una rara continuidad entre el mutismo y lo espasmódico, con unos cantantes que recitan sus textos otorgando el mismo peso a los silencios que a las palabras.
Es como “una sucesión de escenas y monólogos”: así definió la ópera, con adusta modestia, el propio creador. Obra esta que adquiere, inopinadamente, una actualidad que va mucho allá que la que en sí mismo pueda conferirle basarse en un texto del autor de Esperando a Godot. El final de la partida, del juego, el game over, al que alude el título, sitúa a unos tristes y desdichados personajes en el justo instante en el que tienen que enfrentarse al jaque mate de la existencia. Todo ello en un contexto, dramático/escenográfico, en el que tiene por testigo una humanidad recluida y desgajada de toda referencia lúdica por culpa de la pandemia…

Desde luego hay en toda la obra de Kurtág un afán de trascendencia y una negrura vital que hay que entenderla como un rasgo generacional; como en los conglomerados operísticos de Luigi Nono, con su tragedia de la escucha, Prometeo. O los abrumadores artefactos líricos camuflados de cuento y que acogían toda una historia del catastrofista siglo XX, caso de la heptalogía Licht, de Stockhausen. Pero en Kurtág la función siempre es más serena, no se produce el caos, el estallido. Los textos de Beckett son tan incisivos y clarividentes como gélido y preciso es el colchón sonoro que los hace evolucionar.

La producción de Fin de partie llega a Valencia con los mismos mimbres con los que hasta ahora ha sido presentada, un equipo que trabajó con el propio Kurtág y que supo de cada detalle que imaginó el creador ya que él, por motivos de salud, no ha podido acudir a ninguna representación. Markus Stenz en la dirección musical, Pierre Audi en la dirección de escena y un elenco vocal integrado por Frode Olsen, Leigh Melrose, Hilary Summers y Leonardo Cortellazzi darán vida a la obra en Les Arts. Todos ellos sirven con dedicación casi monacal a una obra que, pese a su relativa extensión, acumula todas las insistencias posibles del credo estético del compositor; con profuso empleo del címbalo, piano vertical, dos acordeones y varios idiófonos cuya puntual persistencia confieren una musicalidad diáfanamente kurtagiana.
Ojalá que este estreno en España en la práctica no sea final de nada y sí comienzo de futuras partidas en favor de la creación contemporánea. Ello dependerá, en buena medida, del público y los gestores de Les Arts.– ÓA


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