'Arabella' hace justicia con Strauss en Madrid

El Real acogerá siete funciones de la obra a partir del 24 de enero, con David Afkham en el podio y Christof Loy como director de escena

18 / 01 / 2023 - Gema PAJARES - Tiempo de lectura: 5 min

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arabella-frankfurt-operaactual Una escena de la puesta en escena de Christof Loy de 'Arabella', título que en enero se estrena en el Teatro Real © Oper Frankfurt / Monika Rittershaus

Madrid

Teatro Real
R. Strauss: ARABELLA
24, 28, 31_01, 03, 06, 09, 12_02

Arabella: Sara Jakubiak. Zdenka: Sarah Defrise. Conde Waldner: Martin Winkler. Adelaide: Anne Sofie von Otter. Mandryka: Josef Wagner. Matteo: Matthew Newlin. Conde Elemer: Dean Power. Conde Dominik: Roger Smeets. Conde Lamoral: Tyler Zimmerman. La Fiakermilli: Elena Sancho Pereg. Tiradora de cartas: Barbara Zechmeister. Zimmerkellner: José Manuel Montero. Orquesta Titular del Teatro Real (O. S. de Madrid). Coro Titular del Teatro Real (Coro Intermezzo. Dirección: Andrés Máspero). Dirección musical: David Afkham / Jordi Francés (12_02). Dirección de escena: Christof Loy.

 

El estreno en Madrid de Arabella, de Richard Strauss, es un gran acontecimiento y saldará una deuda con una ópera inmensa. Fue la última colaboración del músico con su prolífico libretista Hugo von Hofmannsthal, que no pudo ver su estreno pues falleció en 1929, incapaz de sobreponerse al suicidio de su hijo. El Real acogerá siete funciones de la obra a partir del 24 de enero, con David Afkham en el podio y Christof Loy como director de escena.

El 30 de enero de 1933, hace 90 años, el entonces presidente de Alemania, el general Paul von Hindenburg, nombró canciller a Adolf Hitler. Se inauguraba así el imparable ascenso al poder de quien acabaría convirtiéndose en Führer. Solo seis meses después, el 1 de julio de ese mismo año, Richard Strauss estrenaba en Dresde Arabella, en pleno ascenso del nacionalsocialismo. ¿Le influyeron al compositor las circunstancias sociopolíticas que le tocó vivir? Responde Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real: “Desde luego que sí. Hofmannsthal quiere, con su obra, reivindicar las cualidades peculiares de su país, esa Austria que se está disgregando, y quiere contribuir a reconstruir una Europa viable en la postguerra. Hofmanns­thal le envía a Strauss una carta reveladora, el 13 de julio de 1928 en la que le escribe: ‘Es una Viena un poco vulgar y peligrosa la que enmarca los personajes, entre los que destacan Arabella, valiente y responsable, y Zdenka, conmovedora en su inconstancia(…). Es una Viena frívola, ávida de placeres y acribillada por deudas, el telón de fondo sobre el que aparece Mandryka, que viene con la aureola de la pureza de su pueblo, de las selvas de robles que las hachas todavía no han tocado, de sus viejas melodías populares’. Ese es realmente el espacio de la gran Austria medio eslava que penetra en la comedia vienesa para hacerle respirar un aire nuevo”, asegura a ÓPERA ACTUAL.

Mantener las apariencias

Y es en esa Viena frívola donde sitúa Strauss a una familia de clase media venida a menos que para mantener las apariencias ha de casar a una de sus hijas con un pretendiente que les salve de la quiebra. Y, de paso, convertir a la otra en un varón para ahorrarse gastos. Según Matabosch, este título se convertirá sin duda en “uno de los hitos de la temporada. Es, nada menos, que el estreno en Madrid de una de las mejores óperas de Richard Strauss. Quizá sea el estreno más necesario de todos los que continúan pendientes en el Teatro Real”, asegura.

Una nueva ópera vienesa

La conexión de Arabella con otra de las obras capitales de Strauss como Der Rosenkavalier, estrenada más de dos décadas antes, está en el germen de esta nueva ópera vienesa.

© Teatro Real / Javier DEL REAL

Joan Matabosch

En una carta de 1927 el compositor le solicita a su libretista una nueva obra que repitiera el éxito y hechizo de Rosenkavalier, tal y como explica Joan Matabosch: “La obra establece un paralelismo entre la Viena de 1866 y la situación de 1920. Hofmannsthal crea un espejo de su comunidad en crisis: jóvenes vividores, condes arruinados por las deudas, tiradoras de cartas, jugadores que lo pierden todo, en un ambiente aparentemente festivo y un tono de comedia que tiene mucho de irónico. Es evidente que Arabella se inspira en Der Rosenkavalier, pero su tema es más amargo. Octavian y Sophie triunfaban sobre las tretas parentales e imponían su derecho de amarse. En cambio, el casamiento de Arabella no tiene nada de romántico. Toda la familia lo espera como la última solución para pagar sus deudas, evitar su ruina y contrarrestar la obsesión por el juego del padre. La Viena pomposa de Rosenkavalier se ha vuelto ordinaria y vulgar. De hecho, en Arabella la gran ciudad es un espacio de depravación, y la redención vendrá de la periferia, de la pureza de los campos lejanos de los que proviene Mandryka. La obtusa rusticidad del personaje contrasta con la amanerada y decadente sofisticación de la sociedad vienesa. Y el vals vienés, que era un anacronismo en Rosenkavalier, suena exacto, preciso, necesario en la época de Arabella.

Con esta ópera debutó Montserrat Caballé allá por 1962 en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, en el estreno en España de la obra. Matabosch así lo recuerda: “Ella siempre fue una extraordinaria soprano straussiana, por mucho que su carrera tomara derroteros belcantistas, verdianos y veristas. El personaje de Arabella fue una de las grandes interpretaciones de la primera parte de su carrera y no tiene nada de extraño que debutara en el Liceu con este papel. En esa época lo cantaba con gran éxito en Centroeuropa, en las compañías de Bremen y Basilea, en cuyo ensemble creció y construyó los cimientos que luego le permitieron meterse en el bolsillo al mundo entero. La vocalidad del personaje era perfecta para Caballé”, asegura.

Strauss, tatuado en el ADN

Arabella conlleva el debut en el podio del Teatro Real del titular de la OCNE, David Afkham, gran conocedor de la obra del músico alemán, cuyo repertorio dirige frecuentemente. “Richard Strauss es, sin duda, uno de los compositores a los que me siento más cercano”, afirma a ÓPERA ­ACTUAL. “Su visión de la tradición y su voluntad de desarrollar nuevos caminos de expresión me conectan directamente con él. Fue también un hombre que supo tener una mirada crítica sobre su propia cultura y hacerla crecer y desarrollarse. Admiro su habilidad como compositor y su destreza para expresar sus ideas con la orquesta”, declara el maestro que acaba de prolongar su contrato con la OCNE, para quien “todo lo que es y representa esta pieza viene del texto: es una verdadera Konversations-Stück. No hay efectos reales, ni grandes desbordes orquestales como los que conocemos de Elektra, Salome o Der Rosenkavalier. Esta ópera es bastante más delicada, refinada, una ventana que se abre al último episodio del lenguaje musical de Strauss. A veces lo veo como una continuación de una ópera tardía de Mozart: un toque de ligereza combinado con un profundo contenido humano”, explica.

© Oper Frankfurt / Monika Rittershaus

Una escena de la puesta en escena de Christof Loy de 'Arabella', título que en enero se estrena en el Teatro Real

Afkham lleva casi tatuado el pentagrama de Strauss en su ADN. Ha dirigido en los últimos tiempos dos de las óperas del compositor en versión de concierto ­–­Salome y Elektra–, además de otras orquestales, como la Sinfonía alpina. Aquí hará un Strauss escenificado, con dirección de escena de Christof Loy, de quien recuerda su aplaudido Capriccio straussiano de 2019: “Creo que el director musical de un montaje tiene que prestar atención a todo. No se trata solo de una labor general de coordinación, sino también de imprimir las energías adecuadas, inspiración y apoyo a los cantantes tanto con la música como con la escena”.– ÓA