Historia de la Ópera

ÓA 201. Historia de la Ópera VIII. La magia de Mozart

La historia y los protagonistas del género

01 / 04 / 2017 - Verónica MAYNÉS* - Tiempo de lectura: 8 min

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Montaje de 'Così fan tutte', de Mozart y Da Ponte, en la Semperoper de Dresde © Semperoper Dresde / Matthias Creutziger

Con Mozart la ópera clásica llega al límite por las innovaciones nacidas de su arte único y sublime. Hoy es uno de los autores más representados en todo el mundo desde su redescubrimiento a mediados del siglo XX.

En su breve existencia, Wolfang Amadeus Mozart (Salzburgo, 1756 – Viena, 1791) llegó a cultivar prácticamente todos los géneros musicales, con innovaciones que llevaron al límite la frontera del clasicismo sonoro. Sus valiosas aportaciones en el ámbito operístico propiciaron el nacimiento de la ópera de repertorio, siendo hoy uno de los autores más representados en los teatros líricos, sobre todo después de su redescubrimiento a mediados del siglo XX. En su incesante deseo de conocimiento, aprovechando el eclecticismo musical aprendido en sus viajes y con la intención de modernizar el género lírico, Mozart renovará la ópera bufa, la ópera seria y el Singspiel –una forma de ópera popular alemana de rasgos similares a la zarzuela– sin dejar de lado los preceptos de la reforma de Gluck.

"Los nuevos tiempos reclamaban orden, naturalidad y equilibrio, ingredientes que Mozart traducirá en melodías y armonías que aunarán la sencillez con el refinamiento"

En el siglo XVIII, la consigna de la Ilustración fue la educación y la naturalidad. La superstición cedía el paso al conocimiento científico, y la cultura dejaba de ser un privilegio de la nobleza. La proliferación de revistas y periódicos favoreció la difusión del pensamiento ilustrado y la ópera participó de esta explosión de conocimiento y cultura como método propagandístico de las ideas iluministas valiéndose de una música que debía atraer a la incipiente clase media que entonces llenaba los teatros. Los nuevos tiempos reclamaban orden, naturalidad y equilibrio, ingredientes que Mozart traducirá en melodías y armonías que aunarán la sencillez con el refinamiento. Su genio incontestable creará una dramaturgia con personajes de carne y hueso, definiendo los caracteres y emociones con melodías que hablan de la extracción social de los protagonistas.

Los actores mozartianos no son de cartón piedra, sino seres humanos reconocibles, con sus virtudes y sus miserias, con los que el público se puede identificar. La facilidad del salzburgués para la orquestación dará a las óperas un nuevo enfoque sinfónico, en el que los instrumentos no solo servirán para caracterizar teatralmente a los personajes, sino también para definir emociones y situaciones, logrando una perfecta unión entre sonido y palabra, reforzando la belleza de la línea melódica vocal. Con Mozart la orquesta se sitúa en un lugar privilegiado con respecto al libreto, acortándose la distancia entre el foso y el escenario.

© Wikipedia

Wolfgang Amadeus Mozart en el retrato póstumo realizado por Barbara Krafft en 1819

Cuando Mozart compuso en Múnich Idomeneo (1781) contó con la excelente Orquesta de Mannheim, encuentro decisivo que determinó el futuro tratamiento instrumental de sus obras para el teatro, con el foso como participante activo de la dramaturgia teatral. El músico tuvo que ingeniárselas para respetar los convencionalismos de la ópera seria con argumentos mitológicos ligados al pensamiento barroco y con protagonistas que ya pertenecen al espíritu de la ilustración. El autor humanizó los personajes con melodías intensas de un gran dramatismo, y con una armonía impactante que aumenta la intriga que describe situaciones extremas o la lucha desesperada de los protagonistas ante la implacabilidad del destino.
Mozart se adscribió a los postulados reformistas de Gluck y utilizó elementos de las tradiciones italiana y francesa, sin olvidarse de la antigua tragedia. En el plano vocal, utilizó las arias convencionales confiriéndoles un renovado valor expresivo que caracteriza magníficamente la psicología de los personajes e incorporó concertantes para agilizar la acción y reforzar el hilo dramático.
Además, siguiendo el modelo francés, incluyó los coros y el ballet como parte integrante de la acción. Desafiando el esquema tipificado de la ópera seria del recitativo-aria, el autor coloca una escena coral tras un recitativo, lo que colorea al conjunto con una nueva perspectiva dramática.
No menos importantes fueron los logros del compositor en el género cómico y tragicómico. Su capacidad para acercar mundos aparentemente opuestos se percibe en Il dissoluto punito ossia Il Don Giovanni (1787), con libreto de Lorenzo Da Ponte (Ceneda, 1749 – Nueva York, 1838). Catalogada como dramma giocoso, se inicia con un pórtico extraordinario: la obertura comienza con el tema trágico del Comendador, en Re menor –símbolo de la muerte–, seguido por el alegre tema de Don Giovanni, dejando claro que la ópera será una sucesión de elementos serios y cómicos en inteligente confrontación.
La perfecta simbiosis entre músico y libretista –ambos crearon tres obras maestras, Don GiovanniCosì fan tutte Le nozze di Figaro– se traduce en una sucesión continua de números dramáticos y divertidos, con elementos de la ópera seria, la ópera bufa y la tragédie lyrique protagonizados por personajes cuyo carácter y procedencia social son descritos musicalmente por la orquesta. En esta ópera confluyen diferentes modelos estéticos que utilizan distintos lenguajes musicales.
© Chicago Lyric Opera / Todd ROSENBERG

Mariusz Kwiecien y Andrea Silvestrelli en la escena final del 'Don Giovanni' dirigido por Robert Falls en la Lyric Opera de Chicago

Los personajes serios –como los aristócratas Donna Anna y Don Ottavio– se expresan con un canto refinado y elegante, que fluctúa entre el estilo galante y el afecto barroco. Los papeles cómicos –como los campesinos Massetto y Zerlina– utilizan un canto simple de estilo silábico. Los roles de mezzo carattere –como Donna Elvira– unen ambos mundos y utilizan elementos de uno y otro. Mozart rompe arquetipos al introducir elementos dramáticos en personajes cómicos y acorta distancias entre lo trágico y lo cómico. Para dotar de unidad a la trama, acaba con el desfile de recitativos y arias unificando la acción teatral y caracterizando personajes y situaciones con una música determinada para cada ocasión, lo que crea una convergencia de planos diferentes que agilizan el devenir dramático.

El 'Singspiel'

En Europa reinaba la ópera italiana y urgía una contrapartida. El emperador José II de Austria impulsó la creación de un género que amalgamase las leyendas populares con la música y costumbres de los distintos pueblos germánicos y que sirviese para educaren el uso correcto de la lengua y para reforzar el sentimiento nacional. Mozart escribió en 1782 El rapto del serrallo y fijó de pasada las características del Singspiel consolidándolo como género genuinamente alemán. Pero hubo que esperar unos años para que el músico lograra el mayor hito del género.
Considerada la primera ópera alemana con todas sus letras, La flauta mágica (1791) sobrepasa los límites del Singspiel no solo por la complejidad de su mensaje, sino por la multiplicidad de estilos expresivos que incluye en los personajes y en la forma.
© Ópera de Seattle / Rozarii LYNCH

El príncipe Tamino, uno de los protagonistas de 'La flauta mágica', la ópera más popular de Mozart y una de las más representadas del repertorio. En la imagen, una producción de la Ópera de Seattle

Pocas creaciones musicales han resumido tan explícitamente el mensaje del iluminismo austriaco: solo la sabiduría puede sacar al ser humano de las tinieblas y llevarlo a la luz que da la libertad de pensamiento. A los veintiocho años Mozart fue admitido como aprendiz en la logia masónica vienesa. Ya desde los primeros compases de La flauta mágica se percibe el mensaje de la obra: la tonalidad de Mi bemol mayor, asociada a la consecución del conocimiento, inicia y cierra la ópera. La lucha entre las tinieblas y la luz se realiza confrontando las tonalidades complementarias de Do menor y Mi bemol mayor, ambas con tres bemoles. El número tres –esotérico y fundamental en la simbología masónica– ocupa un lugar importante en la obra: tres acordes inician la obertura y desde ese momento este número es constante. Por solo citar algún ejemplo, tres cualidades tiene Tamino, tres pruebas debe superar, tres templos encuentra en el reino de Sarastro y tres veces intenta entrar. Tamino inicia su recorrido en el reino de la noche para acabar en el reino de la luz, como dictan los preceptos masónicos. Dicho en otras palabras, pasa de la ignorancia a la sabiduría, del oscurantismo arcaico al conocimiento de la ilustración.
Pero lo verdaderamente sorprendente de la obra es el eclecticismo musical con el que Mozart consigue renovar el género ofreciendo una nueva concepción en el que se funden elementos dela ópera bufa, la seria, el Singspiel, la canción popular y hasta el coral luterano. El equilibrio entre polos dramáticos opuestos, tanto en lo teatral como en lo sonoro, logra una perfecta cohesión entre los diferentes números escénicos, haciendo que La flauta mágica sea una de las óperas más ágiles, coherentes y chispeantes de la historia.– ÓA * Verónica MAYNÉS es musicóloga, pianista, profesora y crítica musical