ENTREVISTAS
Sergio Escobar: “La voz es la que te va diciendo dónde se encuentra más cómoda”
Descubrió su amor por el canto y sus facultades vocales en plena adolescencia, imitando a Los tres tenores y a Nino Bravo. Un día le cantó Granada a su madre y al siguiente empezaba a recibir clases de canto. Ahora, Sergio Escobar es uno de los tenores spinto más prometedores de su generación, con compromisos en la Ópera de París o en la Staatsoper de Berlín, donde proyecta debutar, dirigido por Daniel Barenboim, con uno de los roles fetiche de su cuerda: Otello. Este mes de marzo vuelve a Las Palmas para interpretar Maurizio, de Adriana Lecouvreur.
Cuando empezó el confinamiento tuve un accidente doméstico. Me rompí los dos tendones rotulianos y estuve tres meses sin moverme. Un desastre que llegó en el momento más oportuno por la clausura de los teatros. Ahora sigo con la rehabilitación, pero ya tengo fuerzas. Con Adriana Lecouvreur en Las Palmas subiré por primera vez a escena tras el confinamiento. Es un papel que tenía que debutar en París el pasado mes de abril. Fue mi primer título que se canceló y, curiosamente, es con el que volveré. Mi carrera se ha desarrollado sobre todo en el repertorio verdiano y menos en el verista. Son estilos distintos, aunque debo decir que Adriana Lecouvreur tiene un estilo más afrancesado y menos desgarrado que obras como Pagliacci.
Para mi cantar Verdi es como cantar bel canto. Los tenores del primer Verdi me encajan como un guante. Suponen un paso adelante respecto a los de Bellini y Donizetti y son perfectos para una voz lírica amplia como la mía. Los he cantado casi todos, como los de Attila, Nabucco, Macbeth… Los considero la antesala de personajes como Manrico, que debería cantarse desde un punto de vista belcantista. Otra cosa son las modas y los gustos de cada época.
La voz es la que te te va diciendo dónde se encuentra más cómoda. Mis primeros maestros se empeñaban en que cantase papeles ligeros, pero no me sentía cómodo y abandoné la escuela en la que estudiaba. No digo que con 20 años debas cantar Pagliacci, pero forzar la voz en un repertorio demasiado agudo tensa la laringe y acaba perjudicando. Francisco Ortiz, figura clave en mi evolución, fue quien realmente me hizo cantar con mi voz. El canto debe ser natural y el timbre lo más parecido a cuando hablas.

Como Radames en el Festival de Macerata
Lo que he tenido que trabajar más a nivel técnico son los agudos. Cuando empecé, mi profesor dudaba si era barítono o tenor porque no pasaba de un Fa4. Tuve que trabajar ese aspecto y ahora vocalizo siempre hasta un Fa5, algo necesario para poseer un Do5 seguro y cantar papeles como Radames, que está plagado de Si bemol. Aun así, cuando no estoy en las mejores condiciones, lo primero que se resiente son los agudos.
2012 fue un año decisivo en mi carrera. Empecé a trabajar con Francisco Ortiz y gané concursos que, la verdad, no me abrieron ninguna puerta. Gracias a Adriana Molina conseguí audiciones en Italia y me ofrecieron papeles como Don Carlo, un rol durísimo que amo especialmente, del que he aprendido mucho y con el que debuté en Italia, en el Real y en la Ópera de París sustituyendo a Roberto Alagna en medio de una función. Si cantas Don Carlo creo que puedes cantarlo todo. Otro papel que me ha dado muchas satisfacciones es Pollione (Norma), un bálsamo para mi voz.
Mi debut como Canio en Cagliari se canceló y tengo muchas ganas de cantarlo, pero siempre he soñado con Otello. Debería debutarlo en Berlín con Daniel Barenboim, aunque me temo que el proyecto se pospondrá porque tienen muchas producciones pendientes. Existe el mito de que los jóvenes no podemos cantar Otello, pero la realidad es que los grandes intérpretes del papel lo debutaron entre los 35 y los 40 años. Es el caso de Plácido Domingo o de Ramón Vinay, mi referente absoluto en este rol.– ÓA